La historia del libro a través de las colecciones de la Universidad Complutense 
Exposición permanente de la Biblioteca Histórica

Palabras preliminares

Francisco Javier de Jorge García-Reyes

RODRÍGUEZ, Cristobal
Bibliotheca universal de la polygraphia española.
Madrid: Antonio Marín, 1738. 42,5x28,5 cm.
[DER 16562].

"Hic sunt plura sacra et sunt mundalia plura" - "Aquí se hallan muchas cosas sagradas, pero también muchas cosas profanas" -. Estas palabras preliminares intentan glosar la importancia que tiene la biblioteca en la transmisión del saber partiendo de un paradigma: el que representa y exalta la figura del patrono de nuestras tareas universitarias, San Isidoro de Sevilla, en los versos que quedan tallados en la inscripción conmemorativa que preside esta biblioteca y nos devuelven, desde el siglo VII, la razón perdurable de la misión que tiene en la universidad su biblioteca.

La obra de San Isidoro constituye el esfuerzo titánico de un gran pensador por conservar firme e indestructible la herencia cultural e intelectual de occidente. Fue, no solo un simple transmisor de antiguos valores, sino también un organizador y un elaborador de materiales conocidos para nuevos fines, representando la innovación. Su propia biblioteca le proclama restaurador de la antigüedad, su componente clásico es suficiente para nombrarle con todo derecho, continuador consciente de la antigüedad, ya que en ellos encontró fuente inmediata de su pensamiento y cultura.

Utilizando la terminología de Spranger diremos que fue a un tiempo Homo Theoricus, homo socialis y homo religiosus. Montero Díaz sostiene que no le hubiera resultado difícil a un hombre de su talante redactar libros personalismos de absoluta novedad, cuajados de opiniones propias y doctrinas originales. Pero nuestro prelado Sevillano tenía otro concepto de su misión. Era necesario organizar la escuela, fomentar la “lectio” (tolle, lege) insertar la vida social en una gran labor de salvamento de la ciencia antigua. Era necesario redactar sus obras compendiando el saber conocido y permitiendo a sus sucesores y contemporáneos de los más alejados rincones, tomar contacto con la tradición científica. Este empeño exigía una renuncia: la renuncia a la exclusiva exposición del propio pensamiento. En sus escritos despunta la conciencia de cumplir el destino histórico de un transmisor de cultura “el lector leerá no lo nuestro, sino lo de los antiguos”. Menéndez Pelayo, que valoró justamente la figura de San Isidoro, señala que su gran empresa debía ser transmitir la herencia clásica a una sociedad, la visigoda, todavía infantil, y pobre en artes y de toda ciencia. Su indiscutible aporte fue su idea de la unidad del saber y su gran esfuerzo, trazar un colosal inventario de cultura.

La Biblioteca Histórica que inauguramos y su exposición permanente “La historia del libro a través de las colecciones de la Biblioteca Complutense” han logrado plasmar, a la perfección, aquél esfuerzo y mostrar en su magnífico catálogo la idea de “universidad”. Pero su resultado final también enseña y consigue que la agrupación de todos sus fondos históricos sea todo un compendio de “universalidad”; universalidad que ahora se muestra tan próxima a las esencias universitarias porque refiere el universo de los saberes. Todos aquellos que han figurado en los preceptos de nuestra civilización hasta el siglo XIX, están aquí representados; la totalidad de los saberes humanísticos, las “Litterae Humaniores”: la historia sacra y la profana, la filosofía, la geografía y la cosmología, la literatura, la lexicografía, la gramática, la medicina, la teología, el derecho, la veterinaria, la historia natural, las matemáticas, la arquitectura, la tecnología, las bellas artes y la astrología.

