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Vidas posibles

Ana Isabel Rábade Obradó 11 de Febrero de 2011 a las 09:33 h

No sé si La contravida (1986) es una de las obras más leídas ni más valoradas del tan prolífico -a veces demasiado- como excelente Philip Roth. Pero es una de las que a mí más me gustan. Así que he pensado que era un buen momento para proponerla como lectura antes de la aparición en lengua castellana, que sospecho inminente, de su última novela, Némesis (le he echado un ojillo en inglés y no me parece que sea de lo mejorcito que ha escrito). De paso, completo con ello mi nómina de Roths, después de Joseph y Henry.

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Indignación

Amanda Cabo Pan 13 de Abril de 2009 a las 11:04 h

En su última novela, Indignación, Philip Roth recrea el mundo de su adolescencia en un barrio humilde de Newark, Nueva Jersey. El protagonista, un joven de 19 años, vive en una típica familia de la clase trabajadora. Pero Messner sueña con escapar de un destino tan gris como el de su padre, un laborioso carnicero obsesionado con los peligros que podrían acechar a su único y bien amado hijo. En su empeño por huir, acaba en una universidad rural y conservadora en Ohio. Aquí comienza un viaje de iniciación, los rituales sexuales, el choque cultural, el antisemitismo y la amenaza latente de ser enviado a la guerra de Corea. La inexperiencia y una cadena de pequeños errores hacen que se desencadene un final trágico.

Indignación es una historia intimista sobre el pasado irrecuperable, la resistencia intelectual, la rebeldía.

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EL PECHO

Javier García García 18 de Diciembre de 2008 a las 13:35 h

"Soy un pecho. Un fenómeno que me han descrito de diversas maneras, como "un influjo hormonal masivo", "una catástrofe endocrinopática" o "una explosión hermafrodítica de cromosomas", tuvo lugar en mi organismo entre la medianoche y las cuatro de la madrugada del 18 de febrero de 1971 y me convirtió en una glándula mamaria sin ninguna relación con ninguna forma humana".

David Kepesh, profesor de literatura en Stanford, convertido en una teta de metro ochenta de diámetro, reposa sobre una hamaca en una habitación de hospital. Está ciega, pero habla, oye y, sobre todo, siente. Porque si uno se transforma en una enorme glándula erógena pectoral, ¿qué otra expectativa tiene sino la de ser continuamente excitado, balanceándose de gusto, aunque esté condenado (por lógicas razones) a la anorgasmia?

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