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Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid

Jueves, 28 de marzo de 2024

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Lezama Lima y su paraíso

No podemos decir adiós al 2010 sin hablar de José María Andrés Fernando Lezama Lima: José Lezama Lima. Ni podemos dejar de escribir sobre un poeta, más ensayista que novelista, para quien la infancia, tiene el significado psicológico de ser el auténtico paraíso. Su única novela, que precisamente se llama Paradiso, alcanzó una extraordinaria expectativa desde que fuera publicada en 1996.

 

José Lezama nació el 19 de diciembre de 1910. En el 2010 hemos cumplimos por tanto su aniversario, como también el de Torrente Ballester, y el de una importante institución madrileña para la historia de nuestra literatura: La residencia de Estudiantes.

José María nace en un campamento militar cerca de La Habana, Su hermana Eloísa Lezama Lima, cuenta de él que de pequeño le apodaban bolín porque ya era gordito. Su padre José María Lezama y Roda, hijo de vasco con cubana, era coronel de artillería ingeniero y arquitecto, y militar de la primera promoción republicana después de la emancipación de Cuba del colonialismo español. Él había reconstruido como ingeniero el castillo del Morro en la Habana, cuartel del nuevo ejército republicano de Cuba, y lo inaguraba como primer director.

 

De su padre dice:

"Su voluntad vasca, la búsqueda de un nueva finalidad desde que era huérfano, su decisión por las matemáticas...lo llevaron a estudiar ingeniería...En la convocatoria para formar la oficialidad de la naciente república, alcanzó el número uno, pues lo más difícil de esos exámenes eran las matemáticas, y como ya era ingeniero, rebasaba fácilmente las tretas de los tribunales examinadores, que exigían las astucias euclidianas implacablemente, cuando no se tenían recomendaciones". (pág. 248)

Su madre, cuyo fallecimiento sería decisivo para la escritura de esta novela, se llamaba Rosa María Lima y Rosado.

Hija de cubanos y nieta de andaluz, fue una auténtica criolla elegante de la época, tocaba con elegancia el piano, cantaba bien, sabía idiomas, dominaba la economía doméstica y practicaba las refinadas normas sociales.

Los preparativos de su boda , la de « Rialta » con « José Eugenio », son descritos con deliciosa sensualidad y ternura.

« Lucía Rialta espléndidamente sus veinte años y al enfrentarse con su destino ostentaba sonriente el tranquilo rielar de la casta Venus... había que llevar el cuerpo a su splendor formae y la figura a su momento de mayor irradiación conmemorativa...en ese día en que las tejedoras mezclan sus indescifrables órdenes para el futuro con los cantos despertados por el júbilo de sus puntadas ». (pág. 252.)

 

Su infancia - la de Lezama - como la de cualquiera de nosotros, fue la eterna novela, aunque unos la escriban y otros no. Anímense, hagánlo, no se arrepentirán, aunque abunden las lágrimas y las sonrisas evocadoras.

Es un estado de inocencia permanente, era fabulosa, edad de oro, era generatriz psíquica que pervive a lo largo de la vida en las almas más sensibles y marca para siempre la personalidad y el carácter.

Lezama se siente así como "el niño que, después, no es adolescente, adulto y maduro, sino que se fija para siempre en la niñez" (pág.401) y además sigue inocente toda la vida.

"Las estaciones (las etapas psicológicas del ciclo vital, diríamos nosotros) en el hombre no pueden ser sucesivas...hay hombres en los cuales este estado de inocencia, ese vivir la niñez, pervive toda la vida" (pág.401)

Lezama Lima se acerca a ella en el capítulo primero, cuando alcanzan sus primeros recuerdos a un niño de cinco años. Desde entonces los terribles y frecuentes ataques de asma le acompañarían siempre, hasta acabar, finalmente, con su vida.

 

El primer párrafo de la novela marcaría, para siempre, el destino de Lezama Lima :

« La mano de Baldovina separó los tules de la entrada del mosquitero...abrió la camiseta y contempló todo el pecho del niño lleno de ronchas, de surcos de violenta coloración, y el pecho que se abultaba y encogía como teniendo que hacer un potente esfuerzo para alcanzar un ritmo natural... Mientras las ronchas recuperaban todo el cuerpo, el jadeo indicaba que el asma le dajaba tanto aire por dentro a la criatura, que parecía que iba a acertar con la salida de los poros...le dijeron (a Baldovina) que lo frotase con alcohol, ya que seguramente la hormiga león había picado al niño cuando saltaba por el jardín »

Pero si hay algo que puede impactar con fuerza extraordinaria en la psicología de un niño es la muerte del padre.

Su padre, además, muere en plena vitalidad víctima de la gripe que asoló los cuarteles de Europa y América durante la llamada « Gran Guerra ». « Los treinta y tres años que alcanzó su vida fueron de una alegre severidad » (pág.123)

La descripción, en riguroso e impresionante directo del rápido desenlace de su padre es uno de los momentos más fuertes, tensos y de más intensa huella de la novela, al final del capítulo VI, págs 287 a 293.

