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La historia milenaria del pothi

Jose Luis Gonzalo Sánchez-Molero 9 de Abril de 2014 a las 16:12 h

Fig. 1 Mongolia. Antiguo libro xilográfico en escritura tibetana y formato pothi. Siglo XIX. Cubierta entelada original. 158 páginas. 43x11 cm.

En la clásica novela china El sueño del pabellón rojo, escrita por Cao Xueqin a mediados del siglo XVIII, se narra en uno de sus casi innumerables episodios como cierta Miaoyu, tras tomar los hábitos de monja budista, viajó a la capital del imperio para adorar, por una parte, las reliquias de la diosa de la maternidad, Guanyin, pero también para conocer mejor los textos canónicos budistas. Buscaba los testimonios más antiguos, y en la ciudad se hallaban unos «cánones escritos en hojas de pattra» (cap. XVIII). Aquellos libros de Buda eran, sin duda, muy antiguos, pues el autor destacaba que no estaban copiados sobre papel, sino sobre hojas de pattra, es decir sobre láminas fabricadas con dos tipos particulares de palmera o palma, denominadas científicamente como Corypha umbraculifera o como Broussonetia papyrifera. El nombre botánico de esta planta hace referencia precisamente a su función como soporte escriptorio entre la India e Indochina, de manera semejante al del papiro del Nilo. [Seguir leyendo]

 

Cuando Cao Xuequin se refiere a volúmenes escritos sobre este soporte vegetal, sus lectores identificaron con claridad que aquellos libros budistas habían sido copiados con un formato muy específico, denominado pothi. Este término, de origen sánscrito, constituye en realidad la denominación genérica para "libro", pero las notables diferencias de sus materiales, soportes y construcción con respecto a un libro occidental, ha acabado particularizando este término como un formato librario peculiar y, a su vez, como uno de los más longevos. Tuvo su origen en la India, donde hacia el primer milenio antes de nuestra era empezaron a utilizarse como soportes para la copia de los textos védicos, hojas alargadas de palma (iguales a las que vemos en la imagen superior). Fue, por tanto, un formato contemporáneo a las tablillas mesopotámicas de arcilla o a los rollos egipcios de papiro. Sin embargo, los libros pothi no desaparecieron, sino que han sobrevivido hasta el siglo XXI, como un signo de identidad cultural para diferentes pueblos asiáticos. Teniendo en cuenta su evidente arcaísmo, las razones del éxito de su supervivencia merecen ser analizadas.

 

¿Cómo definir un pothi? Aunque Martínez Sousa no recoge una definición al respecto, podemos describirlos como libros compuestos por hojas de palma o de papel, de forma rectangular o apaisada, en el que las mismas se apilan unas sobre otras, uniéndolas en muchas ocasiones (no siempre) por un cosido simple en cadena, a través de agujeros que pasaban por la mitad del documento o de sus dos extremos, y que se cubren, finalmente con dos tablas de madera o con tela para protegerlo de daños. Una variante sería el libro en abanico, cosido por uno solo de sus extremos.

Photi. Fig. 2

 

Las primeras referencias a esta tipología libraria en la India se encuentran al inicio del  Pali, un canón budista compuesto alrededor del siglo V a.C. Aquí se citan diferentes tipos de materiales utilizados para la escritura, como las hojas o panna, las tablas de madera  (phalaka), las tiras de bambú (shalaka) y los metales. El material de las primeras hojas no se especifica, pero todo hace pensar que se omite porque para el lector de aquella época era bien conocido que se trataba de hojas de palma. Tanto en la religión védica como en el budismo primitivo la transmisión oral de los textos y su memorización eran los modelos preferidos de conservación y difusión del conocimiento. Como en otras situaciones semejantes, en las se produce la transición entre una cultura oral y otra escrita, entre los indios se produjo hacia mediados del I milenio a. C. una clara aversión hacia la escritura, en contraposición a la venerable tradición oral, pero finalmente la extensión del fenómeno de la urbanización en toda la India condujo a la necesidad de redactar registros, cartas o cuentas. En este contexto se ensayaron diferentes materiales en diferentes territorios. Por ejemplo, en el norte de la India los libros en hojas de palma eran desconocidos en el siglo IV a. C., pues los soldados griegos que acompañaron a Alejandro Magno en su campaña hasta el Indo solo citan como materiales de escritura de los nativos la corteza y la tela. La helenización en esta zona (en Cachemira y el Punjab) no fue muy profunda, pero sabemos que se desarrolló un activo comercio entre los estados helenísticos y Extremo Oriente, de modo que el papiro no debía ser completamente desconocido en la India cuando se produjo la expansión del imperio Maurya. Desde el norte fue conquistando las tierras del sur de la India en el siglo III, donde únicamente se cultivaba la palma Corypha umbraculifera, denominada allí como talipot. Solo entonces se pudieron percibir sus posibilidades para la copia de textos literarios y religiosos, así como su utilidad como soporte administrativo y para la difusión de la religión budista. No en vano, el término sutra proviene del sánscrito sûtra, que significa cuerda o hilo, con los que, como ya sabemos, se ligaban estos libros.

