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Crítica de cine. Moonlight, de Barry Jenkins

Texto: Jaime Fernández, - 27 FEB 2017 a las 11:28 CET

La vida de Chiron, con una madre yonqui prostituta y con una mayor sensibilidad que otros niños de su entorno, es un desastre. Es víctima de malos tratos y de acoso, por todas partes, hasta que recibe el inesperado apoyo de un traficante de drogas del suburbio de Miami en el que vive. Aquello le cambiará la vida, y también su personalidad, o al menos lo hará en la superficie, en lo que dejará ver a los demás.

 

El guión de este filme está firmado por el director Barry Jenkins y por Tarell Alvin McCraney. Este último había escrito otro guión previo, también sobre el descubrimiento sexual de un joven en un momento dramático, en concreto durante la destrucción de Miami en 1992 por el huracán Andrew. Por su parte, Jenkins ha escrito los guiones de sus filmes y cortometrajes, todos ellos centrados en las relaciones humanas, tema en el que se ha especializado, lo que se nota en la escritura sutil de esta historia que lleva a un chavalín a convertirse en un macarra, aunque llevando siempre dentro a un niño acosado.


La historia se estructura en tres etapas distintas del aprendizaje vital del protagonista y la transición entre ellas es fluida e inteligente. Las elipsis las llena de manera inmediata el espectador y comprende perfectamente la deriva del chaval. Para que eso ocurra hace falta un guión muy bien estructurado y escrito con gran inteligencia que se articula para contarnos la que al final resulta ser una atípica historia de amor.


La manera de rodar de Barry Jenkins también es bastante destacable. Quizás en algún momento pueda pecar de falta de emotividad, pero lo que busca es la contención de las emociones, que es al fin y al cabo por lo que debe pasar el protagonista, que no se puede poner a dar saltos de alegría o muestras de su personalidad a no ser que quiera que le partan la cara y le rechacen. La cámara acompaña a los protagonistas, pero no les agobia, sino que les busca como si se tratara de un falso documental. Las barriadas siniestras de un lugar tan aparentemente glamuroso como Miami están muy bien reflejadas en esta película. Estados Unidos es un país duro para muchos de sus habitantes y de hecho, si el mismo Jenkis no ha ganado el Oscar al mejor director a pesar de llevarse el del mejor guión adaptado y el de mejor película es porque es un director negro, ni más ni menos.


En cuanto a los actores, lo cierto es que todos lo hacen muy bien y la Academia ha hecho justicia con Mahershala Ali, en su papel de traficante que acoge al chavalín maltratado. Pero perfectamente se lo podrían haber llevado los tres que interpretan al protagonista en sus diferentes edades: Alex R. Hibbert (como Little), Ashton Sanders (como Chiron) y Trevante Rhodes (como Black). Naomie Harris también hace un papelón como la madre yonqui, y con ella los de maquillaje también se podrían ganar algún premio, porque recordemos que esta chica es de 1976 y en la película parece una abuela totalmente destruida por las drogas.

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