"Pisa con suavidad porque estás pisando mis sueños". William Butler Yeats
Todos aquellos, que rodeados de insatisfacciones, fueron anotando, en la generación americana de los años 40 y 50 del siglo XX, las experiencias de un mundo de jóvenes, que ellos mismos bautizaron como "acabados" o "incompletos", siguen hoy creando escuela en una puntillosa generación, no muy lejos de esos derroteros, volviendo a preguntarse, si con la osadía de experimentarlo todo, llegarán a encontrar su lugar en la sociedad.
Pisaron fuerte, entre la tierra y el éxtasis, con una mano para el alcohol y la otra para las drogas, desnudaron su cuerpo para mezclar sus sexos, combinando sus posibilidades, y sin trayectorias definidas, postularon una doctrina de libertades, imprimiéndolas en la literatura, a la música, a la pintura y al cine, donde aún suena el eco de ese cataclismo, en las expreiones artísticas actuales.
Sin alterar los cánones literarios que estructuran la secuencia de una narración, introdujeron palabras y frases que bebían de la obscenidad, y desalojaron el enquistado palabrerío de una previa camada, asfixiada por psicoanálisis, hecatombes y posguerra. Los héroes ya habían tenido su minuto de gloría, y ellos, que en su álgida vitalidad, no encontraban rutas de fuga, habían conocido la filosofía oriental, quemaban hierbas, polvos, bebían te, y de aquellas combustiones, salió la literatura que apretaba y exigía un cambio, esnifando la libertad soñada.
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