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LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS geográficos llevados a cabo durante los siglos XV y XVI hicieron posible el conocimiento y la introducción en Europa de nuevas especies botánicas hasta entonces desconocidas. Se describen por primera vez las plantas de las que se extraían especias y simples llegados a Europa desde hacía siglos a través de rutas terrestres desde la India y China incorporándose también a los nuevos herbarios plantas originarias de América. Esta labor pionera la realizaron fundamentalmente médicos portugueses y españoles que redactaron obras de gran difusión en Europa.

La historia natural de las Indias Orientales fue descrita por primera vez por el portugués García da Orta que, huyendo de la Inquisición, se instaló en Goa en 1534. Su obra fue conocida y aprovechada por el también portugués Cristóbal de Acosta, quien viajó extensamente por Asia oriental y, a su regreso a Europa, redactó un tratado cuidadosamente ilustrado. La traducción al latín de estas obras por Charles de l’Écluse extendió por toda Europa el conocimiento de las plantas recientemente descubiertas.

El primer relato científico publicado sobre las plantas americanas se lo debemos al médico sevillano Nicolás Monardes. Nunca viajó a América pero en su obra recoge excelentes descripciones de las plantas recibidas a través de marineros, misioneros o viajeros que luego cultivaba en su jardín privado.

Estrictamente contemporáneo a Monardes fue Francisco Hernández, a quien Felipe II encomendó la tarea de estudiar la materia médica de la Nueva España. Fue sin duda la expedición científica más ambiciosa hasta el momento llevada a cabo con fondos gubernamentales. Realizó una monumental investigación en esta región, culminándola siete años después con la obra Historia Natural de Nueva España, en 17 volúmenes, que recoge más de tres mil plantas mejicanas con los nombres indígenas, algunas características de las plantas, sus usos y lugares donde crecían. Desgraciadamente hubo que esperar más de cincuenta años para ser sólo parcialmente conocida.

Los viajes de exploración botánica promovidos por los gobiernos europeos continuaron durante los siglos XVII y XVIII, si bién ahora España y Portugal perdieron su protagonismo y las especies recién descubiertas van a enriquecer los jardines de las cortes de París, Austria o Londres. Las nuevas rutas abiertas por comerciantes ingleses u holandeses hacia el este favorecieron, además, la realización de viajes científicos a Extremo Oriente y, durante el siglo XVIII, obras como las redactadas por Burman, Thunberg o Loureiro introdujeron en Europa el conocimiento de multitud de plantas hasta entonces desconocidas.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII el pensamiento ilustrado llevó al gobierno español a organizar nuevos viajes de exploración en la misma linea que los realizados dos siglo atrás. La expedición llevada a cabo, en colaboración con Francia, a Perú y Chile en 1777, dio lugar a la publicación de una de las obras científicas más bellas de la historia de la imprenta española.

 

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