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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 20 de abril de 2024

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El duende lorquiano

 

Entre 1914 y 1918, García Lorca fue el alma musical de Granada. En Madrid nace el escritor y se hace esencialmente poeta contagiando de piano y verso la Residencia de Estudiantes que a tantos genios hospedó. José Bello, componente de la camarilla Buñuel, Lorca y Dalí, confiesa que si Lorca viviera se hubiera decantado por el teatro. Músico, poeta o dramaturgo, Lorca es ante todo trino y aire flamenco.

Palabras y piano. Hondura y lirismo. Flamenco.

Federico García Lorca hoy figura en los planes de estudios como uno de los máximos exponentes de la Generación del 27, hito poético en la Historia de la Literatura  Española. Hablar de la poesía de Lorca es hablar de Granada, de gitanos, de puñales y llantos. De lunas, espejos y sus azogues, caballos y verdes ramas. De vientos recogidos de quejíos, de mantas granas . "¡Oh, pueblo perdío / en la Andalucía del llanto". Flamenco. Y entonces sus versos penetran y se entienden, tanto, que duelen.

 Pero Lorca no quiere que le llamen el "poeta gitano", a pesar de que su obra está habitada por gitanos errantes y muchachas de tez aceitunada del barrio del Sacromente, del tempo del Albaycín. "Yo podría ser lo mismo poeta de agujas de coser o de paisajes hidráulicos", se apresuraba a escapar de las etiquetas. Sin quererlo, pues, se convirtió en un referente de la flamenlogía y del aficionado flamenco. Leerle es tonar las sílabas al compás de soleares, peteneras o seguirillas, que se manifiestan y potencian irremediablemente imágenes y metáforas de un marco  muy definido en la mitología flamenca. Quien merodea los umbrales de este arte sabe que los llantos y el dolor remunerado de vida se filtran por unos términos que se perpetúa en su poesía y en el sentir universal de quien sabe que el hombre pena ante la vida sólo por saber que vive. Es quizá esta última voz, desquebrajada y rota, la que resuena en las tildes que pone toná a los versos como la guitarra a la copla de un pueblo penando.

 Quiso entonces expresar una forma de sentir y en 1931 aparece impreso el Poema del Cante Jondo, que incluyen cincuenta y un poemas rasgados del corazón. Fue así, el poeta - músico dibujando con la palabra exacta unos sentimientos, hasta entonces sólo cantados o, a lo sumo, descritos por grandes literatos, en un número estimable, extranjeros, que, según muchos, quedaron rodeando el núcleo central del "duende" que para Lorca salía del cante.

 Apareció entonces uno de los libros de estudio de referencia para el que vive con esta actitud cargada de imprecisiones y de difusos mitos, Teoría del duende. Expuso un camino decisivo en la reflexión de lo que para muchos se hacía imposible verbalizar. Sobre este pellizco, aclamado por el aficionado flamenco, que no es exclusivo del cante jondo, sino del arte en general, Nietzsche se refirió a la música del sur o música mediterránea, contraponiendo a Bizet con Wagner, en favor de este último: "Carmen posee, sobre todo, aquello que es propio tan sólo de las regiones cálidas (...) Esta música es serna (...) su serenidad es africana, la cual posee en sí la fatalidad, siendo entonces su felicidad breve, súbita, sin remisión" Es sutilmente el precedente de lo que luego desarrolló Federico García Lorca sobre la estética del flamenco elaborando una nueva categoría: el duende. Aquel 1933 en la Sociedad de Amigos del Arte, en Buenos Aires, donde pronunció su teoría del duende aportó dos intuiciones poéticas de absoluta genialidad: "el duende es el espíritu de la Tierra" y "el duende no llega si no ve posibilidad de muerte" Y así entendemos que La Piriñaca dijera, cuando un día le preguntaron por lo que sentía cuando cantaba, que le sabía la boca a sangre; o que la Argetinita, en el ritual del baile jondo, llamara a sus muertos al taconear y alzaras los brazos para llegar al cielo, donde, dicen y hace creer el flamenco, se alcanza a Dios.

 Es el duende hondura, profundidad y belleza de la verdad de un pueblo de temblor y escalofrío. Es natural, culto, intempestivo, trágico, pasional y creador., y escapa a pesar de la belleza a la razón histórica de su catarsis. No es tanto un cantar, como una forma de hacerlo.

 Diez años antes de la conferencia, en su intento vital por llegar a las entrañas de un sentir que era parte de su apellido, junto a su compañero de acordes Manuel de Falla, organizaron el Primer Festival de Cante Jondo en su adoradísima Granada, en el que participaron grandes maestros de principios de siglo. Intentaba revalorar el cante jondo frente al cante flamencoide apto para un Madrid de modas y públicos masivos.

 ¿Es quizá por el duende que Lorca sea el poeta local más universal de nuestra poesía? Si bebió de las fuentes del cancionero popular no sólo de Andalucía, sino también del castellano, del asturiano, leonés... Prototipo de español en el extranjero llenaba su poesía de dramas humanos y tormentos del corazón. Es por ello que Neruda llegó a considerar a Lorca como antiesteta, sin menospreciar su valía, porque Lorca era popular y culto al mismo tiempo, como lo fueron Tirso de Molina, Juan de Mena o Nebrija que tomaron composiciones poéticas de las coplas populares, con la diferencia de que Lorca no revestía la miseria, ni la daba forma. La exaltaba tal lenguaje vital de un pueblo a sangre viva.

Queda el legado del duende lorquiano no sólo en su poesía a través de la multitud de canciones que recogió de la poesía tradicional, ni del imaginario de sombras encalladas en la geografía de su obra. Queda como maestro del teorema de lo jondo. Arquitecto licenciado de compases, grandezas y desnudos de lenguaje tierno y hondo de la sensibilidad universal, que hoy nos llega en el último grito de una seguiriya.

 

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