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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Martes, 23 de abril de 2024

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Especial sonetos

 

A la Facultad de Filosofía y Letras

 

Ciclópeas columnas de la inspiración,

décadas guardas de sabiduría,

muros comunes do se combatía,

trincheras de sangre de investigación.

 

Madre nutricia de nuestra educación:

del alma alimento, filosofía;

amor por las letras, filología;

la griega paideia, "humanización".

 

Maestros y genios de la vida son

los polvorientos libros de los muertos,

líquidos senderos del pensamiento,

 

combate de ideas con mucho tesón,

libre progreso entre estratos abiertos,

ansiada verdad del razonamiento.

 

FERNANDO MORA MORENO 

 

 

Soneto

 

Esta noche soñé que me quemaba,

me sentía arder sin causa aparente,

si eran llamas de ventanas o tridentes.

En aire de muerte herido me anegaba.

 

Abrasado el discernir razón no hallaba

ni motivo encontraba que dijese

si de azufre o carbón aquello fuese,

en fuego erguida, por brasas acosada.

 

Tal vez de fiebre fue mi sueño herido,

ignoro si es la causa más precisa,

calor igual jamás he concebido.

 

Y ahora ya sin rastros de ceniza

quizás yo del infierno he conocido

en alma y piel sentir morir la brisa.

 

VALERIA MARTÍN VILLAMIL 

 

 

Dedicado a Isabel D.

Una oscura belleza se derrama

bajo el silencio de tu piel morena:

una sombra escindida, tan serena

con un intenso aroma a beso y cama.

 

Desde el pupitre desterrado clama

mi pasión, y tu cuerpo erguido truena

con un nocturno acento que resuena

y enciende mis ardores con su llama.

 

Arroja en las tinieblas de mi anhelo

el roce de tu carne inquisitoria

que queremos hallar en esta historia

 

de noches esculpidas con desvelo

la negra sinfonía de tu pelo,

el pétalo de un tiempo sin memoria

 

ANÓNIMO

 

 

Sin título

Por los lunares de la fiel cornisa

que adornan los eternos caracoles

te voy buscando hacia aquellos soles

que contemplé una vez en tu sonrisa.

 

Cuando aterrice en la pupila lisa

y eternamente adore tus faroles,

preguntarás qué fue de esos guiñoles

que antaño carcomían mi camisa.

 

Comprenderás entonces que agotados

extraviaron mis dos polichinelas

con tus zapatos de álamo encarnados.

 

Y jamás volverán, pues, despreciados,

desconocen que ávida acuartelas

manantiales de sueño coronados.

 

ALEJANDRO ROMERO NIETO

 

 

Sin título

 

De carne cierta y de sudor forjados,

frenéticos los tres entre manteles.

De cielo y caracolas saturados

somos jinetes y a la vez corceles.

 

La pena y el dolor crucificados.

La suerte engalanada en oropeles.

Cadáveres de tálamo agotados

resucitados luego entre dinteles.

 

Las bocas y los labios combatientes

en una arena sucia y solitaria;

relicario de sueños indecentes.

 

Tres cuerpos entre gotas transparentes

que forjan, en su noche imaginaria,

cavernas circulares y serpientes.

 

ALEJANDRO ROMERO NIETO

 

 

ZONETO

A Zinedine (Zeus) Zidane

 

Coloso que hasta olímpicas alturas

te elevas, cual satélite perdido.

Gigante, si tú estás, cada partido

se adorna de elegantes florituras.

 

A tu lado son simples miniaturas

aquellos que tu suerte han compartido.

Mariscal que cabalgas, aun herido,

por praderas, yermos y sepulturas.

 

El fútbol hecho carne en tu persona.

El cinco a las espaldas cual corona.

Resplandor de Madrid en noches muertas.

 

Tonante dios de calva poderosa,

magnífico Goliath, sol luminosa.

Bailarina procaz de islas desiertas.

 

ALEJANDRO ROMERO NIETO 

 

 

Soneto gerundio

 

Naufragando sangrante en tus rodillas,

muriendo en capiteles soñadores,

afilando de rojo tus albores,

compartiendo amargura en mis mejillas.

 

Coleccionando hermosas pesadillas,

perviviendo mortal en resplandores,

menoscabando frutos mordedores,

escribiendo podridas redondillas.

 

Imitando a vampiresas remotas,

sintiendo amaneceres doloridos,

alimentando cárdenas mascotas.

 

Leyendo pentagramas malheridos,

arrinconando carreteras rotas,

creyendo en dioses blancos y abatidos.

 

ALEJANDRO ROMERO NIETO          

 

 

A César Vallejo

 

Eres hombre fuerte, valiente y hábil

aun estando solo, quieto y callado

tu poesía es sombra de tu pluma ágil,

tu vida dura, un ejemplo admirado.

 

¡Oh Vallejo! Describirte no es fácil,

en tu mirada honda veo el pasado

del cual no recuerda mi mente frágil;

tu rostro, me dice que fuiste amado...