 

Durante el imperio Gupta (240 - 550 d. C.) la cultura india disfrutó de un gran esplendor, alcanzando la literatura en sánscrito uno de sus momentos culminantes. Fue en esta época cuando vivió el famoso poeta Kalidasa. Sorprende que esta producción cultural se sostuviera sobre las frágiles y alargadas hojas de libros pothi, pero este formato de libro no solo se empleó en la India, sino también en China, Indonesia e Indochina. Hasta estos territorios fue llevado no sólo por los ejércitos de los reyes Gupta, sino también por los brahmanes hinduistas, los monjes budistas y los muy activos mercaderes indios. Existía un activo comercio desde la ciudad portuaria de Tramlapiti con rumbo a Java, Sumatra, Bali, Borneo, Birmania, Tailandia, Malasia, Camboya o China. En los barcos indios se transportaban no sólo mercancías, sino también imágenes sagradas y libros budistas e hinduistas. Con la difusión de estos credos religiosos se produjo a su vez la adopción de los pothi en estos países.

 

La fabricación de un libro pothi indio en este período se iniciaba con la recolección de las hojas de palma talipot, de unos 1,3 m de largo y 15 cm de ancho, en grandes plantaciones, según nos describe el monje Hsuan Tsang en el siglo VII. Cada palma se cortaba por la mitad, obteniéndose unas hojas oblongas de entre 6,5 - 9cm de ancho y de hasta 1 metro de longitud, que después se sometían a varios procesos de hervido, secado y satinado para obtener una superficie suave y flexible, de color marrón claro. El tamaño variaba mucho de acuerdo con la finalidad para la que se necesitaran las hojas.

Photi. Fig. 3

 

Un texto religioso largo se copiaba  sobre las hojas de la máxima longitud posible, y  un texto más corto, normalmente, se escribiría sobre las de menor longitud. Todos los manuscritos sobre hojas de talipot descubiertos en el norte de la India y en Asia Central se escribieron con una pluma de caña (lekhanî ) y con tinta (Mashi), aunque  también se emplearon unas agujas de hierro (loha - Kantaka). El primer instrumento escriptorio se utilizó hasta el siglo XIII en el norte de la India, mientras que al sur se ha constatado el empleo de las citadas agujas de hierro desde el siglo XII hasta el XX. Después de inscribir el texto, la superficie de las hojas eran espolvoreadas con tinta, limpiándose con arena el exceso de tinta. Un hecho curioso es que, tanto el escribir en estos delgados soportes como su lectura, influyeron de manera decisiva en las composiciones literarias de la época. Las grandes epopeyas indias (el Mahabharata y el Ramayana) se copiaron con estrofas que debían leerse con curiosas pausas, que tienen su origen precisamente en el obligado gesto que los lectores debían hacer al pasar cada una de estas delgadas hojas.

