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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Martes, 23 de abril de 2024

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Miguel Ángel Asturias y la indignación ante espanto de las falsas democracias

El primer título de la novela: "El señor Presidente" fue el de "Los mendigos políticos".

 

Se trataba de un cuento, de tan sólo unas diez páginas, ya escrito en 1923 cuando Miguel Ángel Asturias parte para Europa, para establecerse primero en Londres y luego, finalmente, en París.

Una vez conocido París, en 1924, ya no retornó a Londres.

Miguel Ángel Asturias cambiaba así la neblina constante londinense por el ambiente de los enamorados que no acababan nunca de besarse en la boca, en las calles y en las terrazas abigarradas del París de la época.

Estaban entonces de moda los cafés de Montparnasse, La Rotonde, La Coupole, o Le Dôme y en torno a sus mesas de mármol se congregaban los estudiantes e intelectuales latinoamericanos de entonces, quienes compartían juventud, la lengua y los deseos ardientes de conocer cosas nuevas.

En el París de los "locos años" no resultaba difícil encontrarse, en esos cafés, con Alejo Carpentier ("El siglo de las luces"), César Vallejo, Apollinaire, Rafael Alberti, Aragón o con Pablo Picasso quien, en La Rotonde, le hizo a Miguel Ángel un retrato al carboncillo. También andaba por aquellos lares el escritor ruso Ilya Ehremburg, el cual - como corresponsal de Izvestia en la Guerra Civil Española - popularizó como título de uno de sus libros el "No pasarán" (1936), que ahora vemos en las pancartas de los indignados griegos. Escribió también "Guadalajara: una derrota del fascismo" (1937)

André Breton preparaba, en aquellos días, su "Manifiesto Surrealista" y Pablo Neruda escribía "Vente Poemas de Amor y una Canción Desesperada"

En ese París veinteañero, alegre y confiado, cualquier manifestación cultural curiosa lograba despertar la pasión de adeptos y seguidores y, desde luego, el misterio de las civilizaciones antiguas encendía la imaginación de eruditos y profanos.

En seguida toma parte Asturias de un seminario universitario, en La Sorbona, sobre "La religión y las culturas aborígenes de la América Central".

Paul Valèry (Autor del "Cementerio Marino"), en la misma línea de Don Miguel de Unamuno en "El torno al Casticismo", le aconsejó que cuanto más y mejor recreara literariamente la idiosincrasia de su pueblo, su hablar peculiar y el tipismo de sus mitos, leyendas y costumbres, tanto más universal podría llegar a hacerse.

Y fue así como Asturias encuentra los orígenes de su raza y de su cultura en el texto anónimo del Popol-Vuh, el libro sagrado de los Mayas, que procede de la tradición oral. Su significado es el de "libro de la comunidad" (Maya, se entiende)

Fue en el siglo XVI cuando un anónimo sacerdote maya educado por los misioneros españoles logró transcribir la leyenda precolombina al latín. Hallado dos siglos más tarde por Fray Francisco Ximenez fue trasladado al castellano y finalmente traducida por el propio Miguel Ángel Asturias en la edición que ahora podemos disfrutar de ella. (Buenos Aires, Losada, 1965)

A todos, en París, les fascinaba la lectura directa del Señor Presidente interpretada, y digo bien, por el propio Miguel Ángel Asturias que recurría a los efectos acústicos del lenguaje coloquial de los personajes, haciéndolos más humanos, próximos y creíbles, obligando a los que le escuchaban, y a los lectores, a compartir su situación y circunstancias con ellos, aunque estas fueran, en la mayoría de las veces, realmente incómodas.

Las modulaciones del exótico y muchas veces incomprensible hablar popular centroamericano, su "audio musical", eran sorprendentes para los oídos de la época.

La novela hace, desde luego, gala de todo tipo de recursos fónico-lingüísticos y formulaciones verbales de localismos indígenas de difícil comprensión fuera del propio ambiente en el que se recrean.

Incluso el propio autor crea voces nuevas.

(La edición de Cátedra: Letras Hispánicas, de El Señor Presidente, viene acompañado de un vocabulario necesario para descifrar el significado de muchas de las palabras que se utilizan en los diálogos directos de los personajes de la novela que si no son leídos por quien sepa entonarlos pierde su fuerza expresiva).

Así que instalado en la ciudad de la luz retoma el relato del Señor Presidente con la idea inicial de darle mayor extensión y contenido.

Lo escrito hasta ese momento se convertiría en la base germinal de donde habrían de botar - ¡desde 1924 hasta 1932!- un amplio conjunto de historias nuevas. Y, de este modo, lo que fuera un breve relato se transformó en una de las novelas fundamentales de referencia del siglo XX.