 

Hoy cantan tus poemas en renombre,

en cada verso una culpa, un llanto,

un dios viviente en el alma del hombre.

 

¡Oh Vallejo! Tu vida valió tanto,

hoy como ayer es sagrado tu nombre

como la mañana del Viernes Santo.

 

CARMAY JUAECHE 

 

 

II

 

Sabor de lluvia fresca que me embriaga

no mueve ya mi mente a la conciencia,

irrumpe con indómita apetencia

y rasga vestiduras con su daga.

 

Mas he aquí mi tierra sin violencia;

la sangre de tus aguas pronto traga

y abre su corteza como llaga

que sólo emane amor en consecuencia.

 

Si el árbol de mi amor no es suficiente,

si el cáliz de mi pecho no te agrada,

no tengo yo que darte más que esto:

 

palabras que formáronse en mi frente

nacidas de razón enamorada.

Un gesto, en conclusión, un gesto honesto.

 

BORJA MENÉNDEZ DÍAZ-JORGE

 

 

X

Revélame del himno de tu esencia,

solemne y musical arquitectura,

el seno del cual nace en su blandura

la paz y la armonía de tu ciencia.

 

Sugiéreme del talle y de la hechura,

asfíxiame en el bien de tu tenencia,

no aparten los ejemplos tu conciencia,

que pueda yo empaparme de tu untura:

 

aceite perfumado con acentos

de oleosa y ambarina analogía,

susurros ora prestos ora lentos,

 

verdades de una gran ontología.

El ansia es una música a destiempo.

La música es el ansia anclada al tiempo.

 

BORJA MENÉNDEZ DÍAZ-JORGE

 

 

XII

Qué vacío después de haber soñado.

El despertar y ver que ya no hay nada

salvo un  recuerdo de la madrugada

haciendo mucho frío y destapado.

 

Todo sentir, un hueco desvelado,

el pozo atragantado con su arcada.

Ya es toda hiel la virgen miel dorada,

el cuento, sin pasión, es descontado.

 

Anclado de los pies al remolino

no sé si es mismo o diferente río

el curso de la vida, y el destino

 

me ata con la brida del hastío.

Saliendo de la cama me reclino:

¡Qué frío, sacro horror, oh dios, qué frío!

 

BORJA MENÉNDEZ DÍAZ-JORGE

 

 

XIII

 

Mujer ardiente de aniquilación

desnuda y encarnada. A ti me acerco,

yo, víctima del tedio y hombre terco

habituado a la tribulación.

 

Envuelve mi locura con un cerco

de espinos. Trágame en la felación

más y honda y más brutal, la radiación

matándome como si fuera un puerco.

 

Amarte es como amar la bomba H.

Me chupas hasta el aire que respiro

y dejas tras de ti un agujero

 

tan negro como pez, ni un solo bache.

¡Qué oscuro mi placer cuando te miro

muriendo en la agonía en que yo muero!

 

BORJA MENÉNDEZ DÍAZ-JORGE

 

 

12-XI-07

 

Déjame mecerme en tu cintura

o déjame ser fuego en tus caderas

o déjame que abrace las laderas

de un amor que me lleva a la locura.

 

Si me dejas medirme en la amargura

de tu sombra esparcida en las aceras

yo prometo adornar con primaveras

el cálido perfil de tu figura.

 

Y déjame alcanzar tan sólo aquello

(arteria estrangulable y constelada),

la blanca partitura de tu cuello,

 

y déjame ser nieve deslumbrada,

y hallar toda tu esencia en un cabello,

y ser uno contigo o no ser nada.

 

ANTONIO SÁNCHEZ REDONDO

 

 

9-V-07

 

Fuiste la prenda de mi sufrimiento

eres un fruto de melancolía

¿qué serás sino cruel mitología

bajo el yugo de un sol sin firmamento?

 

¿Qué sería de mí sin ese aliento?

¿Qué sería, amor, sin la alegría

de tener junto a mí la geometría

de tu boca, tus ojos y tu acento?

 

¡Ay trágico destino, mal querencia!

¿Qué será de nosotros cuando el viento

enrede nuestro amor como un ovillo?

 

Escúchame, mi amor, porque tu ausencia

es un cuchillo (ajado y macilento)

que tiñe mi tristeza de amarillo.

 

ANTONIO SÁNCHEZ REDONDO

 

 

23-IV-07

 

Quisiera no tener que andar buscando

la plácida estrechez de tus caderas:

dulces grilletes, sombras lisonjeras

a una eterna luz me van guiando.

 

No sé ni cómo, ni dónde, ni cuándo

fue tu voz entonando primaveras,

racimos de guirnaldas pasajeras,

amor de puro amor henchido y blando.

 

Por esa desnudez y esa fragancia

va cubriéndote el mundo con su velo

engarzado de olor a duro frío,

 

y a pesar de saberme en la ignorancia

o no poder acariciar tu pelo,

escupo en mis desgracias y me río.

 

ANTONIO SÁNCHEZ REDONDO

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