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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Viernes, 29 de marzo de 2024

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Política galáctica

El pequeño Muddy alternaba su luminiscencia entre el ámbar y el violáceo, en claro gesto compungido. Temía que su padre le reprendiera por hacerle unas preguntas tan sencillas aunque sabía que su progenitor disfrutaba de ponerlo entre sus cilios, acunarlo en su vacuola y adoctrinarle pacientemente sobre las cuestiones que le planteaban en la escuela.

Mientras este se recostaba en su piedra favorita, absorbiendo su calor y desparramando su cuerpo por encima de la misma, observó a su pequeño deambular de forma dubitativa y tímida delante de él.

 

-¿Qué me quieres preguntar Muddy? -Y el niño levantando el tentáculo en el que estaba situado su ojo respondió:

 

-Es sobre la historia galáctica de los primates de la antigua tierra. Hay algunas cosas que no comprendo... no me parecen... lógicas.

 

-Ja, ja, ja -rio su padre-. No tienes por qué avergonzarte pequeño Muddy, nunca fueron una raza lógica del todo. No te avergüences por ello. Es normal que no entiendas sus bárbaras costumbres. ¡Pregunta! ¡No te cortes! -Y estirando parte de su blanda estructura corporal engulló a su retoño por un lado de su cuerpo y lo sacó por otro, sentándolo en su regazo.

 

-Pues verás papá, da la impresión de que sus líderes eran menos inteligentes que el resto de ciudadanos que los elegían. Lo de la democracia era una idea muy avanzada para sus pobres intelectos... pero la forma en la que la llevaron a cabo no me cuadra. Los hombres más poderosos de la tierra parecían estar MUY por debajo de los estándares de inteligencia medios. -Su progenitor sonriendo de forma comprensiva respondió:

 

-¿Crees que realmente gobernaban ellos o los poderes ocultos y asesores que estaban detrás de los mismos? -A lo que el hijo quedó pensativo.

 

-A estos gobernantes o líderes -prosiguió el padre- se les convencía en ocasiones de que lo estaban haciendo bien e incluso se les premiaba por ello, mientras los que estaban a sus espaldas manejaban la situación siempre en su propio beneficio. ¿Ya sabes cómo terminó la antigua tierra verdad? -El niño volvió a oscilar de luminiscencia (intentando ocultar su desconocimiento) y el comprensivo padre elevó su cristal visualizador por los aires-. ¡Mira! Esos trozos de roca flotando alrededor de esa estrella gigante es lo que queda de su planeta. -Y Muddy soltó una burbuja, expresando sorpresa.

 

-¿Cómo no se dieron cuenta de que sus líderes eran meras marionetas y los estaban engañando?

 

-Hay varias teorías sobre eso: unos dicen que gracias a lo que llaman dinero se silenciaban muchos comentarios, otros que hubo algunas "trampas" en la forma en las que eran seleccionados estos líderes y (con la que estoy más de acuerdo) es que la mayoría de la población que los elegía también tenía un cociente intelectual muy bajo y, por tanto, eran fáciles de manipular. La bajada del nivel educativo por parte de los que realmente manejaban la política influyó para que la masa no tuviera la cultura suficiente para discernir qué votar.

 

-Y... ¿por qué no llegaron a adoptar un sistema como el nuestro, basado en un ordenador que seleccione al más cualificado y honrado para gobernar durante un tiempo?

 

-Pues porque no tuvieron tiempo para que el desarrollo tecnológico les brindara una oportunidad como esa. Yo siempre tuve la esperanza de que evolucionaran, se fusionaran con sus máquinas o se dieran cuenta de que estaban destruyendo su propio planeta con esas emisiones tóxicas de sus fábricas. Incluso, cuando cambió el clima, sus líderes continuaron enriqueciéndose a costa de acabar con la atmósfera.  Fue una pena. Me divertían esos primates. Eran tan...raros y graciosos.

Por eso salvamos a algunos y los metimos en nuestro zoo. -Fue entonces cuando Muddy comenzó a parpadear de emoción.

 

-¿De verdad que quedan humanos? ¿Humanos vivos?... y... y... ¿puedo verlos, papá?

 

-Ja, ja, ja -rio de nuevo su progenitor-. ¡Claro que sí! -Volvió a elevar el cristal y de este salió un holograma que presentaba a varios cuerpos de la especie homínida tendidos en unas camillas, conectados por cables, llevando extraños cascos.

 

-Papá -dijo Muddy decepcionado-, ¿no se mueven, ni hacen nada?

 

-No Muddy, los mantenemos en una simulación viviendo vidas de sus congéneres una y otra vez; hasta que ellos mismos encuentren una solución y sepan coexistir con su entorno. Si los dejáramos en un hábitat adecuado para ellos, al cabo de los siglos, su desmedido egoísmo y estupidez acabarían destruyéndolos de nuevo. Sin embargo, yo no pierdo la esperanza. El Consejo dice que es un gasto innecesario y que esa especie no debería de continuar existiendo pero creo que tendríamos que darles una última oportunidad. ¿No lo crees pequeño Muddy?

 

-¡Claro que sí, papá!

 

-A ti también te gustan, ¿no?

 

-Sí papá... es que.... ¡son tan raros! -Y ambos intercambiaron un metabolito en señal de amor.

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