 

Con la Biblioteca Histórica, a través de su exposición permanente, se reconstruye la "Ratio" a que respondían las bibliotecas formadas durante los siglos XV, XVI y XVII, y que aún responde a la biblioteca universitaria. Sus diferentes taxonomías y clasificaciones bibliotecarias, sus agrupaciones temáticas representan el mismo esfuerzo presente ya en la biblioteca Isidoriana: trazan el inventario de nuestra cultura, ciencia y quehacer universitario. Pero, hemos de acercarnos a ella sin ideas preconcebidas, tal y como señala Bouza Álvarez: “solemos buscar en ellas el esbozo de lo que hoy disfrutamos y las analizamos desde la perspectiva de lo que les falta o lo que les sobra para alcanzar las clasificaciones contemporáneas, olvidando que las series de disciplinas alto modernas pueden ser la génesis de lo que después conoceremos, pero que responden a un orden autónomamente irrepetible y exclusivo que corremos el riesgo de no entender si le imponemos el que es nuestro pero no el suyo”. La biblioteca por tanto superará en el tiempo a quien pretenda apropiársela.

Para Saramago, "El camino sigue hacia delante, y las cosas que quedan detrás nos sirven para recordar pero no para construir el futuro, sobre ellas habrá que seguir aprendiendo y leyendo aquellos libros que sean como deben ser, como un hacha que rompe el mar, el lago de nuestra conciencia”. Cada generación de universitarios refunda su historia, no sobre su pasado, sino sobre los logros de la generación precedente y cada instante del presente esclarece con otra óptica diferente, otro instante anterior suscitando relieves imprevistos.

Como corolario la biblioteca universitaria refunda a la biblioteca y a la universidad, al recuperar, conservar, difundir e integrar de forma creciente la función documental dentro de la institución universitaria.

Para Ortega y Gasset, tantas veces citado, en la nueva Misión del Bibliotecario, “el hombre de hoy no empieza ser hombre, sino que hereda ya las formas de existencia, las ideas, las experiencias vitales de sus antecesores, y parte del nivel que representa el pretérito humano acumulado bajo sus plantas. Ante un problema, un nuevo reto, el hombre no se encuentra solo con su reacción personal, con lo que a él se le ocurre, sino con todas o muchas de las reacciones, invenciones ideas de sus antepasados. Por eso su vida esta hecha con la acumulación de otras vidas; por eso su vida es sustancialmente progreso”. Y por ello vive de sus ideas y es preciso que la memoria se esfuerce en conservarlas.

BRAUN, Georg
Civitates orbis terrarum liber primus.
[Al fin: Coloniae Agrippinae: Apud Bertranum
Bochholtz: sumtibus actorum, 1599].
[FLL GF].

En este punto confluyen San Isidoro y Ortega y ahora y aquí, en los libros, se funden la universidad antigua y la nueva y la Biblioteca Histórica “Marqués de Valdecilla” con su trabajo la perpetúa.

La necesidad de asegurar la conservación y utilización de nuestros fondos bibliográficos históricos con fines científicos, llevó al actual equipo rector de la Universidad a desarrollar el proyecto de la Biblioteca Histórica, centralizando la instalación de los fondos bibliográficos patrimoniales en un solo edificio, el antiguo “Caserón de San Bernardo”, remodelado magistralmente por el arquitecto D. Jaime López Amor, con la finalidad, tanto de garantizar su conservación en las mejores condiciones, como de facilitar la consulta unitaria en salas y depósitos acondicionados para el uso de investigadores y profesionales. Este proyecto hoy se constituye en una magnífica realidad.

Para alcanzarla hemos contando con el decidido empeño del propio Rector Magnífico D. Rafael Puyol, la inestimable ayuda de los Vicerrectores de Asuntos Económicos e Infraestructuras e Investigación, D. Juan López de la Manzanara y D. Agustín Zapata, con la comprensión y los medios proporcionados por el Gerente General, D. Dionisio Ramos, con el acuerdo y beneplácito de la Junta Gobierno de la Universidad, con el profesional esfuerzo del Director de la Biblioteca Histórica, D. Manuel Sánchez Mariana y de la anterior Directora de la Biblioteca de la Universidad, Dña. Marta Torres Santo Domingo y de todo su equipo, con la aportación de todos los centros custodios del fondo antes de su traslado a esta sede y por último, con la generosa comprensión de toda la comunidad universitaria. A todos ellos gracias.