Por regla general, es difícil trazar la línea que separa una novela de suspense del mero relato perteneciente al género detectivesco, al menos en lo que se refiere a obras escritas con unos mínimos estándares de calidad. De la misma forma, no resulta obvio separar el relato de ciencia ficción con elementos de suspense del relato de aventuras o, incluso, del relato de horror. La línea divisoria que generalmente se establece es por tanto muy tenue, y no siempre resulta fácil dilucidar con acierto si una obra pertenece más a un género que a otro. Mientras la buena ciencia ficción se distingue por sus ideas innovadoras, que suelen constituir el núcleo alrededor del cual se desarrolla la narración, el género detectivesco se centra más en la caracterización de los personajes o en la acción propiamente dicha, dejando de lado cuestiones de índole filosófica o especulativa. Los grandes clásicos de la novela de detectives son muy fáciles de identificar, tanto por su contexto social como histórico, y raramente ofrecen dudas sobre su clasificación. La ciencia ficción, por el contrario, se enfrenta al dilema de no estar netamente definida, y multitud de obras no son plenamente clasificables dentro de los subgéneros que se asocian con ella. El caso de la combinación ciencia ficción y novela de misterio o detectives es especialmente sensible, y durante mucho tiempo se ha debatido si ambos géneros admiten una intersección no trivial. Por razones históricas, los primeros intentos de extrapolar un género al otro fueron abordados por autores de novelas de misterio o aventuras, que pretendían ensayar sus capacidades en un nuevo tipo de literatura.
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