Inicio Biblioteca Complutense Catálogo Cisne Colección Digital Complutense

Johann Grueber y la imagen del Potala

Marta Torres Santo Domingo 30 de Abril de 2014 a las 16:53 h

Johann Grueber (1623-1680) fue un jesuita misionero austriaco que se hizo famoso por haber llevado a cabo un viaje de exploración considerado en su tiempo como una verdadera hazaña, el regreso de China a Roma por una ruta terrestre. Desde Peking se dirigió hacia el oeste y pasó a la región de Xining, posteriormente por la región del lago Kokonor llegó hasta el Tíbet, más tarde atravesó los Himalayas a través de Nyalam, siguió por Nepal visitando Katmandú, llegó al subcontinente indio pasando por Benarés, Agra y Delhi, y volvió a Europa, por fin, por Persia y Turquía. El viaje empezó en 1661 y terminó en 1664, alternando etapas de camino y otras de estancia en alguno de los muchos lugares por los que pasó. Todavía hoy en día, realizar este viaje tal como se hizo en el siglo XVII, a pie, o a lomos de animales, sería una difícil empresa para expediciones bien entrenadas y equipadas. [Seguir leyendo]

 

 

No fue el primer europeo que viajó al Tíbet, pues se dice que el misionero franciscano Oderico de Pordenone lo visitó en su periplo oriental, hacia el año 1327. Posteriormente, el jesuita Antonio de Andrade llegó a entrar en el Tíbet, pero sólo hasta la región occidental de Tsaparang, en los años 1624 y 1625. Pero Johann Grueber sí fue el primero que, acompañado por el también jesuita Alberto Dorville, consiguió llegar a Lhasa y llevar a Europa una imagen ilustrada sobre el Tíbet. Dejó sus diarios, dibujos y apuntes al jesuita Athanasius Kircher quien los empleó en su obra China monumentis, de la que la Biblioteca Histórica tiene varios ejemplares (Amsterdam, Jacob van Meurs, 1667, BH DER 4565 y BH FLL 11532; y Amsterdam, Janssonius van Waesferge y Elizaeus Weyerstraet, 1667, BH DER 10718, y BH FG 2961). Para esta obra Kircher mandó realizar unos grabados con los dibujos tomados por Grueber que, desde entonces y por más de doscientos años se convirtieron, para el imaginario europeo, en la representación simbólica del Tíbet, del palacio del Potala, de diferentes estatuas de Buda o del Dalai Lama.

 

Estos grabados fueron posteriormente copiados en otras obras, como la estampa del Potala que se muestra en la actual microexposición, perteneciente al tomo 25 de la Histoire générale des voyages de Antoine Prevost de la edición en 80 vol., de París, impresa por Didot, en París durante los años 1746-1789 [BH DER 8085]. El grabado ha sido copiado en sentido inverso y variando algo los detalles, como podemos ver a continuación.

Fig. 2

Dicha obra cuenta con una traducción castellana debida a Miguel Terracina, Historia general de los viajes, o nueva colección de todas las relaciones de los que se han hecho por mar y tierra, y se han publicado hasta ahora en las diferentes lenguas de todas las naciones conocida, impresa en Madrid, en la imprenta de Juan Antonio Lozano en 1763-1791. El tomo X (BH DER 13563) incluye la descripción del Tíbet, de la que entresacamos estas palabras:

 

"Aunque el Tíbet es una región de mucha extensión, apenas se notaba en nuestros mapas... Estaba representado en ellos como una especie de desierto estrecho, situado entre la China y la India, sin ciudades, ríos ni montañas, aunque no hay ninguna parte del Asia donde haya más montañas. No dejábamos de tener algunas relaciones confusas de los misioneros; pero no había ninguna bastante extensa para dar una idea justa de las dimensiones y propiedades del país. Grueber y Dorville, dos misioneros, fueron los primeros que, después de haber andado mucha parte en 1661 para volver de la China a Europa, nos hicieron una pintura soportable de su extensión y de los usos de sus habitantes. Las cartas que contienen la relación de sus costumbres, han sido publicadas en la colección francesa de Tevenot.

Kirker nos ha dado también en su China Ilustrada una Relación de su viaje atravesando el Tíbet, con las figuras de las cosas más notables que observó en él, así como la había recivido de ellos mismos; pero como siempre habían seguido el mismo camino, no han podido darnos muchas luces sobre la Geographia de una región tan poco frecuentada. En una palabra, los compositores de los mapas, casi no habían tenido más materiales para trabajar sobre el Tíbet que los de estos dos viajeros (porque Desideri casi nada habla del Pais, ni del camino que tuvo que seguir)..." (pág. 388).

 

... Según el Mapa, el País de Lassa, o Lasa, comprende más ciudades, que el Gran Tíbet, especialmente el territorio nombrado en particular Lassa, en donde está situada la Capital del Reyno...

... Los misioneros, que dan a esta ciudad el nombre de Lassa, o Lasa, se extienden poco sobre sus propiedades. Solo Regis, observa, que más se tendría por un Templo grande que por una ciudad.

