Siempre me han gustado las biografías y los libros de memorias. Para aquel joven que yo fui, estudiante de historia, era una manera de viajar al pasado a través de los sentimientos y de los puntos de vista de las personas que habían vivido "aquello". Muchos libros de historia me resultaban áridos mientras que las memorias y las biografías me ayudaban a transitar (con el placer de los paseos y las derivas) por periodos del pasado que me interesaban.
Es algo que me sigue ocurriendo. No quiero quitar valor a los sesudos estudios de historia económica y social en los que se analizan datos, cifras, documentos originales de la época y otras fuentes de gran interés. Lo que ocurre es que, en la mayoría de los casos, me aburren o no me dicen nada que me interese. Pero cuando todo ese conocimiento se criba y se articula en torno a la vida de una persona disfruto muchísimo.
Lo biográfico y lo autobiográfico han tenido siempre una presencia en el arte. Es probable que eso haya aumentado en las últimas décadas cuando el individuo y lo experiencial han ido cobrando cada vez más importancia. Un buen ejemplo es lo que cuenta Estrella de Diego en No soy yo : autobiografía, performance y los nuevos espectadores. Pero fuera de las artes plásticas esto también ocurre y la ficción autobiográfica y la autobiografía como ficción no dejan de aportar en el panorama literario actual.
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