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Mujeres en la Biblioteca Histórica: Angélique Marie Le Boursier du Coudray (1714-1794), la “Matrona del Rey”

Maite Rodríguez Muriedas 7 de Marzo de 2012 a las 17:23 h

A lo largo de la historia son muchas las mujeres  que han formado a otras, contribuyendo al avance de la ciencia médica y a despejar dudas en diferentes disciplinas, entre otras, el arte de parir. En este marco, propongo rescatar la figura de la matrona por la pluralidad de saberes y prácticas que ha concentrado en este reducto espacio femenino, mientras la historiografía obstétrica  y profesional se resistía a escuchar. La matronería fue hasta el siglo XVIII un oficio de mujeres  fundado en un conocimiento de base empírica transmitido de unas a otras, o mediante vínculos contractuales; y las matronas las únicas reconocidas por el Estado para atender los partos. Sin embargo, a lo largo del XVIII, los cirujanos convirtieron la partería en un saber quirúrgico y avanzaron considerablemente en el monopolio de su práctica, a pesar de la notable pericia que aún ejercían las matronas. [Seguir leyendo]

 

Una de las mayores transmisoras de conocimiento sobre el parto fue, sin duda, la matrona parisina Madame du Coudray (1715-1794), que tuvo numerosas discípulas a su cargo, dispuestas a pagar importantes sumas por su magisterio Tras una primera etapa en París, recorrió la Francia del siglo XVIII instruyendo a las mujeres campesinas el oficio de partera a lo largo de treinta años. Preocupada por el desconocimiento de las parteras, depositarias de saberes populares, con altos índices de analfabetismo, el contínuo intrusismo, y la imposibilidad de acceder a más instrucción que no fuera la empírica. Publicó en 1759 "Abrégé de l'art des accouchemens : dans lequel on donne les préceptes nécessaires pour le mettre heureusement en pratique" texto articulado en treinta y ocho capítulos a modo de lecciones y con láminas explicativas en colores con el afán de instruir a unas mujeres a quienes la autora supone con escasos conocimientos en temas como: anatomía y fisiología del aparato reproductor femenino, evolución del parto natural, diagnósticos de parto normal y complicado, signos de muerte fetal, aborto, cuidados a las parturientas, etc. La obra finaliza con doce observaciones sobre casos clínicos singulares. Son pocas las matronas que escribieron en los siglos XVI al XIX, y prácticamente ninguna reconoce la influencia de sus maestras, sin embargo en este caso apuntamos como su referente más inmediato a Louyse Bourgeois, autora de uno de los libros de obstetricia más completos del s. XVII, presente en la Biblioteca Histórica "Obseruations de Louyse Bourgeois ...". La publicación de estos tratados, en su mayoría textos divulgativos de educación médica, significó que estas voces femeninas se posicionaran en el terreno de lo público, dando a conocer sus logros científicos, destrezas y habilidades, desafiando abiertamente las concepciones dominantes.

 

A partir de aquí  se fragua la fama de esta visionaria, que culmina con la propagación de sus saberes a través de escuelas itinerantes dispersas por toda la geografía francesa, a iniciativa de  Luis XV, con la firme oposición de los cirujanos varones. La "matrona del rey", como  se la conocía daba clases dignas de un profesor de obstetricia; sus cursos duraban dos meses, y en ellos se podían ver juntos a parteras y cirujanos, una práctica nada común, pero que constata la confluencia de saberes técnico-científicos y alianzas pactadas, con el objeto de reducir el índice de mortalidad en los nacimientos.

 

En sus viajes itinerantes, la acompañaba un maniquí (une machine) que ella misma inventó, de lana y cuero color rosa, relleno de algodón parecido a la parte inferior del cuerpo de una mujer y hecho con telas cosidas y atadas entre correas que permitían simular la dilatación vaginal durante el parto. A este artilugio se sumaba una muñeca del tamaño de un recién nacido -con su cordón umbilical- que podía ser introducida en el útero tantas veces como fuera necesario para escenificar y contrastar distintos tipos de partos.Y para que su clase magistral fuera completa, también contaba con gemelos y un feto de siete meses. Toda una maestra sanadora, pionera en utilizar como instrumento pedagógico un maniquí para enseñar diferentes fórmulas de alumbramiento.

 

El método de Du Coudray logró la aprobación de la Academia de Cirugía,  si bien no fue aceptada en Montpellier donde había una Universidad y Alsacia, donde funcionaba una Escuela de comadronas. Y es que en instituciones académicas, la instrucción de las matronas se apoyaba en una formación teórica y de base científica frente la prioridad de la técnica, adquirida fuera del entorno institucional. La historia de Du Coudray es un ejemplo revelador de cómo las matronas fueron consideradas profesionales marginales a la comunidad médica,  aunque como señala Perkins "eran superiores a cirujanos y médicos en las habilidades manuales necesarias para que el parto de una mujer finalizara con éxito".

 

Du Coudray traza con delicadeza ese preciso instante: "Hasta el momento del nacimiento, debemos consolarla tan cariñosamente como sea posible: su penoso estado la compromete, pero debe hacerlo con una alegría que no se inspiran en el miedo ni en el peligro. Evite todos los susurros en el oído, que sólo la preocuparán y darán temor ante posibles consecuencias desagradables. Hay que hablarle de Dios y comprometerse a darle las gracias por haberla puesto fuera de peligro". Se deja entrever aquí un entramado de cualidades digno de toda matrona, a saber: "la dulzura, serenidad, amabilidad, presencia de ánimo, el sentimiento religioso, la fortaleza física y las buenas maneras".

 

En la Biblioteca Histórica , se conservan 2 ejemplares de su obra "Abrégé de l'art des accouchemens : dans lequel on donne les préceptes nécessaires pour le mettre heureusement en pratique",correspondientes a la sexta edición impresa en 1785 en Paris. Se trata de un compendio sobre la historia de la obstetricia francesa, cuya primera edición data de 1759. Encarada a la portada, se advierte un retrato calcográfico de su autora firmado por J. Robert, el mismo que realiza las planchas a color de 26 figuras explicativas sobre el parto. Ambos ejemplares proceden del Fondo de Medicina, uno con ex libris manuscrito de su antiguo propietario, Hipólito Estevez, y otro, con sello del Real Colegio de Medicina de San Carlos, la sede donde se formaron y realizaron prácticas obstétricas cirujanos y matronas a finales de siglo. Otra vez más los podemos divisar juntos. No hay más que seguir estas marcas en forma de ex libris, sellos, anotaciones manuscritas para reconstruir una parcela de la historia de la ciencia.

 

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