Biblioteca Complutense

Economía y Literatura

Con motivo del Día del Libro, desde la Biblioteca de la Facultad queremos hacerte una recomendación de lectura (on line). Se trata de la obra colectiva "Economía y Literatura", coordinada por nuestros profesores Luis Perdices de Blas y Manuel Santos Redondo. Para ello facilitamos en este apartado web el contenido del prólogo, a través del cual puedes acceder a la lectura de cada uno de sus capítulos, muchos de ellos escritos también por profesores de nuestra Facultad.

 

Prólogo de Luis Perdices de Blas y Manuel Santos Redondo

Los textos que componen este volumen tienen dos características claras: tratan sobre literatura y sus autores son economistas profesionales. Su justificación está en que los economistas tenemos cosas que decir sobre literatura, y en que tenemos cosas que aprender de la literatura. Hay obras literarias cuyo análisis siempre estará cojo sin el punto de vista de un economista profesional; y hay problemas económicos que podemos entender mejor si nos fijamos en lo que dicen los grandes creadores literarios.

A veces, la interrelación es más directa. El tópico del artista bohemio, despreocupado e inútil frente al economista práctico, árido y ambicioso no resiste la comparación con la realidad. Algunos de los autores estudiados en este libro fueron a la vez economistas competentes e inspirados escritores. En la introducción metodológica, «Sobre economistas y escritores», podemos ver varios ejemplos de esta dualidad. La economía es una parte importante de la vida, y no cabe pensar que ni los grandes creadores literarios ni sus personajes de ficción estén al margen de las ideas económicas de su tiempo. Lo que dicen esos personajes difunde las ideas económicas, unas determinadas ideas económicas dependiendo de cada autor, al menos tanto como los textos rigurosos de los profesionales. Si despreciamos esas ideas por el hecho de que no están expresadas con el rigor de los economistas sino con la pasión y las licencias poéticas de los literatos, su influencia seguirá siendo la misma y sin embargo los economistas no seremos conscientes de su influjo. Parafraseando a Keynes, podemos decir que hasta los escritores que despotrican en sus novelas o en sus poemas contra la economía y los economistas o contra el dinero y la ambición material, han bebido sus ideas, directa o indirectamente, de los propios economistas.

Si entendemos que la difusión de las ideas económicas es importante y que discurre por caminos muy variados, que incluyen el periodismo y la literatura, es razonable y necesario que los economistas nos ocupemos de ello como profesionales de la economía. No son pocos los economistas interesados por la literatura, o incluso que cultivan la novela o la poesía. Pero con frecuencia, si utilizan o analizan un texto literario cuyo contenido estiman relevante para entender un problema económico, lo hacen fascinados por encontrar una conexión entre el objeto de su sensibilidad artística y su trabajo diario; y de alguna manera consideran que cae más del lado de sus aficiones que de su trabajo profesional. Los editores de este libro pensamos exactamente lo contrario: los trabajos que componen este volumen no podrían escribirse sin el manejo competente por parte de sus autores del instrumental económico. No es que hayamos reunido a economistas a quienes les guste la literatura: hemos intentado reunir un conjunto de estudios sobre obras literarias que nos resultan útiles para entender diversos fenómenos económicos.

El origen del libro que tiene el lector entre sus manos es un ciclo de conferencias que se celebró el pasado mes de enero en el Instituto de España con el patrocinio del Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid. El texto incluye las conferencias pronunciadas por Francisco Cabrillo, Amando de Miguel, John Reeder, Carlos Rodríguez Braun, Pedro Schwartz y Juan Velarde, una selección de artículos publicados en revistas de difícil acceso para un economista, que han sido objeto de algunas modificaciones para la presente edición, y un conjunto de trabajos inéditos encargados para la ocasión. Los veintiún capítulos abarcan un amplio periodo, desde el siglo XVI al XX.

Después de la «Introducción metodológica: sobre economistas y escritores», de Manuel Santos Redondo y José Luis Ramos, aparecen dos trabajos sobre Cervantes.

El primero, «Arbitrismo y economía en el Quijote (1605-1615)», de Luis Perdices de Blas y John Reeder, analiza el tratamiento dado por Cervantes al fenómeno del arbitrismo e intenta a su vez explicar por qué en el Quijote se omite toda referencia a cualquier problema económico o político de su época, la de la España de Felipe III, con la excepción del asunto de la expulsión de los moriscos.

Manuel Santos y José Luis Ramos, en «La economía y la empresa en las novelas de Cervantes», explican que Don Miguel era un hombre de negocios y competente conocedor de la economía de su tiempo, y que sus novelas reflejan esos conocimientos, y concretamente una visión del mundo contraria al tópico «menosprecio de corte y alabanza de aldea», y más acorde con la ajetreada vida de Cervantes.

