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Conferencia "Problemas y soluciones de la crisis del euro" de Josep Borrell

2 de Abril de 2014 a las 14:33 h

La cuarta conferencia del Ciclo de Conferencias de la Facultad estuvo ayer martes a cargo de Josep Borrell. En un salón de grados repleto pudimos escuchar al ex-presidente del Parlamento Europeo una charla bajo el título "Problemas y Soluciones de la Crisis del Euro". La presentación corrió a cargo de la Sra. Decana Begoña García, quien comenzó el acto dando la bienvenida al ponente y agradeciéndole su presencia. Hizo un veloz repaso por su extenso currículum, en el que destacó por un lado su vinculación a esta Universidad, de la que es Catedrático, así como sus responsabilidades en la política nacional y europea.

Ambos convinieron con humor en que el título de la charla era demasiado ambicioso, por lo que parecía difícil estar por completo a la altura de las expectativas que pudiera generar.


El señor Borrel dio inicio a su exposición relatando el origen de la actual crisis del euro. Se remontó al tiempo en que se forjó la unión monetaria, y cómo entonces los principales países promotores de dicha unión dieron una importancia excesiva al temor de que el sector público de algún país "irresponsable" causara problemas, como por ejemplo inflación, deuda o déficit público descontrolados. Para evitar que el resto de países de la unión se vieran obligados a pagar la factura de esos eventuales socios irresponsables, se diseñó una unión despojada de cualquier mecanismo compensatorio o de rescate de estados individuales. Como ejemplo, en el Tratado de la Unión se prohibía expresamente que la Unión prestara ayuda financiera a ningún estado miembro. Aunque, como veremos más adelante, alguien modificó in extremis el párrafo añadiendo a la redacción el adverbio "directamente", lo que significaba que quedaba abierta una rendija a la posibilidad de financiar estados, aunque fuera "indirectamente".


Se trató, pues, de la creación de una unión monetaria incompleta, carente de los atributos que sí poseen todas las uniones monetarias existentes en el mundo, cuyo propósito era desalentar en los estados prácticas irresponsables. Eso colocó a muchos países miembros en una posición vulnerable, pues los dejó sin herramientas para corregir situaciones de desequilibrio. En España, por ejemplo, estábamos acostumbramos a recurrir a la devaluación de la peseta cuando era preciso ganar competitividad, pero una vez en el euro nos quedamos sin ese recurso.


Paradójicamente, con el transcurrir de los años fueron los países "fuertes" los que incumplieron el pacto de estabilidad, mientras que los países mediterráneos demostraron ser los más disciplinados en asuntos fiscales. Una vez Francia y Alemania dejaron de cumplir el pacto sin consecuencias, éste perdió toda su credibilidad. Para cuando se desató la crisis, el pacto ya se había incumplido hasta 30 veces.


Pero hasta entonces, en países como España, la unión monetaria significó la llegada de un flujo de dinero virtualmente inagotable: los bancos alemanes nos financiaban sin límite. Fue un paraíso para el inversor, ya que no existía el peligro de devaluaciones y el tipo de interés era en la práctica negativo. ¿Qué ocurrió en España con ese ingente flujo de capitales? Que en lugar de emplearlo para mejorar nuestra competitividad o desarrollar el I+D nacional, se utilizó para ganar dinero fácil y generar beneficios a corto.


Borrell relata el inicio de la crisis remontándose a 2010 en Grecia, un país con el déficit descontrolado, que estaba falseando las cifras de su gigantesca deuda, con elefantiasis pública, pérdida de competitividad... El perfecto culpable de indisciplina fiscal. La UE, en lugar de apresurarse a socorrer al gobierno griego, decidió castigarlo concediéndole préstamos en condiciones durísimas, lo cual, como se demostró con el tiempo, sólo hizo que la situación empeorara y terminara contaminando a todos.


Aunque España o Irlanda, con excelentes cifras, no compartían el mismo deterioro fiscal griego, cuyo déficit había conducido a la crisis, se encontraron con que esa crisis que causaba estampidas entre los inversores contaminó también sus economías. Como resultado, al revés que a los griegos, a los españoles fue la crisis la que nos llevó al déficit.


