En un país en el que se crean 365 editoriales al año, uno podría pensar que Ofegabous adoptó un nombre casi impronunciable para ir avisando de que iba a ser no la oveja negra, sino un bicho raro.

También es posible que los creadores sintieran su proyecto identificado con el animal que lleva su nombre («ofegabous» significa «gallipato» en catalán) porque también es una criatura pequeña, simpática, prácticamente desconocida, en vías de extinción y la mar de cuca.

Puede ser que en público los responsables de la existencia de esta rara avis editorial den alguna de las anteriores explicaciones, pero en privado te confesarán la verdad, la cruda verdad; y es que no tienen ni idea del porqué del nombre de su cría. Simplemente la llaman Ofegabous, ya está. Y no es que estén como una cabra, sino que hay una cosa que sí tienen clara: una editorial no se define por su nombre, sino por los libros que publican. Y estos hace tiempo que salieron de la madriguera. Vamos, que no hace falta ser un lince para verlos.