« Llevaba tres días con la gripe, la fiebre aumentaba al llegar el anochecer en una forma que comenzó a alarmarlo...convencido de que...necesitaba remedios de urgencia, la gripe lejos de ceder parecía como si le fuera a dar paso a males mayores...pudo apenas convencer a Rialta, embarazada de su segunda hija, de que ella ya no podía cuidarle y la extrema gravedad, dado su estado, que tendría la gripe en ella...(pág. 284)

Y así fue como estando, como el deseaba, a la altura de su destino, su alegría había terminado en la absoluta soledad del hospital y de la muerte »

La visión del niño, de un impacto psicológico inolvidable, que ve a su padre muerto en la habitación del hospital, es uno de los momentos más afectivamente intensos de la novela, contrastando con la gran sencillez de la descripción de la escena (pág. 292).

« Cemí notó el silencio que rodeaba la habitación donde supuso que estaría su padre...se dirigió a la cama donde sospechaba alguien tapado. El ordenanza descorrió la sábana. Vio, de pronto, a su padre muerto, ya con su uniforme de gala, los brazos cruzados sobre el pecho » (pág.292)

« Se decía que su padre se aparecía en El Morro de noche en el pabellón donde daba su clase, buen cumpliudor de su sentido misional, aún después de muerto » (Pág 394)

 

El 30 de Septiembre de 1930, José Lezama participa, a sus 19 años, en las refriegas estudiantiles contra el dictador Gerardo Machado que cerró la universidad desde esa fecha hasta 1933. Suceso evocado, en clave de fábula y al mismo tiempo de rigurosa crónica objetiva, en el capítulo IX de la novela.

A la llegada de Fidel le proponen para ocupar la Dirección de Cultura, pero le nombran Subdirector del Departamento Nacional de Publicaciones cuyo director era otro de los grandes escritores cubanos: Alejo Carpentier. No se pierdan la lectura de la obra de este autor "El siglo de las luces".

En 1961, y tras la desbandada familiar, el poeta permanece en Cuba con su madre, con cuya muerte ya le obsesionaba antes de que ocurriera en 1964, abandonándole en una profunda y desolada crisis.

En 1966 se edita Paradiso. Diez años después, en 1977, moría el propia Lezama víctima de la enfermedad que no le había abandonado desde la infancia.

Su obra es luminosa, sensual, extraordinariamente culta, neo-barroca, saturada de claves difíciles de interpretar, de sueños increíbles surrealistas y de extraños enigmas que costaría resolver. Una obra que, en principio, no es de lectura nada fácil.

Se trata de una narrativa poética de alusiones culturalistas veladas, parábolas y alegorías que aluden a una realidad secreta, íntima, imaginada y, al mismo tiempo, conscientemente ambigua.

Lezama era un profundo admirador de Platón y devoto de su idealismo, de los poetas órficos y apasionado de Luis de Góngora y de las corrientes culteranas. Su amistad intensa con el poeta y sacerdote español Ángel Gaztelú, contribuyó a la configuración de su mundo espiritual y al encuentro con San Juan de la Cruz ; buscaba, en su Cántico Espiritual, la auténtica revelación del misterio de la poesía. (Recomiendo la versión del Cántico con la voz y la música de Amancio Prada).

Fundó en 1937 la revista Verbum y su famoso libro Muerte de Narciso.

Durante los siguientes años creó otras tres revistas: Nadie parecía, Espuela de Plata y Orígenes junto a José Rodriguez Feo, una de las publicaciones más importantes de la década del 40, en la que anticipó los primeros cinco capítulos de su obra definitiva: Paradiso.

Las 600 páginas de la novela, muy densas y apretadas, requieren un esfuerzo lector militante que recibe su gratificación intelectual.

Pero, desgraciadamente, Paradiso fue calificada por las autoridades cubanas como una novela "pornográfica", debido al tema de la homosexualidad en su configuración.

 

La defensa de la homosexualidad, especialmente tratada al final del capítulo IX en un debate intenso entre sus compañeros más próximos de la universidad, es un tema recurrente en la novela.

Frente a la consideración de la homosexualidad como sodomía excepción, enfermedad, infraxesualidad clandestina delincuencial, "vicio nefando traído por el cansancio", en referencia a la expresión que Goethe atribuía Leonardo: "mude sich gedacht" Lezama hace una encendida defensa culturalista de la condición homosexual:

Su defensa, absolutamente estetizante, va desde los trovadores cátaros, que cantaban a la mujer que no deseaban poseer, hasta el Kamasutra en su capítulo dedicado al Oparistaka. Y recorre toda la historia de la humanidad hasta referirse a los primeros tímidos intentos que defiende el derecho y la normalidad de la homosexualidad.

Lezama Limal sabía que ese niño eterno es el que más atrae la ananké, la fuerza destructiva de la fatalidad.

Y es así cómo la homofobia del régimen cubano le llevó a ser acusado de "actividades contrarrevolucionarias" en 1971, lo que le amargó bastante los últimos años de su existencia, periodo en el que Lezama vivió plenamente entregado a los libros, a la lectura y al paraíso de su escritura.

Por cierto que tampoco estaría mal descubrir, a través de e-innova geográfica, las imágenes de la Habana de Lezama, cuyos paisajes, plazas y calles se pueden recorrer con bellísima precisión en la novela.


Las citas se refieren a la 11ª Edición de Cátedra, Letras Hispánicas, de 2008. Un libro que hay que leer.

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