Cuando en 2011 caen sucesivamente Irlanda y Portugal, abandonados por los inversores, desde Europa se intenta resolver el problema cada vez más grave acometiendo la creación de un pseudo-fondo monetario europeo que sirviera para rescatar estados. El Banco Central Europeo actuó como prestamista de última instancia, entrando a comprar deuda pública en el mercado secundario (o sea, financiando a los estados "indirectamente"). Era a lo que se refería Draghi cuando afirmó que se haría lo que hiciera falta, es decir, que compraría toda la deuda pública que fuera preciso. Así se salvó España en 2011, cuando nuestra prima de riesgo estaba al límite de la expulsión de los mercados. Si en 2010 Trichet hubiera actuado como lo hizo luego Draghi, afirma Borrell, la crisis no se hubiera producido.


En 2014 el euro ya no está en la UVI y la fase aguda de la crisis se ha superado, pero ahora somos un enfermo crónico, y los costes han sido muy elevados. Uno de ellos, es que se ha creado una fuerte división norte/sur en Europa, una desconfianza que hace pensar a los del sur que el norte nos exige sacrificios excesivos e innecesarios, mientras que el norte siente que no merecemos estar en la Unión y que les hemos costado una solidaridad excesiva.


Por otra parte, el gran problema que persiste es la falta de crédito, pues los banqueros han exagerado sus exigencias a los inversores hasta el punto de que ya nadie les parece lo bastante solvente. Hemos ido de un extremo, el crédito ilimitado, al otro.


Borrell terminó haciéndose algunas preguntas que dan pie a la reflexión y el debate: ¿es sostenible la deuda pública europea?, ¿cómo van a devolverla los países de la Unión?, ¿habrá que reestructurar la deuda?, ¿hay alternativa a las políticas de austeridad?, ¿las vamos a buscar?


Seguidamente comenzó el turno de preguntas. En primer lugar, la profesora Lourdes Molero agradeció a Borrell su exposición, especialmente valiosa por tratarse de sucesos que ha vivido en primero persona, y le pidió al conferenciante que nos ofreciera una motivación para votar en las próximas elecciones europeas. Borrell destacó la relación inversamente proporcional entre el aumento de las competencias del Parlamento y la participación en las elecciones, y animó a votar por dos razones: para que se discutan políticas alternativas a la austeridad, y para evitar que nos gobiernen políticos como Juncker.


El profesor Carlos Sebastián preguntó por la situación de Cataluña en España y si ello inquieta a Europa, a lo que Borrell contestó que es un asunto que los europeos no se toman en serio. También quiso saber si cabe la posibilidad de que en Europa se aplique un programa fiscal expansivo, pero en opinión de Borrell esto no va a ocurrir. Propuso la idea de crear un impuesto a las transacciones financieras y otro a las emisiones de CO2, y con ese dinero financiar un plan europeo de inversión y de I+D, pero sabe que mientras en Europa impere el pánico a los desequilibrios presupuestarios, no se hará nada parecido.


El profesor Hernández Andreu preguntó por la capacidad de negociación de los países mediterráneos. Según Borrell, ésta es mínima, pues se encuentran en una situación muy débil: endeudados y con graves dificultades para controlar el déficit, y ahora no les es posible ni siquiera formar "minorías de bloqueo".


Un alumno mostró su inquietud por el surgimiento de grupos de extrema derecha y euroescépticos. En opinión de Borrell, la presencia en el Parlamento de estos grupos seguirá siendo muy minoritaria y no tendrá más consecuencias que una mayor aproximación de los grandes partidos.


El profesor Rafael Padilla se preguntaba por la manera como en Europa se percibe la corrupción en España. "En todas partes cuecen habas", respondió Borrell. En su opinión, el descrédito de los políticos y de las instituciones es generalizado, y desde Europa los casos de corrupción se ven como un asunto interno en el que no entran.


La última pregunta fue para conocer la opinión de Borrell acerca de las agencias de calificación de riesgo. Éste recordó cómo aquéllas fallaron estrepitosamente al calificar AAA a las subprime justo antes del estallido de la crisis, y cómo luego con Grecia se fueron justamente al otro extremo. La cuestión es que no hay alternativa a esas escasas cuatro agencias, pues aunque recientemente China ha creado una propia, aún carece de credibilidad, y lo mismo le ocurriría a una eventual agencia europea.


Para despedir el acto, la señora Decana agradeció a Borrell su presencia y dio por terminada una conferencia que, por su amenidad y claridad, a muchos nos hubiera gustado haber alargado.

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