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Marte en la literatura

Rafael Sánchez-Grande Moreno 6 de Noviembre de 2018 a las 11:41 h

Desde tiempos inmemoriales, Marte, el planeta rojo, ha ejercido una notable fascinación en el ser humano y así era plasmado en las diferentes mitologías. Ya en la antigüedad, debido quizá a su peculiar color rojo, se le relacionaba con el dios de la guerra, del cual tomó su nombre. Además, era muy tenido en cuenta por astrólogos, sacerdotes y sibilas, que interpretaban sus distintas conjunciones con otros planetas, a la hora de realizar sus predicciones. En tiempos más modernos, esta atracción, lejos de desaparecer ha continuado, dando a este planeta un protagonismo en el mundo de la literatura del cual ningún otro cuerpo celeste ha disfrutado, si exceptuamos quizá la Luna. ¿Pero por qué? ¿Es posible que sea por su característico color rojizo?, ¿o quizá por sus famosos canales, que despertaron la imaginación de los primeros astrónomos, a partir de la invención del telescopio, atribuyéndolos al resultado de la ingeniería de una supuesta civilización marciana? Sean cual sean los motivos, el hecho es que el protagonismo del planeta rojo está ahí, inspirando a numerosos autores, algunas de cuyas obras vamos a repasar a continuación.

Cuando H.G. Wells publicó La guerra de los mundos, en 1898, su país, el Reino Unido, era la mayor potencia colonial, encabezando el desarrollo tecnológico e industrial a nivel mundial. Durante la Época Victoriana, el ser británico era todo un orgullo y nada podía hacer frente a su poderío militar. Por aquel entonces, una de las cuestiones que más intrigaba a los astrónomos cada vez que dirigían al planeta rojo sus telescopios era la contemplación de sus canales.

Hoy día sabemos que su formación se debe a causas naturales, pero en esa época, se conjeturaba con la posibilidad de que su origen fuese artificial. ¿Y si existiera una civilización muy desarrollada en ese planeta, capaz de acometer semejantes obras de ingeniería? ¿Y si aquella supuesta civilización marciana había ya puesto ya sus ojos sobre nuestro planeta, no para visitarlo pacíficamente sino para conquistarlo y exterminar a nuestra propia especie? Este es el punto de partida de la novela: una invasión alienígena de la Tierra, que no busca el sometimiento sino nuestra desaparición, ser depuestos de un plumazo como especie dominante del planeta por una tecnología alienígena muy superior.

Este argumento u otros parecidos, se repetiría con mayor o menor calidad en multitud de relatos, novelas, y por supuesto, películas y series de televisión, pero qué duda cabe que le debemos a Wells, considerado uno de los padres de la ciencia ficción moderna, la idea original. Algunos detractores tachan de muy ingenua la idea de que unos marcianos, dotados de un desarrollo tecnológico muy superior al nuestro, cometieran la temeridad de visitar otros planetas sin ninguna protección contra los gérmenes autóctonos, pero hay que tener en cuenta que, en aquella época, los modernos trajes espaciales no estaban ni pensados.

En cualquier caso, estamos ante una de las grandes obras de la ciencia ficción, escrita con un estilo narrativo ágil, que atrapa al lector desde la primera página. Pero sobre todo, Wells, un hombre muy preocupado por los problemas sociales y políticos de su época, logra construir un alegato contra la soberbia imperialista de la sociedad victoriana y una llamada a la humildad. Porque una potencia, por muy invencible que se considere, siempre puede acabar encontrado la horma de su propio zapato: un rival aún más superior, y a veces incluso, los seres más diminutos e insignificantes son los que pueden acabar venciendo a los más poderosos.

Unos años más tarde, en 1911, Edgar Rice Burroughs comenzaría a publicar su denominada serie marciana, protagonizada por John Carter, un capitán de la guerra civil norteamericana, que huyendo de los indios, se escondería en una cueva a través de la cual viajaría a Marte. La serie, como tanta literatura de entonces, empezaría a ser publicada como folletín, es decir, por entregas en las revistas de la época. Posteriormente, sus distintas partes serían reunidas y editadas en forma de novela, bajo los siguientes títulos: Una princesa de Marte; Los dioses de Marte; El guerrero de Marte; Thuvia, la doncella de Marte y El ajedrez vivo de Marte. Si en la Guerra de los mundos, Wells vertió una crítica social y política contra el imperialismo de la época, la saga marciana de Burroughs supone una vuelta al género de aventuras clásicos, de héroes y princesas de altos y nobles ideales. Hay quien afirma incluso que el espíritu de estas novelas influiría mucho al mismísimo George Lucas, a la hora de empezar a escribir los guiones de Star Wars (I, II y III), (IV), (V) y (VI). Como aspecto novedoso, se introduce aquí por primera vez la idea de emplear un portal para viajar a otros mundos directamente, tan común en la ciencia ficción actual, como por ejemplo en la saga de Stargate.