Como toda gran obra literaria se nutre de recuerdos de Infancia y Adolescencia (como "Paradiso" de Lezama Lima) También esta novela iba a despertar de su memoria los recuerdos de niñez, adolescencia y primera juventud.

Memoria "histórica" de las dos décadas de terror de la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, quien se mantuvo en el poder, mediante elecciones fraudulentas, desde 1898 hasta 1920.

"No hay poder judicial, aquí yo sólo soy el poder" le espetó al Juez Ernesto Asturias Girón, padre de Miguel Ángel.

Pero situémonos en la geografía histórica de los hechos:

Debemos recordar que la República de Guatemala estaba unida a la parte sur México y adquirió así, junto a este país y como consecuencia natural, en 1821 su emancipación de España.

En 1823, desvinculada de México, se unió con El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, en una interesante federación, de estados libres asociados, denominada "Provincias Unidas de Centroamérica".

Finalmente, tras un decreto del militar conservador Rafael Carrera, Guatemala - en 1847 - se separa de aquella frustrada federación.

Una federación que, alimentada por el espíritu progresista liberal de la época, parecía que pudiera haber llegado a dar esperanzados frutos de paz y progreso.

Asturias pondría todo su empeño, con su pensamiento y palabra, para restablecer aquel ideal de unidad.

Y es de esta manera cómo el argumento de "El Señor Presidente" narra las caprichosas crueldades e insidias sufridas por el pueblo, de "un cierto país centroamericano", bajo la opresión totalitaria y explotadora de un dictador vendido a los intereses especuladores de las grandes compañías bananeras norteamericanas de entonces como la United fruit.

Los 41 capítulos breves del libro, resplandores luminosos y prosódicos de violencia, acosos, injusticias y asesinatos le dan un ritmo cinematográfico muy actual que facilita una lectura ágil.

Pero se trata de un ritmo inquietante porque todo sucede en una atmósfera familiar, de suave realismo, aparentemente inocente, que te aproxima inevitablemente al espanto.

Asturias revela, con esta novela, un compromiso con la realidad histórica de Latinoamérica a través de tradicionales formas poéticas populares y mágicas.

Tales formas literarias podrían definir un estilo, cuya denominación, en forma de oxímoron, podría definirse en mi opinión, como: "hiper-realismo surrealista".

Y es que en las dictaduras brutales todo es tan surrealista como dramáticamente real: ya sea en las torturas de los presos políticos, en los ambientes sórdidos carcelarios o en la ordinariez de los tipos que frecuentaban los prostíbulos...

El universo de tragedias personales de quienes han caído en desgracia a los ojos del Calígula de turno, los abusos, la violencia contra los humildes, la expoliación de grandes sectores de la población no vinculados con el poder económico, se dibujan con descripciones coloristas, detalladamente visuales, en las que se pueden llegar a oír los ritmos y compases de la banda sonora de un ambiente popular y desesperado.

Las víctimas son las de siempre, seres humanos inocentes sin culpa de la situación, arrastrados a la desgracia por la codicia y la ambición de los especuladores y del poder que los protege, ampara.

Las víctimas, tratadas como "infrahumanas"son despojadas del sentido de su hum anidad, pierden su sentido de la intimidad y de la inviolabilidad y sufren de la aniquilación física y moral.

Una de las jóvenes protagonistas de la novela, Niña Fedina, es injustamente acusada de conocer el escondite del, caído en desgracia y huido, general Canales.

Y es encerrada, "con miedo de tener miedo" en una siniestra, oscura y estrecha mazmorra, "un calabozo que era casi una sepultura en forma de guitarra" de paredes escritas y dibujadas con vulgares obscenidades.

Asturias se refiere a la confusa situación anímica, al terror psicológico de la chica, con una metáfora poética y surrealista que se vincula con la tradición folklórica:

"Aterrorizada, quiso alejarse de aquel mundo de locuras perversas...Muda de pavor cerró los ojos; era una mujer que empezaba a rodar por un terreno resbaladizo y a su paso, en lugar de ventanas, se abrían simas y el cielo le enseñaba las estrellas como un lobo de dientes".

"El lobo de dientes", representado de manera siniestra en la imaginería propia de las máscaras tradicionales, es una expresión popular de la zona que representa la maldad en su más absoluta crueldad depredadora.

Como la expresada en su interrogatorio, en el que nada puede decir sobre lo que, con técnicas expertas, le preguntan, mientras impotente, acosada, torturada moliendo cal sin uñas y con los dedos sangrantes, humillada y aturdida, oye llorar de hambre a su bebé, a su "mamoncito". (Impresionantes págs. de 221 a 228)

He aquí tan sólo una pequeña muestra de una de las escenas más dramáticas de una novela que hay que leer:

"Con las manos cubiertas de grietas incontables y profundas, que a cada movimiento se la abrían más, los dedos despellejados de las puntas y las uñas sangrantes, Niña Fedina bramaba de dolor al llevar y traer la mano de la piedra sobre la cal.Cuando se detenía a implorar por su hijo más que por su dolor la golpeaban.-¿Dónde está el genera? ¿Dónde está el general?

