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Los terremotos hacen temblar a los vecinos en castellón

7 de Octubre de 2013 a las 11:16 h

La tranquila vida de los habitantes de Vinaroz se ha visto transformada en miedo e incertidumbre por los seísmos.

Con el mar, la agricultura y un turismo todavía incipiente como principal motor económico, la población de Vinaroz no está acostumbrada a acaparar la atención mediática. Sus poco más de 28.000 habitantes disfrutan de una vida tranquila, aderezada de vez en cuando con pequeñas rencillas locales: los pescadores de trasmallo con los de arrastre a cuenta de los caladeros de langostino; las típicas rivalidades entre valencianos y sus vecinos catalanes... A lo que no estaban acostumbrados es a sentir cómo la tierra se mueve bajo sus pies, de forma imprevisible.

Hace ya casi un mes que la tranquilidad de esta población castellonense ha devenido en miedo e incertidumbre, y a la sorpresa paralizante de los primeros días le ha sucedido un clamor general. Caceroladas nocturnas y protestas dirigidas a políticos y responsables de la planta de almacenamiento de gas subterráneo, a la que se atribuyen los más de 300 temblores registrados en el golfo de Valencia desde el pasado 9 de septiembre. Apenas se prolongan durante unos segundos, y no son tan intensos como para agrietar tuberías o tumbar muebles en el interior de las casas. Pero asustan, en mayor o menor medida, a unos ciudadanos a los que todavía no se les puede dar garantías de cuándo ni cómo van a dejar de producirse los movimientos sísmicos.

Las inyecciones de gas se interrumpieron el 16 de septiembre, pero la acción humana parece haber desencadenado un proceso natural. El pasado viernes se produjeron otros dos temblores, esta vez diurnos, y ambos por encima de 3 en la escala de Richter. «El daño ya está hecho», se lamenta Juanjo, un vecino del municipio. «El Delta del Ebro está lleno de fallas. Yo de esto no entiendo, pero como la presión del gas haya afectado a las placas tectónicas, sí que tenemos un problema», opina el propietario de un restaurante del paseo marítimo.

Central de Vandellós
Temor a que los temblores afecten a la próxima central nuclear de Vandellós, dudas acerca de la reversibilidad del daño... Parece que la propia incertidumbre de los técnicos y de la empresa responsable de la planta genera confusión entre la población. «Ahora mismo nos resulta imposible predecir el número de seísmos que todavía tendremos que sufrir -informa el alcalde de Vinaroz, Juan Bautista (PP)-, pero se presupone que su intensidad irá disminuyendo poco a poco».

Hasta ahora, los vinarocenses habían convivido sin problema con la planta Castor, que teóricamente está produciendo los terremotos por efecto de la presión en el terreno mediante la inyección de gas. Este proyecto encontró menos oposición que el que se propuso en 2009 de construir varios parques eólicos en el litoral del Maestrat (afectando a Benicarló, Peñíscola y Vinaroz). La plataforma de gas, por el contrario, no suponía ningún impacto visual añadido, dado que su ubicación coincidía con la del antiguo yacimiento petrolífero que explotó la empresa Shell entre 1973 y 1988.

Expectativas de la planta
La empresa Escal UGS no encontró demasiados obstáculos en Vinaroz, e incluso llegó a ser bienvenida por parte del Ayuntamiento y de muchos de sus ciudadanos, a los que regalaron los oídos con la promesa de masivas contrataciones laborales, algunas de las cuales servirían para recolocar a los marineros más mayores.

Ahora, el propio alcalde reconoce que «la planta no ha colmado las expectativas de los ciudadanos». En declaraciones a ABC, el primer edil cifra en unos 300 ó 400 los empleos directos generados durante la fase constructiva de la planta terrestre y la marítima, «pero la mayoría de las empresas que participaron eran de fuera». «Hoy, la actividad allí está limitada a personal cualificado y administrativo, con lo que la repercusión entre los vecinos de la comarca y sus municipios es todavía menor».

Por otra parte, la instalación de la planta llevaba aparejado el pago de cuantiosos ingresos en forma de tributos e impuestos, que podrían rondar los 500.000 euros anuales (aunque insiste Juan Bautista en que esta cifra no es fiable, porque está pendiente de valorar). Sin embargo, por cuestiones exclusivamente administrativas, el Ayuntamiento de Vinaroz no ha recibido ni un euro hasta la fecha.

Preguntamos a varios pescadores si han detectado algún fenómeno extraño en el mar durante las últimas semanas. Juan y Pepe, de 47 años de edad, zarpan cada noche en busca de todo tipo de pescado azul. Se alejan entre 30 y 40 millas de la costa y pasan a diario muy cerca del perímetro de seguridad que impide que los pesqueros se acerquen a menos de una milla de la planta de gas. Por allí, nos cuentan, todo parece tranquilo. ¿Vuelven a puerto ahora menos cargados que antes de los seísmos? «Qué va, si recogemos menos es porque cada vez queda menos».

Nos acercamos a otro grupo de marineros, dedicados al tradicional arte del trasmallo, con el que se captura el apreciado langostino de Vinaroz. Ellos, que faenan más cerca de la costa, aseguran haber detectado «corrientes extrañas» y muy cambiantes durante los últimos días. Aseguran que esta desorientación merma sus pescas diarias, aunque no han detectado ninguna variación en la biodiversidad del fondo marino. El mar, por el momento, no ha dejado de darles de comer.

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