 

Según Grueber, el Monte Putola, que escribe Butala, es muy alto, y se halla situado a la extremidad de la Ciudad. Está adornado con un Castillo, que servía de residencia al Gran Lama, y a Teva, a quien nombre el autor Rey de Tangut...(pág. 399-400)

 

El Potala era, cuando lo conoció Johann Grueber, el palacio del Dios-Rey de un régimen teocrático, cúspide de un sistema político y religioso en el que el poder de los monasterios era inmenso y regía toda la vida de los tibetanos. Fue concebido, por tanto, como un recinto sagrado al ser el palacio del Dalai Lama, la dinastía gobernante, pero también nació como centro de administración, y gran monasterio. Sobre una primera construcción, al parecer del siglo VII, el Potala tal como lo vio Grueber y lo conocemos ahora, fue construido en el siglo XVII por el V Dalai Lama, el llamado Gran Quinto, de gran importancia en la historia del Tíbet. Más ampliaciones se sucedieron en el siglo XX. Se distinguen dos partes, el llamado Palacio Rojo, dedicado al estudio y oración, y el Palacio Blanco, sede el gobierno y administración. Con más de trece pisos, mil habitaciones, multitud de recintos, pasillos, patios, bibliotecas, imprenta, etc., las cifras abruman, y se configura como uno de los monumentos más importantes del mundo, lleno de tesoros artísticos.

 

Aún con la natural tosquedad de un apunte del natural transformado en grabado por artistas muy distantes que no vieron el edificio original, la ilustración del Potala incluido en la obra de Athanasius Kircher según dibujo de Johann Grueber sí que muestra algunas características de la tradicional arquitectura tibetana que posee el Potala, especialmente de la tipología de los palacio-fortaleza (dzong) que, diseminados por todo el territorio y adaptados al medio, eran sede de la clase dirigente.

 

En primer lugar, es muy evidente la grandeza geográfica y estratégica de la situación del Potala en la ciudad, encaramado sobre una colina a más de 3.700 metros de altitud, como en otros monasterios, como un símbolo visible del poder. En segundo lugar, es un edificio del que conocemos su naturaleza religiosa, como residencia de la más alta autoridad del poder religioso pero está construido para ser, además, una fortaleza inexpugnable, con fuertes torreones y murallas defensivas. El resto de la ciudad, las casas del pueblo, ni siquiera se ven, avalando las palabras antes mencionadas de que Lhasa más se tendría por un Templo grande que por una ciudad.

 

Las líneas del dibujo sí nos permiten apreciar otras características constructivas y estéticas de la arquitectura tibetana como que son construcciones adinteladas, con cubiertas normalmente planas formado terrazas, con imponentes muros (blancos) ligeramente inclinados en su parte exterior, más anchos en la base que en la parte superior, lo que da lugar a su peculiar forma trapezoidal. Se suele usar la piedra para los grandes muros y la madera para dinteles, columnas, arquitrabes, aleros, etc. Los elementos de madera están, generalmente, pintados de vivos colores. Las diferentes edificaciones que se observan se van organizando en torno a distintos patios, siendo los templos o salas de oración los más importantes. Aunque no se aprecia bien en el grabado, las puertas y las numerosas ventanas, como todas las tradicionales tibetanas, son rectangulares pero con un recercado trapezoidal en color negro.

 

Una incongruencia en el grabado de Kircher es la presencia, entre las figuras de hombres y animales que animan la escena, de un carruaje. Y es que este carruaje es de ruedas, como era normal en Europa. Sin embargo, en el Tíbet las ruedas estuvieron prohibidas durante siglos (se dice que hasta el siglo XX), pues es un símbolo de oración que para sus creencias no debería ser arrastrado por los suelos. Este carruaje, en el grabado de la obra de Prevost también aparece aunque en una escala más pequeña y en el lado inverso.

Fig. 3
 

 

Para apreciar mejor la imagen de Grueber, traemos aquí la primera fotografía que se conoce del Potala, realizada en los años 1900 o 1901 por unos peregrinos budistas ruso-mongoles, G. Ts. Tsybikoff y O. M. Norzunoff. Como es fácil de observar, están tomadas desde el mismo ángulo y a parecida distancia y a través de ellas se puede comprobar la evolución del palacio desde el siglo XVII hasta principios del XX, sobre todo en el aumento de las edificaciones pertenecientes al palacio blanco. El gran desnivel de la colina, que se aprecia muy bien en el grabado, es salvado arquitectónicamente con largas escaleras que cruzan diagonalmente la ladera, como vemos en la fotografía. Sin embargo, la estructura fundamental, el palacio rojo central y otras edificaciones en lo alto de la montaña, y la línea de murallas y fortificaciones al pie de la ladera, se ha mantenido estable desde entonces. Tsybikoff y Norzunoff, por cierto, entraron como peregrinos budistas en Lhasa, cerrada a todo visitante occidental, aunque una hipótesis que no se puede descartar es que trabajaran como agentes de información para el imperio ruso en el contexto del Gran Juego. Desde luego, es raro que unos humildes peregrinos llevaran los equipos fotográficos para hacer estas imágenes, escribieran un informe relatando parte de su viaje y, todo el material, fotos y notas, fueran entregados a la Sociedad Geográfica Imperial Rusa de San Petersburgo. La Sociedad publicó el informe en la revista Izvestia en 1903, bajo la autoría de Tsybikoff. Poco después, probablemente en 1904, la Sociedad vendió un conjunto de 50 de las fotos del Tíbet tomadas por Tsybikoff y Norzunoff a la Sociedad Geográfica Americana (American Geographical Society) quien, posteriormente, las ha depositado en la University of Wisconsin-Milwaukee Libraries. Gracias a esta Universidad, que las ha catalogado, digitalizado y puesto a disposición pública a través de su portal, podemos conocerlas y disfrutarlas. El portal incluye una traducción al inglés del informe sobre el viaje de Tsybikoff, que fue publicado con el título de "Lhasa and Central Tibet" en el Annual Report of the Smithsonian Institution en 1903 (ver versión digital). En dicho artículo, así describe Tsybikoff el Potala:

 

"All these buildings are under the control of the Dalai Lama, Potala, about two-thirds of a mile west of the city, and built upon a rocky height. The foundation of the palace, tradition says, was laid by the above-named Srongzand Khan durin the seventh century, but it was remodelled, with the addition of the main central portion, called "Pobrang-marpo" (the red palace), during the life, and even after the death, of the fifth eminent Dalai Lama. It is evident that the palace and additions were planned to serve as a means of defense, and from this point of view Potala looms up as one of the old castles, of which many ruins abound in Tibet, and in the sad fate of which Potala played the preeminent role by subjecting them to itself.

 

The palace is about 1.400 feet long and about 70 feet high in front. The front and two sides are surrounded by a wall, the rear portion extending into the hill. In the construction of this palace the Tibetans displayed their highest architectural skill. Here are found the most precious treasures of Tibet, including the golden sepulchre of the fifth Dalai Lama, which is about 28 feet high. The treasures and the apartments of the Dalai Lama are in the central portion of the temple palace, which is painted a tawny color and known as the "red palace" -Pobrang-marpo. The remainder of the building serves as quarters for varios attendants or followers of the Dalai Lama, including a community of 500 monks, the so-called "Namgyaltsan", whose duty it is to pray for the welfare and long life of the Dalai Lama".

 

Estas imágenes nos dicen que, efectivamente, Johann Grueber, con su dibujo algo infantil, estuvo en Lhasa. Y trajo a Europa la imagen de este legendario edificio, con la geometría extraña y original de sus paredes en blanco y rojo, sus muchísimas ventanas dispuestas con un orden idéntico y repetitivo, muy musical que combina a la perfección con las diagonales de las escaleras, los remates de aleros con voladizos de madera, en muchos casos pintados de alegres colores, o las estupas doradas brillando en el tejado.

 

No vamos a seguir el viaje de Johann Grueber, ni entrar en el palacio del Dalai Lama y describir su interior, que serían temas para otras ocasiones. El Potala en el siglo XXI ya no es la residencia de un Dios-Rey, ni el palacio secreto de un misterioso reino. El Potala es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1994 y uno de los destinos más buscados entre los pocos turistas que consiguen los permisos necesarios para entrar en el Tíbet. Despojado de su carácter sagrado y su misión defensiva, está concebido para ser un gran museo de los tesoros de arte tibetano, chino y oriental que alberga. Pero sigue siendo algo más, un símbolo, un lugar de peregrinación, un espacio que no consigue desvelar todos sus misterios, alguno de los cuales quiso traer a Europa aquel jesuita austriaco que, en el siglo XVII, fue el primer europeo que consiguió admirar su belleza y construir con su imagen parte del imaginario exótico de Europa.

 

Bibliografía:

 

  • Athanasisus Kircher, China monumentis, Amsterdam, Jacob van Meurs, 1667 (BH DER 4565 y BH FLL 11532); y Amsterdam, Janssonius van Waesferge y Elizaeus Weyerstraet, 1667 (BH DER 10718, y BH FG 2961)
  • Antoine Prevost, Histoire générale des voyages, París, Didot, 1746-1789, 80 v. [BH DER 8085]
  • Antoine Prevost, Historia general de los viajes, o nueva colección de todas las relaciones de los que se han hecho por mar y tierra, y se han publicado hasta ahora en las diferentes lenguas de todas las naciones conocida, traducción de Miguel Terracina, Madrid, en la imprenta de Juan Antonio Lozano en 1763-1791. El tomo X (BH DER 13563)
  • G. T. Tsybikoff, "Lhasa and Central Tibet" en el Annual Report of the Smithsonian Institution, 1903.

 

Información relacionada en Folio Complutense:

 

Bookmark and Share
Ver todos los posts de: Marta Torres Santo Domingo

Comentarios - 0

No hay comentarios aun.


Universidad Complutense de Madrid - Ciudad Universitaria - 28040 Madrid - Tel. +34 914520400
[Información - Sugerencias]