Ir al contenido

Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 19 de abril de 2024

Inicio | ¡Buenos días! (Presentación por Miquel Barceló) | ¿Quiénes somos? | ¿Cómo puedo participar? | Aviso legal | Revistas culturales

Solipsys

Cada vez que escucho el rechinar de la puerta me estremezco. Siento mi corazón estrujándose aprisionado en una extraña sensación entremezcla de ansiedad y desolación. Es estúpido... especialmente después de haber escuchado ese sonido cientos de veces, docenas de veces al día.

La habitación donde trabajo es una repulsiva recámara estrecha y pequeña... o al menos así me parece a mí. Puede que sea más grande pero el hecho de que sea mi prisión quizás influye en mi percepción de ella y la siento como una celda asfixiante y claustrofóbica.

Allí recibo incontables clientes todos los días. Nos obligan a trabajar entre doce y diecisiete horas diarias, dependiendo de la cantidad de clientela, especialmente los fines de semana. Como trabajo todos los días sólo reconozco los fines de semana porque la afluencia de clientes aumenta.

Una escucha esas historias dramáticas sobre tráfico sexual de personas pero no puede imaginar lo que significa vivirlas en carne propia...

Los que me explotan son unos pandilleros amenazadores. Unos sujetos turbios, fornidos y peligrosos. Me secuestraron hace ya varios años, no recuerdo cuántos, y me golpean con frecuencia, como a las otras chicas. Al principio las palizas respondían a sus esfuerzos por doblegarme, luego fueron correctivos cada vez que intentaba escapar o desobedecía a un cliente en alguna de sus perversas peticiones... ahora no sé a qué responden, ni me interesa. Desde hace años soy como un autómata sin pensamiento ni voluntad que sólo sigue órdenes silenciosamente. Quizás es sólo una forma de recordarme que pueden matarme o hacerme cosas peores cuando lo deseen y no quieren que me olvide del dolor.

El último cliente se fue y empiezo a sentir esa ansia insoportable y tortuosa por droga. Mi cuerpo me pide a gritos la dosis de cocaína así que la pido de la forma más respetuosa posible. A veces olvidan darnos agua o comida, pero nunca olvidan la droga pues saben bien que tenernos adictas es parte importante del sistema.

Yo no era adicta antes de ser secuestrada. De hecho nunca había probado drogas, pero ellos me las inyectaron a la fuerza. Aunque admito que hace más soportable esta vida miserable.

Trato de dormir la mayor parte de mi tiempo libre, pero aún eso es imposible. Cuando no estamos atendiendo clientes se nos permite deambular por el burdel. Es un lugar oscuro y sucio, o así lo veo. La mayoría de las chicas como yo se sientan a ver televisión en la sala principal, observando idiotizadas la pantalla con rostros demacrados y lastimeros. Hace años que no me veo en el espejo, yo misma no deseo hacerlo... ¿estaré igual que ellas? ¿Así, toda ojerosa, pálida y ajada?

Me senté en el sofá. Algunas chicas son amigas entre ellas, pero yo nunca lo intenté ni ellas jamás trataron de socializar conmigo.

En la televisión aparece un tipo pelón con una toga roja. Parece un monje budista o algo así, hablando sobre vidas pasadas y karma en un empalagoso programa de entrevistas.

-¿Y qué tal si todo lo que perciben tus sentidos es mentira? ¿Qué tal si el universo entero es una ilusión? ¿Si tu mente es la que produce el mundo en el que vives? -Luego me miró fijamente y dijo: -Sí, te hablo a ti.

Miré atónita la televisión. ¿Me hablaba a mí?

Uno de los matones se levantó y apagó la televisión.

-¡A trabajar putas! ¡Suficiente descanso!

Traté de suplicarle que me dejara ver el programa pero sólo recibí un manotazo como respuesta y que me lanzaran al cuarto donde trabajo con más violencia de la usual.

Pero mientras cumplía mi insoportable labor ese largo día (como todos los días que se me hacían interminables) seguía pensando en las palabras del monje. ¿Y si es este mundo sólo es una amarga pesadilla?

Debo estarme volviendo loca... ¿Pesadilla? ¡Imposible! ¿Qué pesadilla podría ser tan horrible? Además... el monje no hablaba conmigo a través de la televisión, seguramente sólo hablaba con la audiencia. ¡Qué estúpida soy!

Las semanas transcurrieron. A veces pienso en mi familia, o al menos tengo resabios en mi memoria sobre ellos. Recuerdo que tenía toda una amorosa familia que me quería, de la que fui cruelmente separada, al parecer para siempre.

En una ocasión en que me encontraba atendiendo a uno de tantos clientes (no lo puedo describir, con el tiempo se vuelven todos iguales) escuché de nuevo la voz del monje. ¡Pero esta vez en el cuarto!

-El universo es una ilusión. La creación de nuestras mentes. Sólo estamos soñando y no nos damos cuenta. Ayer soñé que era una mariposa. ¿Soy un hombre que sueña que es una mariposa o una mariposa que sueña que es un hombre?

-¿Qué? ¿Qué...? ¿Quién eres? -comencé a gritar histérica- ¿Qué me quieres decir? ¿Cómo puede ser este infierno creación de mi mente? ¡Cállate! ¡Cállate maldito! ¡Maldito seas!

Sobra decir que mi reacción espantó al que estaba conmigo. Esa noche me golpearon y torturaron durante horas como castigo por mi irrespeto y por arriesgar el negocio ahuyentando a un cliente. Mientras me apaleaban estando esposada a unos tubos en el sótano llegué a la conclusión de que estaba loca. ¿Cómo podía ser todo esto producto de mi mente? Ni siquiera la más enferma masoquista podría imaginar un purgatorio como este, mucho menos querer vivir en él.