En «Dinero y contrato en El mercader de Venecia », Carlos Rodríguez Braun se fija en la exigencia tal vez justa pero nada benéfica de Shylock, y la analiza con las ideas de Adam Smith: el propio interés de los comerciantes nos proporciona el alimento; pero también resulta loable la beneficencia, que es una virtud y un acto voluntario de los individuos, no del Estado.

José Isidoro García del Paso realiza un análisis exhaustivo del contenido monetario de El chitón de las Tarabillas y muestra cómo Quevedo en esta obra no comprendía enteramente la teoría monetaria más avanzada de la época. Al tiempo, se documenta su utilización sesgada de la evidencia empírica. Su defensa a ultranza de la política monetaria de Felipe IV y el Conde Duque de Olivares le impide aceptar que el grave problema del vellón que aparece en Castilla en la tercera década del siglo XVII se debe, en realidad, a dicha política.

José Jurado, en «El consumo suntuario en la literatura de la Ilustración», nos introduce en uno de los grandes debates del Siglo de las Luces en España y Europa: el lujo. Jurado hace referencia principalmente a autores españoles, unos claramente en el campo de la economía como Alcalá Galiano, Argumosa, Cabarrús, Campomanes, Danvila, Romá y Rosell, y Sempere y Guarinos, y otros en el campo de la literatura como Cadalso, Meléndez Valdés, Rejón y Lucas y Torres Villarroel, sin olvidar a aquellos que practicaban ambas disciplinas como Arroyal, Canga Argüelles, Feijoo, Jovellanos y Ramos. En este capítulo también se hacen continuas alusiones a las ideas sobre el lujo de los grandes intelectuales y literatos europeos.

Con «Oliver Twist y las leyes de pobres», de Pedro Schwartz, se inician los capítulos dedicados al siglo XIX. Éste expone las ideas de Dickens sobre la beneficencia pública en el marco de la reforma de las leyes de pobres: «el escenario moral e ideológico de Oliver Twist —dice Schwartz— es el del rechazo, muy difundido en la sociedad inglesa, de la reforma de las “Leyes de pobres” llevada a cabo en 1834, a impulsos de economistas políticos», que no eran otros que los principales miembros de la Escuela Clásica, entre los que destacan Malthus, Ricardo o J.S. Mill.

El segundo trabajo sobre el siglo XIX nos introduce en la exitosa experiencia de escribir novelas económicas llevada a cabo por Harriet Martineau. Elena Gallego mantiene que en las novelas de Martineau, «bajo argumentos de ficción, se describían los principios del modelo económico clásico que explicaba el sistema productivo británico del siglo XIX. La estructura del modelo capitalista expuesto en los relatos de Martineau se asentaba sobre los tres pilares de la escuela clásica inglesa: la propiedad privada de los medios de producción, una naturaleza humana tendente a la especialización de las tareas productivas y por ello abocada al intercambio mercantil, y el estímulo fluido de la iniciativa privada explicado por la reinversión continuada de los beneficios empresariales en el tiempo. Todos los agentes económicos, empresarios y trabajadores, armonizaban sus intereses dirigiendo la producción de un país hacia el pleno empleo de los recursos».

Francisco Cabrillo, en «La quiebra como tema literario: Balzac ante el Tribunal de Comercio», se ocupa de la novela César Birotteau, cuyo tema central es una quiebra. Balzac conoce y describe con extraordinaria precisión el sistema financiero y la economía de su época, hasta el punto de que se puede reconstruir el balance contable del protagonista de la novela.

María Blanco, en «La reforma urbanística de París y la especulación bajo el mandato de Haussmann. Una aproximación a la obra de Zola» analiza la reforma de la capital francesa bajo el mandato del prefecto del Sena Eugène Haussmann, a través de dos novelas de Emile Zola: La Curée , que refleja los aspectos negativos de la especulación, y Au Bonheur des Dames , que describe el auge y la expansión de los grandes almacenes.

A continuación vienen dos trabajos complementarios sobre Leopoldo Alas Clarín. El primero, de Manuel Santos, estudia el Programa de Economía Política con el que Clarín se presentó a unas oposiciones de esa materia. Fue el preferido del tribunal, pero no del gobierno. Es un krausista exponiendo sus ideas económicas, de las que luego se ocupará abundantemente en escritos periodísticos y también en sus cuentos y novelas.