Ella no escuchaba la voz del Auditor. El llorar de su hijo cada vez más apagado, llenaba sus oídos...Más tarde - ya pintada el alba - la trasladaron al calabozo. Allí despertó con su hijo moribundo, helado, sin vida, como un muñeco de trapo".

Asturias puso en evidencia literaria el auge imparable de las dictaduras latinoamericanas, falsas democracias espantosas, sostenidas y protegidas por los intereses económicos de los grandes mercados e intereses económicos transnacionales.

Los recursos estilísticos y estéticos, por muy influidos que estuvieran por las corrientes literarias de la época, debían de ser, al fin y al cabo, un fiel testimonio de lo que verdaderamente sucedía.

Y lo que sucedía es que Estrada Cabrera sometía al País a un régimen dictatorial, en el que se sometía a las clases populares, campesinos indígenas y ladinos, a todo tipo de ferocidades, engaños y expolios abusando de su ignorancia financiera.

(Los ladinos eran los indígenas mestizos, que hablaban o entendían la lengua castellana y adoptaban las formas e indumentarias de los blancos)

La novela toma como eje principal el drama de la pareja formada por Camila (hija de un general disidente que huye) y Miguel, ex protegido del dictador.

En torno a esta línea argumental principal se suceden historias y personajes bajo el igual denominador común de la tragedia espantosa.

Contrasta la luminosidad colorista de la descripción de tipos populares, su lenguaje, no menos colorista, con el fondo del hábitat sórdido en el que transcurren sus existencias.

Tipos siniestros bajo cuyos aparentemente buenos modales se esconden las más oscuras, pérfidas y crueles intenciones. Como "Cara de Ángel", el esbirro preferido del Sr. Presidente, que era "bello y malo como el mismo Satán" y que preludia la aparición de violadores, torturadores y asesinos de las dictaduras represivas chilena y argentina de muchos años después.

Se trata de una magnífica ambientación de escenarios y de tipos sociales que hacen gala de una psicología y de un carácter personal tan cercano y expresivo que el lector nada puede hacer para intentar escapar de la tragedia que se le aproxima a aquél, o aquella, con quien- a través de la lectura- ha compartido ya tanto.

Asturias es el personaje tácito que, como si utilizara la técnica del documental cinematográfico, nos hace ver - "ver" in sensu stricto - las costumbres y circunstancias sociales de esa magnífica película, aún no llevada al cine, que es El señor presidente.

Pero no debemos obviar el sentido testimonial y de denuncia de la obra, de una situación que, por otra parte, se ha venido reproduciendo en América Latina y de una manera más o menos sutil en el resto del mundo.

Y es que las circunstancias que inspiraron la novela, esto es, las profundas injusticias sociales bajo un régimen tiránico que se decía democrático, la explotación abusiva de los recursos de un país por mercados extranjeros y la corrupción de los políticos, no sólo eran representativas de una nación y de una época.

¿Cuál fue el efecto creado por El Señor Presidente?: lograr exaltar la indignación y el clamor popular.

¿Cómo?: con los recursos emocionales propios de la recreación de una tradición épica y mágica que buscaba, en sus orígenes culturales históricos, el regeneracionismo necesario para superar una grave crisis moral, política y económica.

Pero fue un clamor que se levantó no sólo en la América Latina sino en todo un mundo que, preocupado por las señas de su identidad cultural y nacional, quería librarse de las ataduras de los regímenes totalitarios y de la explotación de los mercados transnacionales.

Cuando el libro comienza en España a poblar los escaparates de las librerías se convierte, de inmediato, en un referente de la indignación popular y de la necesidad del cambio económico, social y político.

Sus páginas alimentan la conciencia frente a la intolerancia y los abusos, se levantan frente a una política hecha a la medida del poder económico y no del conjunto de los ciudadanos.

Es, también, el testimonio literario del hombre que se rebela, el que dice No a lo insoportable pero, que, al mismo tiempo, dice Sí a lo nuevo, y necesariamente mejor, que ha de venir.

. Por tanto, a una sociedad mejor; a una democracia no espantosamente falsa sino más real y verdadera.

La obra es imperecedera porque se hace representativa de una revolución pacífica, que rechaza la violencia y que exige del pensamiento lo que de mejor hay en él.

Cultura, sensatez, tolerancia e inteligencia como inspiración de lo mejor de la revolución que está por venir. Esta es, en definitiva, la aportación de El Señor Presidente al espíritu de los tiempos actuales.

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