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Sarah Waters: Los huéspedes de pago

José Antonio Gómez Hernández 20 de Abril de 2017 a las 13:20 h

Recién acabada Los huéspedes de pago, de Sarah Waters, me animo a estrenar reseña sobre ella en Sinololeonolocreo. Desde que leí El lustre de la perla (adaptada como miniserie por la BBC con el título Tipping the velvet) me hice fan de esta escritora británica, deseando leer cada uno de sus títulos, publicados todos por Anagrama en su Panorama de narrativas.

Los huéspedes de pago de esta novela son Leonard y Lilian, un joven matrimonio que llega a ocupar las habitaciones en alquiler de la mansión de una familia señorial venida a menos, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial. La madre viuda y su hija Frances tienen que renunciar a parte de su intimidad para mantener un caserón deteriorado que no les gusta pero que las ata. Con un evidente dominio del oficio, Sarah Waters nos va introduciendo en el drama con precisión, haciendo surgir el deseo y el amor prohibido, que se verá interrumpido por un asesinato más o menos azaroso que llevará a las protagonistas a un angustioso juicio. Con ello la historia se hace atormentada, cruzándose con el deseo la culpa, el miedo y los sentimientos destructivos. Argumentos para leer casi de un tirón las 600 páginas de una tensión sostenida.

Aunque esta novela es más comedida, Waters en general retuerce los argumentos hasta el extremo, lo que tiene el riesgo de llevar al lector al abandono por inverosimilitud, pero yo creo que merece la pena dejarse llevar. Sus novelas son intrigas folletinescas que tienen de fondo (o en la superficie) el tema de la pasión amorosa lesbiana que ha que aflorar y vivirse de modo clandestino en el contexto de la época victoriana, sus postrimerías y los años posteriores. Es brillante en la narración del deseo, en las reconstrucciones históricas, en la recreación de espacios que resultan claustrofóbicos para las protagonistas, en enredos que pueden acabar en crímenes que persiguen o marcan el destino de los personajes.

Las obras de Waters (Ronda Nocturna, Falsa identidad, Afinidad, El ocupante) se leen como novelas policíacas o de amor; son folletines que se devoran al apoyarse en temas universales. Nos pueden recordar a Dickens pero en ocasiones se adentran en la narrativa gótica o en la de misterio.

Escritora muy cinematográfica, también se ha adaptado como serie Ronda Nocturna, y de Falsa identidad se hizo, además de una adaptación de la BBC, una muy libre versión bajo el título La doncella (dirigida por el coreano Park Chan-Wook en 2016).

Si enlazamos sus novelas, lo que la autora parece haber querido ha sido contarnos cómo vivían gais y lesbianas en la Inglaterra de entre fines del XIX y los años cuarenta, una época marcada por las guerras y por cambios culturales y sociales que todavía no habían llegado a asimilar la diversidad sexual. Una sociedad que empezaba a ver resquebrajados algunos de sus cimientos, dando cabida a una transgresión de las formas de relación admitidas hasta entonces.

Waters ofrece una lectura intensa, con historia y oficio, que se acaba con la sensación de haber aprovechado bien el tiempo dedicado a sumergirnos en su mundo. No todo el mundo piensa lo mismo, y de hecho he leído una crítica despiadada de José María Guelbenzu de Falsa identidad, en la que la trata de tramposa, torpe y plana. Afortunadamente, aunque apreciamos la opinión de un escritor admirable como Guelbenzu, no dejamos de leer a Waters por ello.

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