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Menos mal que nos queda Portugal

Javier Pérez Iglesias 24 de Octubre de 2012 a las 09:44 h

No sólo nos hicieron felices en los setenta con unos claveles rojos, no sólo nos alegran el paladar con el bacalao (como a usted más le guste), no sólo son suaves y educados (en líneas generales, no me vengan ahora con Mourinho), no sólo hablan bien idiomas y toman té (aunque ellos, tan elegantes, lo llamen con la trascripción fonética china: cha). Ahora mismo, nos hacen el servicio de tener a nuestro lado un país que está siempre un poco peor (eso de sentirse señorito porque el vecino va en alpargatas es algo muy rastrero, pero qué le vamos a hacer). También nos dan ejemplo de cómo un país puede parar una medida del gobierno lanzándose a la calle (aunque a la semana el gobierno decida cambiar esa medida por otra similar). En fin, mucho le debemos a Portugal y a sus gentes.

 

Pero de todos sus legados, me quedo con los escritores que me hacen disfrutar. Valter Hugo Mãe es uno de los últimos que he conocido, gracias a la recomendación de mi amiga, y lectora impenitente, Amanda Cabo. Hace un mes, con esa displicencia que a ella le gusta tanto, metió la mano en el bolso y me pasó un libro de título fascinante: La máquina de hacer españoles (Alfaguara. Que, por cierto, le ha puesto una portada absurda que no dice nada interesante y no hace justicia al contenido).valter hugo

No había nada más que decir. Me lancé a leerlo y me encontré con la primera sorpresa. Mãe no utiliza mayúsculas. Al principio parece que uno sufre un poco, que lee como atropellado, porque tal nombre propio no lo parece o esa palabra después de un punto no debería estar allí así, tan discreta. Sin embargo, al rato todo cobra más intensidad. No sé cómo explicarlo, pero lo cierto es que entras en un mundo particular y en un ritmo que hace que todo sea más nítido. Bueno, quizá he vivido una experiencia mística, pero a las dos páginas me parecía que Valter Hugo Mãe escribe como pasan las cosas y que su mundo de minúsculas es el mundo real. Me pasa lo mismo con algunas películas en blanco y negro que me resultan más realistas que otras en color.

La máquina de hacer españoles no es una novela de ciencia ficción, aunque su título podría hacernos imaginar algo así, sino un relato realista (por su capacidad para trasmitir realidad jugando como juega con los límites entre el sueño y la vigilia) sobre lo perra que puede ser la vida cuando uno envejece y enferma. Un grito sobre el dolor que nos causa un amor traicionado, cuando la traición es la muerte. En la historia unas traiciones llevan a otras aunque no tengan por qué estar relacionadas.

Pero también te ríes (y te sonríes) aunque lo que se cuenta es duro, triste y, a veces, sórdido: enfermedades, debilidad mental, vejez, falta de libertad... Hay muchas referencias a Portugal pero lo que transmite es muy universal. No he podido evitar acordarme de Arrugas.

Como hago siempre que descubro a un autor que me gusta, nada más terminar la novela me lancé a mi librería de referencia (Tipos infames, os la recomiendo) y entré a saco: "Oye , ¿no tendréis algo de Valter Hugo Mãe que no sea la Máquina de hacer españoles?".  Y con la misma displicencia que derrocha mi amiga Amanda, uno de los infames se acerco a la estantería adecuada y agarró un libro para luego pasar a otra y escoger uno más.

Librería Tipos Infames

Salivando, y un poco cardiaco, me llevé a una mesa los tesoritos (en Tipos Infames hay mesas y vino) para una primera cata. Uno de los libros era otra novela, El apocalipsis de los trabajadores (Alpha Decay), el otro un volumen que recoge toda su obra poética, folclore íntimo (Vaso Roto). Aquí ya entré en éxtasis.

El apocalipsis de los trabajadores (no me digan que no es un título maravilloso) nos lleva a un mundo de márgenes. Hay emigrantes (rusos y ucranianos), hay mujeres que trabajan en la limpieza o acompañando funerales, hay viejos, hay perros pulgosos, hay barrios que no son la ciudad, personas que no pertenecen a la ciudad. Como siempre, un mundo en minúsculas que pone las cosas en su sitio y que nos hace sentir la realidad a lo grande: los sueños, el sexo, la soledad, el odio, la compasión, los prejuicios, la xenofobia, la muerte, el amor... ¡Ay madre, cómo me gusta Mãe!

Con la poesía, Valter Hugo Mãe juega a ser su propio personaje. Todo parece que tiene un tono autorreferencial aunque me parece que habla de sí mismo como lo haría de una creación (no algo estrictamente autobiográfico). Y sí, también me gusta como poeta (¡además la edición es bilingüe!).

Os dejo una cita de la novela El apocalipsis de los trabajadores:

"cuando bebió el primer sorbo de vino pensó que la vida, si fuera justa, podría estar hecha sólo de aquello y de nada más. al inventar las cosas, quien las había inventado, debería haberse quedado ahí, en el vino, en una amistad sincera, en el calor magnífico del final de la tarde, el paisaje más hermoso de todos. era tan fácil no inventar nada más que aquello y con ello garantizar con seguridad que todas las personas del mundo serían felices."

 

 

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