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Cole Porter y “De-Lovely”

María Luisa Esteban Hernández 18 de Diciembre de 2012 a las 13:34 h

Con este post la Biblioteca de Filología te felicita la Navidad.

Sus canciones nos han acompañado siempre, con frecuencia quizá ignoremos que son suyas pero están en la banda musical de nuestra vida y hasta puede que algunas ocupen un lugar especial en nuestro imaginario sentimental.

Las compuso mayoritariamente a lo largo de cuatro décadas del siglo pasado, entre 1920 y 1960, décadas especialmente creativas en la música popular americana. Canciones sofisticadas, de gran complejidad musical y argumental. Temas románticos, cínicos, irónicos o deliciosamente divertidos; casi siempre con un trasfondo biográfico y siempre geniales. Canciones que dicen cosas profundas, aunque a veces lo disimulen bajo esa capa de alegría y despreocupación que a menudo las envuelve.

Más de mil temas que integraban algunas de las más exitosas comedias representadas primero en aquel Broadway mítico y glamuroso, y después también en el Hollywood de los optimistas musicales. Muchas pensadas para Fred Astaire que en los años de la depresión constituían un escape de las duras condiciones de vida; que siguieron alegrando a las gentes en los conflictivos '40 y haciéndolas soñar a lo largo de la década siguiente, la edad de oro del musical americano. Y que entonces y después siguieron cosechando éxitos en las voces de Frank Sinatra, Ella Fitzgerald... y tantos otros, hasta nuestros días, en que numerosos cantantes vuelven a interpretarlas, seguros de que otra vez nos entusiasmarán.

¿Quién no disfruta escuchando "I Love Paris", "You're the Top", "Begin the Beguine", "So in Love", "Let's do it"...?, ¿Quién no recuerda a Marilyn Monroe entonando "My Heart Belongs tu Daddy"?; ¿a Ginger y Fred enamorándose con "Night and Day" en "La alegre divorciada"?, (Sandrick, 1934); ¿a Cyd Charysse transformándose en dama elegante al compás de una de sus melodías?, ("La bella de Moscú", Mamoulian, 1957)... Por recordar sólo alguno de los muchos momentos mágicos que sus temas han hecho posible.  

Se trata de Cole Porter, uno de los grandes compositores de la música popular norteamericana en la primera mitad del siglo XX. En su país es un clásico y en Europa, al menos, también. No fue como manda el cliché un músico recluido en oscuros aposentos luchando contra la miseria; lo tenía casi todo, inteligencia, ingenio, gracia, dinero...

Nacido en el seno de una familia perteneciente a la buena sociedad americana: abuelo millonario, una madre dedicada que le introdujo en la música desde muy niño, educación esmerada en Yale, donde ya componía para el equipo de fútbol de la universidad..., tras un breve paso por Harvard para estudiar Leyes decide concentrarse en la música y en 1916 asistimos a su primer estreno en Broadway, que constituye un rotundo fracaso.

Marcha entonces a París, donde, acostumbrado al lujo y la riqueza, lleva una vida alegre y despreocupada, moviéndose en los círculos de la alta sociedad. Conocía a todo el mundo: Stravinsky, Cocteau, Picasso, Fitzgerald, Hemingway, Noel Coward... son, por ejemplo, algunos de los personajes que allí frecuentó. Declaradamente homosexual, conoce a Linda Lee Thomas, una rica divorciada ocho años mayor que él y en 1919 contraen matrimonio en París. Linda le abriría aún más su esfera de contactos sociales y se convertiría en un personaje decisivo para su carrera de compositor.

Sin abandonar completamente su residencia francesa, regresa con su esposa a los Estados Unidos, dividiendo su vida entre París y New York. Quiere triunfar en Broadway, llegar a ser tan famoso como George Gerswin o Irving Berlin, quien le abriría las puertas del mundillo teatral neoyorkino. Y aterriza allí cuando el crack del 29 ha sumido al país en el pesimismo y la depresión. No será una barrera; tal vez sus canciones atrevidas y optimistas fueran un tónico para una nación en apuros, porque sus comedias "Anything goes", (1934), y "Gay divorced", (1932), alcanzan enorme éxito. Y esta última se adaptará al cine dos años después.

