Biblioteca Complutense

Unas labores “típicamente femeninas”

La asociación de los trabajos textiles con los espacios femeninos es anterior a la Edad Media, puesto que las fuentes de la Antigüedad ya mencionan que se llevaban a cabo estas actividades en los gineceos. Asimismo, muchos mitos grecolatinos que pervivieron en textos medievales atribuyen a mujeres legendarias la invención de muchos procesos textiles, como el esquilado e hilado de la lana, que fue enseñado a los humanos por Atenea, o el hilado de la seda, cuyo descubrimiento se atribuyó a Pánfila. Estos mitos, copiados y editados durante la Edad Media, se ilustraron mediante iluminaciones o grabados. Las actividades textiles se asociaron a virtudes deseables en las mujeres, como la templanza, la castidad o la fidelidad.

La diosa Minerva enseñando a esquilar ovejas a los humanos en otra página
del mismo incunable expuesto en la vitrina 3, 1494. Madrid, BNE, Inc/2444.

De entre todas estas actividades, el hilado era la labor femenina por antonomasia. En la Biblia, en un acróstico dedicado a describir a la mujer ejemplar, se dice que “Anda en busca de lana y de lino,/ y gustosa trabaja con sus manos. (...). Con una mano sostiene el huso/ y con la otra tuerce el hilo. (Proverbios 31: 13, 19). También los Padres de la Iglesia sancionaron esta actividad como adecuada para mujeres. San Jerónimo recomienda en varias de sus epístolas (a Leta, a Paulo, a Estoqui, a Marcela, a Pacátula o Gudencio) que las mujeres aprendan a hilar y tejer. En cambio, San Cesáreo de Arlés previene que se eviten excesos. Por ello, era frecuente que se realizaran labores textiles en ambientes monásticos. Además, la asociación del hilado al mundo femenino no es exclusiva del cristianismo, puesto que el Corán también vincula esta actividad a las mujeres, con un valor similar a la limosna o zakat.

Para los cristianos, los trabajos textiles tenían asociaciones místicas y doctrinales, ya que se asociaban a la figura de la Virgen María. En el Protoevangelio de Santiago se cuenta cómo los sacerdotes hebreos encargan a siete “vírgenes sin mancha de la tribu de David”  que hagan un nuevo velo para el Templo de Jerusalén  (Protoevangelio de Santiago 10:1). También el Evangelio Armenio de la Infancia menciona que María hilaba. Las labores textiles fueron interpretadas como metáforas de Cristo tejiéndose en su vientre, por lo que fue frecuente representar a María llevando a cabo diferentes actividades textiles. En esta exposición pueden verse dos imágenes de María tejiendo (vitrina 3) dentro de dos ciclos dedicados a la vida de la Virgen, aunque existen otras representaciones de época medieval en las que realiza otras labores textiles, como hilar o hacer punto.

La rueca y el hilo aparecen en muchas representaciones de los Primeros Padres tras ser expulsados del paraíso. En esta exposición pueden verse dos representaciones de Eva hilando (vitrina 2), en el Salterio anglo-catalán y en las Grandes Horas de Rohan. Esta iconografía fue tan habitual que el salterio incluye, en su primer folio. otra representación de Eva con los instrumentos para hilar. En las dos imágenes expuestas, Adán ara la tierra con una azada, cumpliendo el castigo impuesto por Dios tras el pecado original (Génesis 3:17-19),  estableciendo de forma simbólica la división del trabajo entre hombres y mujeres. En la imagen del salterio, además, Eva está cuidado de sus dos hijos, uno de los cuales descansa en su regazo, al mismo tiempo que lleva a cabo esta labor. También en el Tacuinum expuesto en esta vitrina aparece una campesina que sujeta los útiles de hilado mientras recolecta espinacas. Este tipo de representaciones evidencian cómo muchas mujeres aprovechaban para hilar los ratos libres que les dejaban sus quehaceres cotidianos.


Christine de Pizan y la defensa de los trabajos textiles

Sin embargo, a pesar de esta recomendación o, tal vez, precisamente por su asociación con las mujeres, muchas de estas labores eran vistas con cierto desdén. La escritora Christine de Pizan, en su célebre libro en defensa de las mujeres, La ciudad de las Damas (1405), denuncia el desprecio que existía en su época hacia estos trabajos “femeninos”:  

Los hombres, sin embargo, suelen afirmar que el saber femenino no tiene ningún valor, y es un tópico oír decir cuando se habla de alguna necedad: «¡De una mujer tenía que ser esa idea!», En resumen, la opinión común a todos los hombres es que las mujeres nunca sirvieron para otra cosa que para traer hijos e hilar la lana.

En otro pasaje vuelve a hablar de esta idea:

Señora mía, los hombres guardan en su panoplia un dicho que encierra los mayores reproches hacia nosotras: «Dios creó a la mujer para llorar, charlar e hilar».

A lo que responde:

(...) En cuanto a hilar con la rueca, es otro don natural, pero a su vez un trabajo necesario para celebrar el servicio divino y vestir a todas las criaturas dotadas de razón, evitando así el desorden del mundo. Es el colmo de la perversidad reprochar a las mujeres algo que las honra y por lo que merecen agradecimiento.

La cita evidencia la visión paradójica que existía sobre el trabajo textil femenino durante la Edad Media pues, si bien estas actividades no estaban bien valoradas, los productos que de ellas se obtenían sí, especialmente cuando se trataba de textiles suntuosos. La propia Christine muestra una opinión ambivalente hacia el hilado a lo largo del texto, pues en otro pasaje denuncia cómo su madre no quería que se dedicara al estudio, sino a actividades propias de mujeres, como el hilado:

Fueron los prejuicios femeninos de tu madre los que te impidieron durante tu juventud profundizar y extender tus conocimientos, porque ella sólo quería que te entretuvieras en hilar y otras menudencias que son ocupación habitual de las mujeres.

A pesar de esta cita que desprecia la actividad del hilado, a lo largo del libro alaba a diferentes mujeres mitológicas e históricas por sus logros en lo textil. De Minerva dice que era muy “dotada para la ciencia” por descubrir las técnicas para hilar y tejer. Sobre las técnicas para elaborar tejidos de lino y cáñamo, atribuidas a Aracne, dice que “estas técnicas resultaron indispensables para la humanidad aunque haya hombres que desprecian a las mujeres por practicar estas artes”. De Pánfila dice que tenía una “mente muy industriosa, dotada para todo” y que gracias a ello inventó el arte de tejer la seda.


Christine de Pizan escribiendo en su estudio en un manuscrito del siglo XV,
Munich, Bayerische Staatsbibliothek,Ms. Gallica 11, fol. 2r.
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