Allí, con los ojos casi cerrados por los golpes y el sabor de la sangre en mi boca observé una rata moviéndose entre los escondrijos del sótano y vi cómo se lanzó contra una cucaracha y comenzó a devorarla.

-¿Crees que la rata quiere ser una rata? -dijo la voz del monje- ¿o la cucaracha una cucaracha? Ellas también crean el universo en que viven. Nadie quiere vivir en el Samsara, pero el Samsara nos obliga a vivir en su ilusión, ilusión que creamos nosotros mismos. Como un círculo vicioso e interminable.

El monje estaba sentado en posición de loto sobre un bote de basura cerca de mí.

-¡¿Quién es usted y que quiere!?

-El inconsciente del neurótico es responsable de su sufrimiento, como lo es la caótica mente alucinadora del psicótico. Ellos sufren, como tú. ¿Crees que el esquizofrénico atormentando por las horribles imágenes que observa o las voces que lo torturan es feliz? No. ¡Sufre! ¿Quién provoca su sufrimiento? Su propia mente. ¿Y qué tal si ese es el infierno? ¿Qué tal si al morir quedamos atrapados en una interminable pesadilla?

-El que muere, muere. Descansa. Deja de existir y está en paz. Yo quiero morir...

-¿Cómo lo sabes? ¿Y si la mente sobrevive indefinidamente tras la muerte y crea un nuevo universo personal?

-¿Estoy muerta? ¿Estoy en el infierno?

Uno de los matones me escuchó hablando sola y bajó las escaleras para propinarme otra tunda... sólo que esta vez sus golpes me llevaron a la inconsciencia.

Pero desperté en una camilla de hospital... o eso parecía. Tenía un extraño aparato en la cabeza que me cubría los oídos y los ojos e instintivamente me lo arranqué. Al quitármelo me percaté de algo extrañísimo... mis brazos no parecían mis brazos, sino que eran brazos masculinos. Mostraban la anatomía y vellosidad de dos brazos de hombre con un extraño tatuaje en el antebrazo derecho. ¿Qué diablos?

Me levanté de la camilla... sólo que no era una camilla de hospital normal. Parecía una enorme máquina de encefalogramas donde introducen a los pacientes para hacerles tomografías en la cabeza. Vestía la típica bata de hospital pero... no sé cómo explicarlo... era un hombre.

-Todavía hay activistas que se oponen a este tipo de sanciones. Aseguran que son inusualmente crueles... -dijo una voz en las afueras de la habitación. Reaccioné escondiéndome tras el marco de la puerta y agucé el oído para escucharlo todo.

-Todo comenzó con aquel tipo, creo que era alemán, el que descubrieron que había retenido a su hija por quince años en su sótano para abusar de ella. Decían que la prisión no era suficiente, que debían hacerle vivir exactamente lo mismo que él había hecho sufrir a su víctima. Entonces la empresa Solipsys, que era especialista en realidad virtual, se ofreció a brindar el servicio. Es un buen negocio.

-¿Entonces todas estas personas cometieron algún crimen?

-Sí. Fueron encontrados culpables. Tenemos de todo; proxenetas, golpeadores de esposas o de hijos, abusadores sexuales. Un tipo que prostituía a sus hijas, una madre que apaleaba a sus hijos, hasta un sujeto que había torturado disidentes en alguna prisión durante una dictadura militar.

-¿Todos viven lo que hicieron sufrir a sus víctimas?

-Exacto. Durante los años que dure la condena, que suelen ser muchos en la mayoría de los casos.

-¿Hay alguien con cadena perpetua?

-Sí, el tipo de la habitación doce. Manejaba un anillo de tráfico sexual y trata de personas. Forzó a la prostitución a docenas de mujeres. El juez lo condenó de por vida.

Allí estaba... claro como pocas veces pude ver un número... un enorme doce grabado en la puerta... aquellos hombres hablaban de mí.

Escuché entonces una alarma.

-¡El de la doce despertó! -dijo una voz en las afueras. Pronto varios tipos entraron a la habitación, todos vestidos de blanco pero no eran médicos ni enfermeros, sino guardias de seguridad. Intenté defenderme pero usaron un aturdidor eléctrico que en segundos me sometió y me convirtió en un cuerpo convulsionante.

Luego me drogaron y me colocaron encima de la máquina. Por algunos momentos pude ver el logo de la empresa constructora, que en verdad decía "Solipsys".

-¿Esto es común? -preguntó uno de los custodios, reconocí su voz como el advenedizo joven que estaba siendo instruido por un compañero más experimentado.

-A veces pasa que se despiertan, pero es muy inusual. Toma en cuenta que trabajamos con sus mentes. En ocasiones sus inconscientes empiezan a enviarles mensajes para que se percaten de que están en un mundo virtual... en una especie de sueño... o más bien pesadilla. Lo llaman "síndrome gnóstico".

-¿Gnóstico?

-Una antigua religión que creía que el universo entero era el verdadero infierno y una prisión donde nos metió un dios cruel y malvado. Ahora conecta eso y eso... y luego...

No escuché más de lo que dijeron. Sólo desperté, en la cama de siempre. Era una mujer de nuevo y un cliente horrendo y maloliente esperaba ansioso por mis servicios. Tuvo que ser un sueño... nada más que un sueño...

¿Verdad?

Bookmark and Share

Comentarios - 1

Carlos

1
Carlos - 18-03-2014 - 10:03:27h

Este es uno de los mejores relatos que he leido


Logotipo de la UCM, pulse para acceder a la página principal
Universidad Complutense de Madrid - Ciudad Universitaria - 28040 Madrid - Tel. +34 914520400
[Información - Sugerencias]
ISSN: 1989-8363