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Crítica de cine: 12 años de esclavitud, de Steve McQueen

Texto: Jaime Fernández, - 17 DIC 2013 a las 13:09 CET

Un mal día de 1841, el ciudadano neoyorquino Solomon Northup recibe una oferta de trabajo para tocar el violín en la ciudad de Washington. De esa manera tan inocente va a empezar un infierno que le convertirá en un esclavo en una plantación del sur.

 

El novelista y guionista John Ridley hace una adaptación bastante literal del libro que escribió el propio Solomon Northup en el que narró los doce años en los que pasó de ser un hombre libre a un esclavo. La historia en sí es bastante terrible, así que no hacía falta cargar mucho las tintas para impresionar al espectador. Las principales diferencias entre el libro y el guión estriban en el final, ya que el volumen incluye los juicios llevados a cabo contra los que vendieron y esclavizaron a Solomon Northup mientras que la película tiene un final mucho más emotivo. En el libro hay una cierta comprensión del fenómeno del esclavismo e incluso Northup perdona a algunos de los esclavistas y considera que en otras circunstancias no lo serían, elementos que se han borrado (con muy buen criterio) del guión, donde simplemente se muestra que unos esclavistas son más bastardos que otros, pero todos ellos se dedican a comerciar con seres humanos, lo que les convierte en unos auténticos desgraciados. Desgraciados, eso sí, protegidos por la ley y por la propia conciencia de los ciudadanos americanos de la época.


El director Steve McQueen, famoso por sus dos renombrados trabajos anteriores (Hunger y Shame), cuenta la historia con toda la crudeza que se merece. De hecho, rueda la película que a Steven Spielberg nunca le hubiera gustado que existiese, una en la que los americanos no son esos chicos buenos que delegan las culpas en otros esclavistas, sino que se cargan a sus espaldas el haber tenido una larga historia de la infamia. McQueen consigue que su película parezca totalmente contemporánea aunque los vestuarios y las imágenes puedan recordarnos a otras películas sobre el mismo tema, y para ello se apoya, esencialmente, en el gran trabajo que consigue arrancarles a los actores.


El protagonista, Chiwetel Ejiofor, ha aparecido en varias películas pero nunca hasta ahora había llamado tanto la atención, con esa cara de buena persona que no llega a entender jamás lo que le ocurre y sobre por qué le ocurre, y Michael Fassbender está inmenso en su papel terrible de esclavista borracho y maltratador, que supongo que será lo más difícil que haya tenido que hacer en toda su vida.

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