 

 

La extraordinaria expansión cultural de la India durante el período Gupta favoreció la transformación del tradicional formato indio, una vez aque entró en contacto con otras civilizaciones. En Birmania, Tailandia o Borneo no había una cultura escrita o una tradición libraría previas, de modo que los libros copiados sobre hojas de palma fueron rápidamente asimilados y pervivieron sin grandes modificaciones, pero al norte, en China, la situación fue muy diferente. La seda y el bambú habían sido utilizados como soportes escriptorios durante siglos, hasta que el papel (entre los siglos I y II de nuestra) demostró ser un soporte más barato y versátil. Cuando el budismo empezó a ser introducido en China, los libros, ya fueran de bambú o de papel, solían tener forma de rollos, pero con la nueva religión también llegaron los pothi, siendo este formato rápidamente adoptado, dándose la particularidad de que se trata del único tipo de libro chino cuyo origen es extranjero. A este formato se le denominó fanjia zhuang (o encuadernación sánscrita), pero como las hojas de palma o pattra no eran tan abundantes en China, aquí este material vegetal acabó sustituyéndose por tiras de bambú o, más habitualmente, por hojas de papel. Al cambiarse el soporte se hizo inevitable que también se modificara la tipología de estos libros. Las hojas de palma tenían una forma alargada y estrecha, derivada de su origen natural, pero el papel era un producto manufacturado, al que podía darse el tamaño que se deseara. En consecuencia, los libros fanjia zhuang conservados de aquella época muestran unas hojas rectangulares, siguiendo el modelo indio, pero éstas son mucho más anchas y grandes. Además, como la escritura china se plasmaba tradicionalmente de manera vertical, al traducirse los textos budistas del sánscrito a este idioma, el formato preferido no fue el apaisado, sino el vertical.

 

 

Desde China estos nuevos libros pothi fueron adoptados a su vez en el Tíbet y en Nepal, territorios desde los que el budismo indio había penetrado en China, y desde donde a su vez se importó la técnica china de fabricación del papel. Recordemos que la hoja de palma o talipot se cultivaba únicamente en el sur y en el este tropicales de la India. El Himalaya (como es obvio) no era un lugar donde dicho árbol pudiera aclimatarse, ni donde tampoco fuera sencillo abastecerse del mismo. En cambio, la variedad del fanjia zhuang era mucho más versátil y permitía una mayor capacidad de almacenamiento de texto. Los monasterios budistas tibetanos se especializaron en la copia sobre este formato de las obras de Buda y de sus comentaristas posteriores, si bien, frente al formato vertical propio de los libros chinos en aquella época, ya fuera por mantener cierta fidelidad al modelo original indio, o por razón del uso de diferentes sistemas de escritura autóctonos tibetanos, se retornó al formato apaisado. Asimismo, una vez que fueron sustituidas la hoja de palma por páginas de papel, se produjeron otras innovaciones. En la mayor parte de los ejemplares de libros pothi tibetanos las tapas de madera aparecen sustituidas por otras de cartón, más baratas, y los volúmenes, muchas veces sin coser sus hojas, se mantenían unidos gracias a que se envolvían habitualmente con cubiertas enteladas, de colores brillantes. Las fotografías que se muestran en esta micro-exposición nos permiten visualizar el extraordinario espectáculo visual que estas cubiertas enteladas pueden llegar a representar. Hacia el siglo XIII este formato tibetano llegó a la actual Mongolia a causa de que este territorio fue convertido al budismo gracias a la labor de difusión de esta religión que entre sus pobladores nómadas realizaron monjes procedentes del Tíbet. Por entonces, en China ya hacía tiempo que se había abandonado este formato por otros más evolucionados y semejantes al códice occidental, pero el aislamiento geográfico de estos territorios propició que esta tipología del pothi tibetano o mongol haya perdurado hasta la actualidad. [Fig. 1]

 

En cambio, en la India las hojas de palma siguieron constituyendo el soporte de los libros en el norte de la India hasta el siglo XIII, cuando (casi al mismo tiempo que en Europa) la introducción del papel relegó el uso de este soporte vegetal. En ambos casos la influencia musulmana fue determinante. Como es sabido, desde el siglo IX los árabes habían aprendido de los chinos a fabricar papel, una invención que desde el año 1192, cuando la ciudad de Delhi fue conquistada por Muhammad de Ghor, se impuso como parte del proceso de islamización. Y es que a  lo largo de los siguientes cien años la mayor parte de la India fue conquistada por los sultanes de Delhi, quienes desarrollaron una sistemática política en contra del hinduismo y del budismo. La introducción del papel fue, en muchos aspectos, una manera de hacer desaparecer los libros pothi, que simbolizaban la cultura y las religiones autóctonas. En el sur de la India, en cambio, territorio no conquistado por los musulmanes, las hojas de palma continuaron teniendo uso generalizado hasta el siglo XIX, en gran parte como un signo de identidad cultural. Una función que, muy probablemente, también constituya la causa de que este mismo formato, sobre papel, haya perdurado en el Himalaya o en Mongolia.

