El catón del miedo
Presentación:
La Exposición, preparada por Carlos Lombas, podrá visitarse en la sala de la Biblioteca General de Filología ( Edificio A) del 15 de septiembre al 15 de octubre de 2015, en el horario de apertura de la biblioteca.
Esperamos que sea de su agrado.
Introducción
a
El catón del miedo
La incertidumbre social, política y el analfabetismo, convirtieron a la Edad Media en un espacio especulativo, donde el temor fue la mejor arma para dirigir las mentalidades occidentales hacia el lugar seguro y fortificado que representaba la fe cristiana.
Muros, ábsides, altares, murallas, apocalípticos predicadores, policromías, cielos e infiernos, perdón y castigo, hicieron que humanos y animales se consagraran a entender su razón de existir, siguiendo aquel sabio manual que contenía las leyes de su dios: La Biblia.
Si no sabes leer y estás vivo, y las normas de la comunidad te dictan un comportamiento moral, y por ende religioso e implícito en el monoteísmo, tus ojos deben ser el vehículo para que tus oídos validen, en efecto, la tutoría de tu moralidad.
El habitante medieval en una comunidad cristiana, o el caminante devoto, deberían tener frente a ellos, al llegar y luego al entrar, en los lugares sagrados, el fotograma que le defina el bien y el mal, además del hecho o el por quién se ha construido el sacrosanto edificio. Una vez procesado el mensaje, y después de oír al púlpito, su vida con su dios, con los demás y el entorno ha de ser impecable, siguiendo los dictados sagrados, escritos en sus tutoriales.
El medievalista, debe leerlos, saber cómo eran interpretados por los canteros, y encontrar los porqués de la inducción al miedo, bajo los rígidos epígrafes de los teólogos y teologías, y posteriormente, en el incipiente castellano literario, descifrar lo que juglares, trovadores, goliardos, frailes y clérigos, ponían en boca de sus personajes, transcritos por sus amanuenses, en los textos literarios que se conservan.
La arquitectura religiosa románica en su espectro, es una secuencia de estampas pétreas, que acomodan la necesidad de concordia de hombre medieval, después de su riesgo permanente al pecado, infiriendo en la vida cotidiana con premios y castigos, amenazas e infiernos, en contraposición con la benevolencia con el que tiene fe, de ese dios que nos maneja, bajo la ecfrasis (1) del teólogo iluminado.
Ceñiremos nuestro entramado a la época del románico, pues entrar en el gótico para agrandar los espacios y los temores, nos llevaría otro inacabable episodio, difícil de sintetizar en pocas imágenes y tratados.
Los canteros son exegetas (2) de los escritos sagrados, siempre bajo el sincretismo ecuménico de los teólogos cristianos, dando origen, como dueños del secreto simbólico a la masonería cristiana.
Y en ello la literatura medieval, oral o transcrita primero, y de ficción y biográfica, más tarde, estampó, lo que es crónica y estudio, pensamiento y catecismo de esta exposición.
(1)La écfrasis es “el ejercicio literario que consiste en describir un objeto de arte”, pero no especifica a qué género pertenece, precisamente porque puede amoldarse a cualquiera de las tres bases genéricas, a saber, narrativa, lírica y dramática.
(2) La exégesis (del griego ἐξήγησις [exéguesis], de ἐξηγεομαι [exegueomai], ‘explicar’)1 es un concepto que involucra una interpretación crítica y completa de un texto, especialmente religioso, como el Antiguo y el Nuevo Testamento de la Biblia, el Talmud, el Midrash, el Corán, etc. Un exégeta es un individuo que practica esta disciplina, y la forma adjetiva es exegético.
La palabra exégesis significa ‘extraer el significado de un texto dado’. La exégesis suele ser contrastada con la eiségesis, que significa ‘insertar las interpretaciones personales en un texto dado’. En general, la exégesis presupone un intento de ver el texto objetivamente, mientras que eiségesis implica una visión más subjetiva.