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Entre volcanes y viñedos por La Palma

17 de Enero de 2013 a las 08:41 h

Las lavas de los volcanes Teneguía y San Antonio evidencian que la geografía de la isla más joven del archipiélago canario es fruto del vulcanismo. En su extremo meridional, es sorprendente contemplar, además del espectáculo volcánico, cómo las negras laderas son perfectas para el cultivo del viñedo.

Tarde de sábado en La Palma. Es el momento y el lugar perfecto para ir hacia el sur de la isla en busca de la ladera de naciente, como denominan los palmeros a la vertiente este. Allí, a buena altura, se contempla una de las islas más abruptas del mundo, coronada por el Roque de los Muchachos (2.426 m.), su mayor altura, que cierra el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente por su zona norte.

El punto de partida de esta ruta por la isla canaria es la Villa de Mazo que, envuelta por el frescor y la humedad de los vientos alisios, se rodea de un fértil paisaje. De sus plantaciones y la laboriosidad de unos vecinos bien apegados a su tierra se nutre el mercado del Agricultor y Artesanal que, cada tarde de sábado y durante la mañana de los domingos, se celebra en esta localidad de la isla más noroccidental del archipiélago. Deambulando entre su ajetreo comercial se paladean los quesos de cabra, los productos de la huerta y los derivados de la caña de azúcar; pero también una interesante artesanía protagonizada por los bordados palmeros y los cigarros habanos. Si bien el tabaco fue en tiempos pasados el cultivo primordial del valle, hoy es fundamento de una industria minoritaria, aunque muy apreciada por su calidad y su esmerado trabajo manual.

La cerámica negra, elaborada sin torno y con incisiones en espiral, siguiendo la técnica y diseños de los benahoritas, es la artesanía más ancestral y llamativa, cuya elaboración se puede ver en directo en el centro artesanal de El Molino. De estos primeros pobladores prehispánicos se conserva una huella magnífica al sur del municipio, en la cueva de Belmaco, un abrigo natural decorado con petroglifos donde se han hallado abundantes piezas cerámicas, así como herramientas de piedra y hueso.

A medida que se avanza hacia el sur por Las Caletas, el paisaje se convierte en un espectáculo mineral de malpaís y picón volcánico fascinante. Las viñas, que ponen pinceladas de verdor sobre la negrura, van dominando un panorama del que sobresale una llamativa línea de cumbres, son volcanes dormidos, los más recientes de la isla y también los causantes de la bella aunque inquietante orografía que define el extremo meridional.

El que despertó más recientemente fue el Cumbre Vieja, el más activo de la zona. Su erupción de 1971 hizo nacer el Teneguía en un terreno llano y provocó un espectáculo pirotécnico que, además de atraer a numerosos aficionados a la vulcanología, hizo que la isla creciese con los terrenos ganados al mar por sus lavas. El Teneguía recibió su nombre del cercano roque, en cuya cumbre se descubrieron valiosos grabados aborígenes

Su vecino, el volcán San Antonio, no ha entrado en erupción desde 1677, aunque por entonces permaneció un año activo. En sus proximidades se halla el Centro de Visitantes y su cráter perfecto puede ser recorrido por un sendero con vistas sorprendentes, eso sí casi siempre azotado por el viento. La última erupción de este volcán ocultó el manantial de aguas calientes del que toma nombre el municipio de Fuencaliente. Un manantial bien conocido por los beneficios de sus propiedades curativas, ya que fueron alabadas por monarcas y muy demandadas por pasajeros de los barcos que transitaban entre Europa y América haciendo escala en la isla.

El Búcaro y sus impresionantes coladas de lava es otro de los volcanes del Monumento Natural de los Volcanes de Teneguía a los que merece la pena asomarse, aunque a muchos visitantes les baste, para llegar al extraordinario paisaje del confín de la isla, con el disfrute de sus escénicas puestas de sol. Para ser testigo privilegiado de ellas hay que dirigirse al faro de Fuencaliente, que, en verdad, son dos; el más antiguo, con su inconfundible torre de piedra volcánica, fue dañado por la erupción del Teneguía, por ello se levantó otro moderno a comienzos del siglo pasado.

A su lado se encuentran un complejo salinero artesanal que no ha dejado de funcionar desde su fundación en 1967, salvo un año, el de la erupción del Teneguía. Se trata de un enclave de interés científico por ser uno de los pocos humedales de la isla, al que suma la riqueza submarina de los fondos marinos de la aledaña playa de Faro.
El paisaje volcánico sin barrancos, gracias a lo reciente de su creación y, por ello, escasamente sometido a la erosión, se prolonga por la vertiente occidental recortada de playas y calas de arenas negras y roca. Sus terrenos fértiles de ladera son perfectos para el cultivo del viñedo mientras que en las proximidades al mar son las plataneras el cultivo más extendido.

Es esta la zona con mayor producción de vino palmero, un caldo elaborado con la variedad de uva malvasía que dio en el siglo XVII prosperidad y fama a la isla al servirse en las mejores mesas europeas. Tanto es así que ilustres escritores de la talla de Shakespeare, Robert L. Stevenson y Walter Scott lo alabaron en las inmortales páginas de sus obras.

Fuente: Hola.com

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