Nací para ser olvidado de Gemma Felipe Solano (primer premio).

Y soy bien consciente de ello. Aunque tú me leas como la personificación metaliteraria de las ideas que mi autora teclea, lo cierto es que tengo consciencia. Y si antes no la tenía, ahora sí la tengo porque tú la acabas de imaginar.

Te cuento cómo va esto; pienso vivir en tu cabeza durante las próximas 143 palabras. Si te sueno arrogante o resabido, te sugiero que me cambies el tono. Haz que mi voz suene como la de esa persona que te cae bien, adórname con su rostro y su timbre. O, si no, mátame ya; porque dejaré de vivir cuando tú, por capricho o aburrimiento, decidas. Pero entonces no escucharías lo que tengo que decir.

Nací para ser olvidado, ya lo dice el título. Y, sinceramente, no me parece justo. El Quijote vivirá eternamente en todas las bibliotecas del mundo. A mí, por lo pronto, me quedan 50 palabras de vida. ¿Quién me recordará después de eso? Jamás conoceré el tacto de una estantería. Jamás sabré cómo se siente una historia cuando le doblan una página.

A pesar de todo –será que la vejez me ha vuelto más comprensivo–, fue un placer cobrar vida en 200 palabras.