 

Sobre la evolución de estos libros pothi sobre palma se ha constado que hacia el siglo XIV se abandonó en el sur de la India, de manera generalizada, el uso de hojas de la autóctona palmera talipot por las procedentes de otra palmera, la de la variedad Palmyra (Borassus flabellifer), una planta de  abanico similar a la anterior, pero algo más pequeña en cuanto al tamaño de la hoja La primera, que todavía crece de modo silvestre en Ceilán y en la costa de Malabar, sólo era útil por sus hojas, pero la Palmyra produce no sólo hojas, sino también frutas y savia, además de ser mucho más fácil de cultivar. Introducido desde el este de África, la primera referencia a un árbol de este tipo en la India se fecha en 1328. En el curso de unos pocos siglos su expansión supuso el abandono de los cultivos  extensivos de talipot en el sur de la India y, en consecuencia, la hoja de palmyra fue progresivamente adoptada como material de escritura. En el siglo XVI ya resulta evidente su predominio. Este cambio coincidió con la introducción del papel en las llanuras del norte de la India, por lo que el floreciente comercio de talipot dejó de ser rentable. Sólo en Ceilán y en Birmania, donde la palmera autóctona crecía mucho más rápidamente, sus hojas todavía se siguieron usando para la producción de manuscritos. Las hojas son mucho menos amplias, tienen un 3,75 cm  de ancho como máximo, y su calidad resulta inferior, al ser sus hojas menos flexibles y absorber peor la tinta.

 

Otra gran diferencia entre los pothi indios y tibetanos radica en las diferentes técnicas de copia. Mientras los primeros son, por las características de su soporte vegetal, siempre manuscritos; en cambio, los segundos suelen ser siempre impresos. La progresiva introducción y desarrollo de la imprenta xilográfica desde China a estas áreas periféricas (Tíbet y Mongolia) entre los siglos XII y XVI condujo al abandono de la copia manuscrita. No olvidemos que el budismo tuvo una influencia determinante en el desarrolla de esta técnica de estampación. No hay constancia documental o arqueológica de cómo se inició la técnica xilográfica en Oriente, pero todo parece indicar que se basó en la mera adaptación del procedimiento textil de estampación. En la India y en China, para decorar las telas y los vestidos, se utilizaban desde antiguo planchas de madera labradas con motivos decorativos, geométricos, vegetales o zoomórficos. En Nepal y la India todavía se utilizan estas planchas de madera para estampar los motivos decorativos de los saris. Cuando el budismo inicio su expansión hacia China, en algún momento del siglo III o IV de nuestra Era, los monjes budistas llegaron a la conclusión de que, de la misma manera que se estampaban ropas y telas, también podían imprimirse libros. La copia manual quedó de este modo superada en unos pocos siglos, pues la nueva técnica permitía abaratar costes y facilitaba la lectura de los libros sagrados, tanto a los monjes como a los fieles. Como en aquella época los libros tenían únicamente dos formatos, es decir, o eran libros pothi (hojas rectangulares finas) o eran rollos, estas tablas eran usualmente rectangulares y muy alargadas, para adaptarse al formato de dichos libros. Todavía en la actualidad este sistema de impresión y formatos se mantienen en el Tíbet, Nepal y Mongolia. Tiene como característica propia el que presentan el texto labrado por ambas lados de la tabla, ya que los libros en estos países pueden imprimirse por las dos planas del pliego, debido al grosor del papel buthanés o nepalí, como se puede comprobar en los ejemplares mostrados en esta exposición.

Photi. Fig. 4

 

Para saber más:

 

  • Losty, Jeremiah P.: The art of the book in India.  London : British Library, 1982.
  • Gonzalo Sánchez-Molero, J. L. Leyendo en Edo. Breve guía sobre el libro antiguo japonés. Madrid : Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2013.

 

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