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IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes

Marta Torres Santo Domingo 22 de Abril de 2016 a las 09:58 h

Hoy recordamos a don Miguel de Cervantes en la estampa del grabador Vertue realizada a partir del dibujo de William Kent, para la edición de lujo de Don Quijote de la Mancha impresa en Londres por Tonson (BH FLL 28927-28930). Es del año 1738 y había pasado ya más de un siglo desde que muriera el escritor el 23 de abril de 1616, según dice la tradición. Don Miguel aparece elegantemente vestido, como un caballero inglés, en un momento de descanso en su escritura. Al fondo se ve su biblioteca, casi tapada por un cortinaje de terciopelo. Clavados en el marco de la ventana, la espada y el casco de su armadura nos hablan de su pasado como soldado. Parece que mira algo, quizás la escena que los espectadores también miramos a través de un juego de espejos pictóricos, un gran salón medieval con enormes cristaleras góticas. Por él avanza la silueta de Don Quijote, acompañado de Sancho. Salen camino de alguna de sus muchas aventuras... [Seguir leyendo]

 

En este grabado, don Miguel aparece retratado como él mismo se describió en las Novelas Ejemplares:

 

"Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria".

 

Son muchos los actos que se están celebrando estos días para recordar el centenario de don Miguel de Cervantes. Desde aquí ofrecemos varias propuestas:

 

 

 

 

Pero, en cualquier caso, el mejor homenaje que se le puede hacer es leerle y nada mejor que el episodio de las Bodas de Camacho para este fin de semana:

 

 

-¡Vivan Camacho y Quiteria, él tan rico como ella hermosa, y ella la más hermosa del mundo!

Oyendo lo cual don Quijote, dijo entre sí:

-Bien parece que estos no han visto a mi Dulcinea del Toboso, que si la hubieran visto, ellos se fueran a la mano en las alabanzas desta su Quiteria.

De allí a poco comenzaron a entrar por diversas partes de la enramada muchas y diferentes danzas, entre las cuales venía una de espadas, de hasta veinte y cuatro zagales de gallardo parecer y brío, todos vestidos de delgado y blanquísimo lienzo, con sus paños de tocar, labrados de varias colores de fina seda; y al que los guiaba, que era un ligero mancebo, preguntó uno de los de las yeguas si se había herido alguno de los danzantes.

-Por ahora, bendito sea Dios, no se ha herido nadie: todos vamos sanos.

Y luego comenzó a enredarse con los demás compañeros, con tantas vueltas y con tanta destreza, que aunque don Quijote estaba hecho a ver semejantes danzas, ninguna le había parecido tan bien como aquella.

También le pareció bien otra que entró de doncellas hermosísimas, tan mozas, que al parecer ninguna bajaba de catorce ni llegaba a diez y ocho años, vestidas todas de palmilla verde, los cabellos parte tranzados y parte sueltos, pero todos tan rubios, que con los del sol podían tener competencia; sobre los cuales traían guirnaldas de jazmines, rosas, amaranto y madreselva compuestas. Guiábalas un venerable viejo y una anciana matrona, pero más ligeros y sueltos que sus años prometían. Hacíales el son una gaita zamorana, y ellas, llevando en los rostros y en los ojos a la honestidad y en los pies a la ligereza, se mostraban las mejores bailadoras del mundo...

 

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