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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Sábado, 20 de abril de 2024

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Sobre números y superstición

 

La Realidad, ésta en la que vivimos, la que nos define y nos determina, está ella misma regida de una parte por ideas y de otra por cuantificación, por números.  Ideas y números colaboran en su constitución, pero ni hay una idea que se dé en la Realidad  ni en la Realidad se pueden dar  los números.  Vamos a poner un ejemplo: se puede hablar de SIETE OVEJAS.  Este sintagma es un intento de dar cuenta de algo que por una parte responde a la idea de OVEJA y por otra parte se pretende que haya SIETE ejemplares de lo mismo, lo cual es imposible.  Nunca se puede decir estrictamente que se den en la Realidad SIETE OVEJAS: se pretende como si lo fueran, pero en Realidad son más o menos OVEJA y más o menos SIETE.

Los números, al aparecer colaborando en dicha constitución mediante la cuantificación, no pueden tener significado, puesto que son ellos los que cuantifican el significado de las palabras que lo tengan.  ¿Qué significa "cinco"?   Es en esa colaboración de los números con las palabras de significado cuando se les queda algo de esa significación como pegado a ellos y surge una especie de creencia en la necesidad de que también signifiquen algo.  Pongamos un ejemplo: cuando los científicos consideran alguna de las constantes con las que se encuentran, como, por ejemplo, la constante de la gravitación, y dicen que es 9´8 m/s2,  muchos se dedican a creer que este 9´8 significa algo, que bajo el número está codificado el secreto de lo que no entendemos.  Es la acción de los números construyendo Realidad la que al producir la ilusión de que yo sé, por ejemplo, qué es el movimiento, qué la velocidad, qué la aceleración, puesto que puedo contarlos, entonces de rebote se intenta y se busca que en los propios números que miden el movimiento, la aceleración, etc.,  haya una significación, aunque no la entienda uno, y por eso hasta se dice "esos números esconden el secreto del universo".

Esas formulaciones y fe en los números de las que participan los propios científicos son una de las apariciones de esto que podemos llamar superstición.  Entre la gente del pueblo, entre la gente que no está sometida a los lenguajes científicos ni filosóficos (por lo tanto, que su manera de padecer la falsedad de la Realidad es más elemental, mucho más relacionada con los casos de lenguaje inmediato) esto se nos manifiesta desde la manía de guiarse leyendo el oróscopo de uno, que está regido por los números del día en que nació, hasta el hábito de jugar a la lotería.  Cualquiera descubre en estos juegos de azar que la probabilidad de que a uno le toque es pequeñísima, pero se carga uno de fe en ciertos números y en sí mismo y entonces se dedica a creer que por eso le va a tocar, que están hechos para él.  Esta búsqueda del significado, que no deja de ser un mecanismo de reducir sentimientos y vida a ideas, esta condena a la significación, recurre continuamente a los números porque éstos, al estar libres de significación, son más fáciles de ser manipulados atribuyéndoles una significación aleatoria e independiente de la lengua que uno hable; porque difícilmente las ideas, que rigen para las otras palabras de significado, se prestarían a semejante manipulación por parte de la voluntad de los hablantes, puesto que su significado viene definido por el uso común.

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