El fallecido pronto fue identificado como Lance Crosby, de 63 años, natural de Billings, Montana. Trabajaba de enfermero con contratos temporales en un dispensario médico del parque y esa misma mañana sus compañeros de trabajo habían alertado de su desaparición.
La investigación reveló que Crosby había salido la víspera a practicar senderismo en solitario, sin espray antiosos, y se había topado con una osa grizzly y sus dos crías. Después de matarlo y empezar a devorarlo, dejando que sus oseznos también participasen del banquete, la osa había semienterrado los restos con tierra y pinaza, como hacen los grizzlies cuando pretenden reservar para más tarde una pieza de carne. El personal del parque logró atrapar a la osa y, tras demostrar fehacientemente su intervención en la muerte de Crosby gracias al ADN, le administró un sedante y un anestésico y la sacrificó, aduciendo que una grizzly adulta que había devorado carne humana y ocultado los despojos era demasiado peligrosa para seguir con vida, aun cuando el fatal encuentro no hubiese sido culpa suya. «Estamos consternados por esta tragedia y no dejamos de pensar en los allegados de la víctima», declaró Dan Wenk, superintendente del parque, un hombre razonable al frente de una misión complicada: conseguir que Yellowstone sea un lugar seguro tanto para las personas como para la fauna.
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