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Volvamos por un momento a la clase de Matemáticas

Bárbara Berrocal 26 de Marzo de 2009 a las 09:20 h

A riesgo de parecer una snob cualquiera, que se ha dejado arrastrar por la moda shushi, después de leer esta deliciosa novela de Yoko Ogawa no me puedo resistir a dedicarle un espacio en nuestro blog. Yoko Ogawa (Okayama, 1962), autora muy reconocida en Japón y de éxito creciente en el extranjero, posee esa capacidad que tanto me conmueve de mostrar con sencillez la complejidad de lo simple. Tal y como Kenzaburo Oe, una de sus principales influencias literarias, ha dicho de ella, "Ogawa es capaz de expresar los más sutiles mecanismos de la psicología humana a través de su prosa suave a la vez que penetrante".

 

La historia de La fórmula preferida del profesor es sencilla, se desarrolla en torno a tres personajes principales: un profesor de matemáticas anciano y con problemas de memoria, la asistente que le atiende y el hijo de diez años de ésta. A través de la sutileza de su lenguaje y de la sencillez de su narración, Ogawa consigue que nos vayamos asomando poco a poco a la relación que se establece entre ellos. Los sentimiento son profundos, sinceros y desinteresados. El ritmo de la novela, tan lento que parece no moverse, nos hace caer en la cuenta de las constantes ironías sobre las que se construye la vida en cada una de sus etapas: cómo la indefensión de la niñez y de la ancianidad no están tan alejadas la una de la otra, cómo la madurez de un niño de diez años puede llegar a sorprender a su propia madre o la importancia de no perder la capacidad de admirarse y sorprenderse a pesar del peso de la edad. Pero sobre todas las cosas deslumbra la admiración que el profesor siente por las Matemáticas y el tesón que muestra por proteger al niño: su dedicación a ambas sobrepasa la limitación de los ochenta minutos que dura su memoria. Y es que es fascinante asistir a la capacidad de todo buen profesor para despertar la admiración y la curiosidad en su discípulo, que tanto enriquece la vida de los que hemos tenido la suerte de cruzarnos con un maestro así.

Según se avanza a través de las páginas de esta novela, nos damos cuenta de que los nombres de los personajes no son importantes, apenas aparecen y en algunos casos ni se mencionan: la esencia de las relaciones que se establecen entre ellos, sus deseos y admiraciones, sus anhelos y decepciones son lo que va dando forma a los personajes. La novela de Yoko Ogawa es como un prisma a través del que se obtiene una visión que penetra en la realidad y saca a la superficie aquello que tenemos delante y que no podemos ver, como los números que tanto adora el profesor y que se encuentran detrás de todo lo que nos rodea como la estructura invisible que sustenta nuestro mundo. Los que hayan leído la obra me comprenderán cuando digo que esta novela te deja la sensación de haber saboreado un largo haiku de varias páginas.

La fórmula preferida del profesor, Yoko Ogawa (2003) -Ed. Funambulista, 2008.

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