Siempre sin renunciar a moverse por el mundo, se traslada entonces a Hollywood y empieza su colaboración con el cine, compaginándolo con su actividad teatral y su vida cosmopolita y viajera. En 1937 se parte las piernas en un accidente que le dejó dolores crónicos y le obligó a someterse a más de cuarenta operaciones; nunca se recuperaría de aquello que iría agravando su estado y sumergiéndole en graves depresiones, pero que no le impidió seguir creando.

Su carrera seguiría jalonada de éxitos, tanto en Broadway como en Hollywood. Consiguió su mayor logro teatral con una adaptación de "La fierecilla domada" de Shakespeare, titulada "Kiss me Kate", (1948). Pero  antes y después otras muchas de sus comedias musicales alcanzaron gran fortuna y un número importante de ellas se llevarían también al cine.

Hollywood nos ha regalado adaptaciones inolvidables. Ya hemos citado "Gay divorced", ("La alegre divorciada", Mark Sandrich, 1934), pero también Rouben Mamoulian acomete en 1957 la versión para el cine de otro éxito teatral de Porter, "Silk Stockings", una nueva mirada sobre la "Ninotchka" de Lubitch de 1939. Y están otras, "El pirata" (Vincent Minnelli, 1948), "High Society", ("Alta sociedad", Charles Walters, 1953), "Les girls", (Cukor, 1956), "Can-Can", (Walter Lang, 1960)...

Su mundo fue muy frívolo, pero muy rico en estímulos intelectuales. Su estilo de vida refleja la personalidad de un dandy caprichoso y exquisito en todo: sus atuendos, sus gustos, sus diversiones, su trabajo también..., aunque él supo combinar esos entornos frívolos y alocados de fiestas disparatadas y dolce far niente con su quehacer de compositor melódico, dejándonos una obra imperecedera.   

Hay al menos dos películas biográficas sobre su trayectoria vital. La primera, falsa e hipócrita, se realizó en vida de Porter, bajo el título de una de sus canciones más famosas, "Night and day" (Michael Curtiz, 1946) y ofrece un perfil dulzón y extremadamente engañoso del personaje y su historia; la época no permitía más. Sin embargo hay otra bastante interesante, al menos para aquellos amantes de sus canciones, "De-Lovely", un musical realizado en 2004, que, injustamente, pasó por nuestras carteleras casi desapercibido.

Su director, Irwin Winkler, se rodeó de profesionales brillantes; técnicos, actores, bailarines, cantantes... para realizar una obra seria y honesta. Contó, por ejemplo, con excelentes intérpretes como Kevin Kline, que compone uno de los mejores personajes de su carrera, y con un elenco de figuras relevantes del rock, jazz y pop actuales como Robbie Williams, Elvis Costello, Sheryl Crow, Diana Krall o Natalie Cole, para interpretar versiones exquisitamente orquestadas de diferentes temas del compositor, salpicadas con otras, antiguas, en la propia voz de Cole Porter.

El film, con un enfoque parecido al que Bob Fosse empleara en "All that Jazz" (1979) para contarnos su autobiografía, pero sin la amargura que éste desprende, elude deliberadamente la exposición lineal. No la necesita para darnos una acabada visión del personaje, recreándonos acertadamente sus vivencias en un entorno teatral consustancial a lo que fue la vida, no siempre fácil y especialmente traumática desde su accidente, de este hombre tan intensamente dedicado al teatro.

La trama abarca desde sus años parisinos hasta su vejez, cuando ya septuagenario el personaje se enfrenta, con sorpresa, alegría y dolor, a ese desfile de momentos pasados. Así, su técnica narrativa estructura el film como una mirada que el compositor ya en declive dirigiera a su pasado, mientras éste se despliega ante sus ojos sobre el escenario del primer teatro en que actuó. Emocionado interrumpe a veces la representación para apostillar o quejarse de lo representado. Pero el film avanza, entrando y saliendo para detenerse en diferentes momentos del recorrido vital del personaje, apoyando siempre la narración en sus canciones, que nos van dando la trama argumental de su acontecer.

La película, sin llegar a ser excepcional, está especialmente lograda en su aspecto musical, y mantiene en todo su desarrollo el interés del espectador, que, si es aficionado al género, agradecerá muy mucho la iniciativa, ya que últimamente se realizan pocas películas musicales y, entre ellas, se pueden contar con los dedos de la mano las que alcanzan un nivel comparable a las geniales que nos dieron las décadas del 30 al 50. Claro que aquellos años dorados del musical contaron con compositores tan brillantes como Cole Porter, cuyas obras siguen emocionándonos hoy.  

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