El segundo trabajo, de Alfonso Sánchez Hormigo y titulado «El pensamiento económico de Leopoldo Alas», desarrolla a fondo el Programa con el que Clarín llegó a ser Catedrático de Economía Política en Zaragoza durante un año, y también ideas sociales de Clarín expresadas en trabajos periodísticos y en sus obras maestras de la literatura.

Jordi Pascual se fija en José Echegaray, el primer español galardonado con el Premio Nobel de Literatura (1904) y tres veces ministro de Hacienda. Pascual analiza la abundante obra dramática de Echegaray, no siempre bien recibida por el público o por la crítica, como también expone Velarde en su trabajo sobre Azorín. En sus obras aparecen banqueros y operaciones hacendísticas o financieras, que el autor Echegaray conocía más de cerca desde su experiencia como ministro.

Amando de Miguel, en «La industrialización vasca en la Literatura», se fija en la industrialización en Vizcaya a finales del siglo XIX y principios del XX y su reflejo en obras literarias. Maeztu elogia abiertamente el capitalismo, pero el grueso de la literatura vasca de la época es, como apunta De Miguel, «rotundamente crítico del nacionalismo, de sus dos componentes: el tradicionalismo y el capitalismo».

Fernando Méndez Ibisate, en el capítulo «Miguel de Unamuno y la economía», sostiene que «la relación de Unamuno con la ciencia económica fue tangencial y no pasó de la mera curiosidad o de la necesidad de ingresos. No obstante, cuando un personaje inteligente acomete empresas que no le son propias lo hace con la suficiente brillantez como para aportar algún concepto interesante. En el caso de Unamuno fue, entre otros datos que se aportan, el concepto (aunque no el término) de riesgo moral».

Jesús M. Zaratiegui expone cómo Ramiro de Maeztu abordó temas económicos en más de dos mil artículos y cómo, por lo tanto, fue un activo divulgador de ideas económicas que influyó en literatos de la talla de Ortega y Gasset o Unamuno. Apunta Zaratiegui que la labor periodística de Maeztu ayudó a la introducción en España «del modo americano de hacer negocios, de los nuevos estilos de management, y de las ideas económicas del primer cuarto del siglo XX».

José Luis Ramos y Manuel Santos analizan los textos de Fernando Pessoa y contraponen la imagen tópica del escritor bohemio con la realidad de su formación y de su vida: estudió comercio en Sudáfrica, trabajó como traductor en diferentes empresas, publicó textos sobre economía y contabilidad, e incluso intentó aventuras empresariales en el campo editorial.

Luis María Linde, en «Mercados libres y buena moneda (las ideas liberales de Josep Pla)», nos presenta al escritor catalán no sólo como un liberal y demócrata antes y después de la guerra civil, sino como un firme liberal en lo económico, que defiende la moneda estable como uno de los fundamentos de la sociedad civilizada. Su interés por los asuntos económicos le llevó a entenderlos más que razonablemente, sobre todo a través de su contacto con economistas.

Juan Velarde, en «Azorín y la Economía», expone el análisis de la economía rural en la producción literaria de Azorín y presta atención a la coincidencia de esta producción literaria con el «lanzamiento» de la escuela de Madrid de economistas, que desempeñó un papel principal en la modernización de los estudios económicos impartidos en las aulas universitarias desde principios del siglo XX y cuyo maestro indiscutible fue Antonio Flores de Lemus.

El siguiente capítulo precisamente está dedicado a uno de los discípulos de Flores de Lemus, Valentín Andrés Álvarez. Alfonso Sánchez Hormigo, en «Valentín y Ramón, a este lado del paraíso», nos sumerge en la pasión de Valentín Andrés Álvarez por la literatura y la economía y traza la influencia recibida por Ramón Gómez de la Serna en el autor asturiano. En definitiva, este trabajo pone de manifiesto las variadas amistades e influencias que tuvo el economista y literato Valentín Andrés Álvarez, desde el filósofo Ortega y Gasset hasta el periodista y escritor Gómez de la Serna, pasando por el economista Flores de Lemus.

El libro finaliza con el trabajo titulado «Borges, Cortázar y los sistemas económicos», de Estrella Trincado Aznar, un fructífero cotejo de ambos autores: «A través de la comparación de dos literatos tan paralelos y al tiempo tan distintos, podremos entrever el sentido último de su prolija e impresionante literatura que, sin duda, transcendió a sus propias personas —y personajes— y llegó a afectar a los sistemas, tanto políticos como económicos, impuestos en el siglo XX. Efectivamente, en muchas ocasiones la literatura tiene influencias en la vida político-económica, influencias que no se deben a la racionalidad económica que querríamos suponer influyente en la acción humana, sino a pulsiones y estados de conciencia subyacentes y de mayor trascendencia.