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El “libro nº 1000” (1ª parte)

Javier Tacón Clavaín 8 de Noviembre de 2012 a las 12:24 h

Cuando ingresa una obra en el Dpto. de Conservación y Restauración para ser intervenida, la primera acción que se realiza es su inscripción en el libro de registro del Dpto. A cada libro que ingresa se le asigna un número de registro consecutivo, que es el identificador principal de la documentación derivada del tratamiento como fotografías, resultados de pruebas... etc. Digamos que el número de registro equivaldría, en cierto sentido, al número de historia clínica de un paciente en un hospital.En el pasado mes de junio, una de las obras que ingresó para su restauración alcanzó el número de registro 1000 y, para celebrarlo, iniciamos aquí una serie de entradas en nuestro blog que harán un seguimiento del tratamiento que recibirá esta obra: "el libro nº 1000". [Seguir leyendo]

 

Se trata de una copia manuscrita de la obra de Pedro Ciruelo: Quaestiones in Summam D. Thomae Aquinatis (signatura: BH MSS 61). El manuscrito data del s. XVI. En esta primera entrega comenzaremos relatando el motivo por el que este manuscrito ha acabado en el taller y la naturaleza de su grave deterioro.

 

Cuando el libro iba a ser digitalizado, el operario se dio cuenta que el estado de deterioro de las hojas no permitía realizar su manipulación. El hecho es que, como puede apreciarse en la imagen, la fragilidad es extrema y ya ha ocasionado la rotura y la separación de fragmentos  de la parte central de muchas de las hojas, debido a la acción corrosiva de la tinta ferrogálica.

 

Las tintas ferrogálicas fueron las más utilizadas en occidente desde la edad media hasta el desarrollo de los colorantes artificiales en el siglo XX, aunque se sabe de su uso mucho antes. La reacción química en la que se basa su fabricación ya era conocida en la antigüedad y fue descrita por Plinio el viejo, aunque la receta más antigua para la fabricación de la tinta aparece en la enciclopedia de las siete artes libres de Martianus Capella en el s. V[1]. Las ventajas que ofrecía este tipo de tinta, en comparación con las tintas de carbón, era su característica indeleble y la facilidad de su fabricación.

 

En términos generales, la fabricación de la tinta ferrogálica consistía en la mezcla de cuatro componentes principales: un tanino, caparrosa, goma arábiga y agua. El tanino se obtenía principalmente de las agallas de diversos árboles (excrecencias defensivas producidas por la acción de insectos) por su mayor concentración en taninos. Las agallas machacadas se maceraban durante días y hervían en agua a la que se añadía un producto ácido para mejorar la extracción del tanino que, según las recetas, podía ser, entre otros, vino, vinagre u orín. La caparrosa era un mineral con gran contenido en sulfato ferroso, compuesto que reacciona con el tanino para formar la tinta. La goma arábiga actúa como aglutinante de las partículas de tinta y evita que se decanten en el fondo del tintero. En muchas recetas se incluyen aditivos para mejorar la tinta (abrillantador, anticongelante...), como azúcar, brandy o cerveza.

 

Químicamente, la reacción que se produce es la siguiente: el tanino y el sulfato ferroso dan lugar a tanato ferroso, un fluido muy claro y soluble que apenas se aprecia al escribir con él, pero que se oxida con el oxígeno del aire dando lugar a partículas de tanato férrico, de color negro azulado e insoluble. El hecho de penetrar el fluido en el papel y oxidarse entre las fibras es lo que confiere la condición indeleble del trazo. Debido a lo pálido del fluido inicial, se aireaba la tinta para la formación de parte del precipitado negro, añadiendo la goma arábiga para mantener la suspensión. En recetas más modernas se añadía para este fin un colorante que acentuaba el color de la tinta sin oxidar, como los obtenidos del Añil y del palo de Campeche o, ya más recientemente, colorantes sintéticos.

 

El deterioro producido por algunas tintas es un gran  problema para la conservación de miles de toneladas de manuscritos del patrimonio mundial. Aquí están incluidos, por ejemplo, los dibujos y tratados de Leonardo da Vinci, dibujos de Van Gogh, partituras originales de músicos memorables, documentos históricos como los borradores de la Constitución Americana, etc. El mecanismo de este deterioro está en constante investigación y, en el estado actual de conocimientos, se ha establecido que son dos las principales causas de la corrosión: la acidez debida al ácido sulfúrico que se genera en la reacción y, por otro lado, los iones ferrosos (Fe II) que catalizan la oxidación del soporte. La causa de que algunas tintas permanezcan en buen estado y otras hayan generado este deterioro, parece estar relacionada con la cantidad de hierro en estado de oxidación II presente en forma libre en cada tinta: a mayor cantidad de Fe (II) libre, más potencial destructor tiene la tinta, lo que depende del balance caparrosa/tanino. Un exceso de caparrosa, da lugar a un exceso de hierro.

 

La reacción de deterioro tiene un fuerte componente autodegradatorio ya que los productos generados (radicales libres y peróxidos) aceleran aún más la reacción. Este carácter endógeno de la reacción puede observarse en la segunda imagen. El foco se sitúa en el centro del libro, donde la ventilación de estos radicales libres es más deficiente. Es bien conocido que unas condiciones de baja temperatura y baja humedad ralentizan el proceso, pero no lo detiene. Por ello, se han desarrollado tratamientos que tratan de estabilizar la degradación química, como el que utilizaremos en este caso y detallaremos en próximas entregas.

 

 

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[1] Elmer Eusman. Iron gall ink - History, en The Iron Gall Ink Website

 

 

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Comentarios - 1

antonio caballos

1
antonio caballos - 11-11-2012 - 12:14:52h

Soy un simple amante de los libros y en especial de aquellos que nos traen la cultura, el pensamiento y tambien los mensajes y pensamientos de aquellos que nos antecedieron, por tanto quiero agradecer la labor del del Departamento de Restauracion de la Biblioteca Historica para la humanidad tanto presente como futura


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