Sin duda alguna, Crónicas Marcianas (1950), de Ray Bradbury, es una de las obras sobre el planeta rojo más conocidas a nivel mundial. La conforman una serie de relatos que narran la colonización de Marte por la humanidad. En esta obra, podríamos decir que Bradbury da la vuelta a La guerra de los mundos y la enfoca desde una perspectiva opuesta. Si en la obra de H.G. Wells, los marcianos son los invasores y los humanos sus víctimas, en Crónicas marcianas, los invasores son los humanos y los marcianos las víctimas. Además, al igual que la obra de Wells, la de Bradbury está muy influenciada por su época, en este caso los años posteriores a la II Guerra Mundial, y tampoco carece de su carga crítica. La obra apareció en una época en la que por un lado, comenzaban a aflorar las tensiones raciales en los EE.UU. y se consolidaba, con la vertiginosa recuperación económica de posguerra, la clase media y la sociedad de consumo. En su libro, Bradbury denuncia la destrucción cultural que supone todo colonialismo, en aras de un modelo social único y standard, la imposición de unos valores que sustituirán a los de la cultura colonizada. Ciertamente, los marcianos de Bradbury podrían ser los indios americanos o los nativos africanos cuando la llegada de los primeros colonos blancos a sus costas. Y al igual que los nativos terrestres, los marcianos acabarían siendo diezmados por las enfermedades importadas por los terrícolas y su cultura aplastada, sustituida por la nuestra. Pero también retrata el racismo interno, el existente en la propia sociedad norteamericana contra la población negra, que tiene que emigrar a Marte para escapar de la segregación y el maltrato que padecía en la Tierra.

Resulta llamativo que un escritor como Robert Heinlein, uno de los maestros de la ciencia ficción contemporánea, publicara en 1961 Forastero en tierra extraña. Si en la década anterior, Heinlein destacó por obras muy influenciadas por la histeria anticomunista propiciada por la caza de brujas, como Los amos de las marionetas, o de carácter abiertamente patriótico y militarista, Starship troopers (película) (libro), con el comienzo de los años 60, Forastero en tierra extraña, convertiría al ya veterano escritor en un icono de la contracultura. El libro cuenta la vida de Valentín Michael Smith, un joven humano, único superviviente de una familia de colonos terrícolas, que es educado por los marcianos, adoptando sus mismos valores sociales y culturales. A su regreso a la Tierra, esos valores entrarán en total conflicto con los valores de nuestra propia civilización, cuestionando conceptos tan enraizados como la monogamia o la propia institución matrimonial.

Podemos recordarlo por usted al por mayor, es un relato publicado por otro de los grandes de la ciencia ficción, Philip K. Dick, en 1966. En esta ocasión, Marte se encuentra presente en la historia sólo de manera virtual, implantada como un falso recuerdo en el cerebro del protagonista, Douglas Quail, que acabará descubriendo que es en realidad un agente secreto al que borraron su memoria e implantaron falsos recuerdos para que no pudiera revelar información confidencial. El relato, juega con un tema que posteriormente aparecería mucho en la ciencia ficción: ¿Hasta qué punto son reales nuestros recuerdos o son producto de una manipulación intencionada? ¿Dónde acaba la realidad y empieza la ficción? Al igual que Rachel, la replicante de Blade Runner, Douglas cree tener unos recuerdos que en realidad nunca existieron, que son falsos, y esta revelación acabará cuestionando hasta su propia identidad. Muchos años más tarde, Paul Verhoeven se inspiraría en este relato para dirigir en 1990 Desafío total, protagonizado por Arnold Scwarzernegger. En su versión cinematográfica, el protagonista sí saltaría del Marte virtual al Marte verdadero, en un relato de acción y aventuras de impecable factura, como todo lo que suele dirigir el director holandés.

Pero la literatura más reciente tampoco se ha olvidado de Marte. A parte de mi libro, La estirpe de Esgarath (editorial Nowevolution), del cual ya he hablado en una anterior reseña en este blog, quisiera destacar otra novela española de reciente aparición: Nieve en Marte, de Pablo Tébar (editorial Minotauro). Una de las virtudes de la ciencia ficción es que, siendo un género con identidad propia, puede tocar otros géneros colindantes, como el terror, el fantástico o la literatura política. Este libro es un claro ejemplo. En un futuro distópico, de hambre, desertización y superpoblación, la humanidad debe de iniciar un éxodo a las colonias marcianas para garantizar su supervivencia. Pero a la vez, en la agonizante Tierra, se están perpetrando una serie de crímenes que una policía deberá investigar y aclarar si existe o no un nexo entre los asesinatos y la diáspora a Marte. Se trata, pues, de un libro que mezcla con habilidad en su trama el género policiaco y la ciencia ficción.

Ésta sólo ha sido una pequeña selección entre la infinidad de obras literarias relacionadas, de una manera u otra, con el planeta rojo. Pero podéis estar seguros de que Marte continuará presente en la literatura futura, de que la contemplación de su luz brillante y rojiza en nuestros cielos nocturnos, seguirá haciendo volar la imaginación de nuevos autores.

 

 

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