Una vida, una obra
Julián Marías conoció a Ortega y Gasset, al que “se le veía pensar” a los 18 años. Eso ocurría en la Facultad de Filosofía de Madrid, “la mejor institución universitaria de la historia española, por lo menos después del Siglo de Oro”, como cuenta en sus memorias Una vida presente.
Otra influencia decisiva en Marías sería la de Miguel de Unamuno con temas como el problema de España, el sentido de la vida, Dios, la muerte, o la novela como instrumento filosófico, reflejados en su obra Miguel de Unamuno (1943).
Fue llamado a filas en el Ejército republicano durante la Guerra civil, y en la última etapa ayudó al socialista Julián Besteiro, que estaba al frente del Comité Nacional de Defensa, mediante la publicación de artículos en el ABC republicano y que son un testimonio de la Tercera España que se opuso a la guerra fratricida y que buscó afanosamente la paz.
La posición de Marías a favor de la república, su colaboración con Besteiro y su amistad con Ortega le acarrearon persecución política y el ostracismo académico en el régimen de Franco. Apartado de la carrera académica, tuvo que subsistir escribiendo libros, traduciendo otros y dando conferencias. Así escribió su primer libro, Historia de la Filosofía (1941), concebido como “los pasos libres y necesarios de la mente occidental en busca de la verdad radical sobre la realidad”.
Tras el regreso de Ortega a España, en 1948 organizan juntos unos cursos llamados a ser la expresión del nuevo humanismo, para lo que se creó el Instituto de Humanidades.
En 1951 se traslada a Massachusetts para trabajar como profesor de literatura española en Wellesley College, y en 1956 fue profesor de Filosofía en Yale, impartiendo cursos posteriormente en las universidades de California, Indiana, Nueva York, Arizona o Harvard, ejerciendo también la docencia en distintas universidades de Hispanoamérica. En esa época mantiene contactos con figuras del pensamiento o de la literatura como Heidegger, Etienne Gilson, Gadamer, Gabriel Marcel, Hazard o Graham Greene.
Desaparecido Ortega y cuestionado su magisterio por la derecha y la izquierda políticas, Marías inicia un amplio proyecto de presentación sistemática de los hallazgos filosóficos de Ortega mediante un amplísimo comentario a las Meditaciones del Quijote (1957) y una monumental biografía: Ortega. I: Circunstancia y vocación, 1960 y Ortega. Las trayectorias, 1983.
En los años 60 Marías va logrando cierto reconocimiento en España. A ellos contribuye el eco que tienen las colaboraciones de Marías en la prensa: desde 1951 comienza a publicar artículos en diarios, ABC, La Vanguardia o la Nación de Buenos Aires. Muchos de esos artículos serán recopilados en forma de libro, como El oficio del pensamiento, La libertad en juego o El curso del tiempo.
En 1964 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Mientras, publica ensayos de diversa índole: Los españoles, La España posible en tiempos de Carlos III, Meditaciones de la sociedad española, Análisis de los Estados Unidos y, al final de la década, uno de sus más importantes libros filosóficos, Antropología metafísica (1970).
Partiendo de la doctrina orteguiana, la estructura analítica de la vida humana, su discípulo da con ese ensayo un paso más y estudia “esa zona de realidad que llamamos ‘el hombre’ “. Esta obra supone un punto de inflexión en la obra de Marías, desde sus primeras etapas marcadas por la influencia de Ortega hasta el estudio de la persona, que será su gran tema de investigación durante las últimas décadas de su trayectoria.
Es el caso de obras como La mujer en el siglo XX (1980), La felicidad humana (1987), La mujer y su sombra (1987), Mapa del mundo personal (1993) o Persona (1996). La indagación acerca de la persona está también presente en otra obra no estrictamente filosófica: sus memorias Una vida presente (1988), un apasionante relato vital que se lee como una novela.
Una singularidad de Julián Marías es que se valió del cine, del que era muy aficionado, para hacer filosofía. Las historias de ficción de la pantalla son para él un instrumento para analizar la vida humana desde múltiples perspectivas. Intuye desde muy pronto que el cine es el arte más propio de su tiempo y el más idóneo para expresar la realidad de la vida. En ese sentido, Marías fue pionero al adelantarse a filósofos como Stanley Cavell, Eugenio Trías o Fernando Savater, que analizaron el séptimo arte como punto de partida de reflexión antropológica.
Marías plasmó su antropología cinematográfica en el millar y medio de críticas que escribió semanalmente primero en Gaceta Ilustrada (1962-1982) y después en el suplemento Blanco y Negro (1988-1997). Por su obra sobre cine fue elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1990.
Siempre interesado por el porvenir de la sociedad española, sus estudios sobre el pasado impulsan una nueva mirada atenta hacia el presente y el futuro. De ahí nacen obras dedicadas a examinar la realidad profunda de las regiones españolas, como Consideración de Cataluña o Nuestra Andalucía.
El fin del Régimen franquista en 1975 supone para Marías una oportunidad para tomar parte activa en la Transición. Lo hará de dos formas: con su pluma y con la actuación política. Desde 1976 publica una serie de ensayos sobre España, como La España real, España en nuestras manos, y La libertad en juego. Pero el trabajo más ambicioso fue España inteligible, razón histórica de las dos Españas (1985), una aproximación histórica a la doble vocación de España, la europea y la hispanoamericana. Obras complementarias en esa línea serían Ser español (1987) y Cervantes, clave española (1990).
Socialmente, multiplicó la presencia de la tradición liberal de pensamiento a través de su acción como presidente de la Fundación “Fundes” (Madrid), como director de cursos de verano en Soria (1972-1977) o colaborando en grupos como el Colegio Libre de Eméritos, fundado en la década de 1980.
Fue designado en 1977 senador y participó en la discusión sobre el proyecto de la Constitución. Dejó de serlo al disolverse las Cortes en 1979 y desde entonces hasta el final de su vida, se concentró en su tarea intelectual y académica.
Entre 1980 y 1984 ocupó una cátedra en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, dando origen a unos cursos anuales con enorme éxito de público en el marco del Instituto de España.
Marías ha sido siempre un pensador cristiano. Su tesis juvenil estuvo dedicada al pensamiento del filósofo francés P. Alfonso Gratry. De entonces nace su aprecio por los hallazgos filosóficos de X. Zubiri sobre el ser fundamental. En los últimos años publicó importantes reflexiones como Sobre el cristianismo (1997) o La perspectiva cristiana (1999). Entiende que en la filosofía de la razón vital se reformulan, filosóficamente, muchas de las intuiciones que inspiran la cosmovisión cristiana.
En los últimos años de su vida le llegaron los premios y distinciones. El más importante, el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, lo recibió en 1996.
Julián Marías estuvo activo casi hasta el final, impartiendo cursos, escribiendo libros o viajando. Murió el 15 de diciembre de 2005. Hacía sólo unos meses que había publicado su última obra, La fuerza de la razón.
Entre sus miles de páginas queda el autorretrato de alguien auténtico, siempre puesto a prueba por los tiempos -tiempos cambiantes, tiempos favorables (pocos), tiempos en contra-, siempre por encima de las modas; la imagen de alguien que nunca mintió, que no es sino la cortesía del verdadero intelectual; alguien, en fin, que ha permanecido firme como una roca ante las calumnias, defendiendo sus convicciones sin herir a nadie.
*Basado en: Alfonso Basallo: Julián Marías, el intelectual en la sombra. El Mundo 16/06/2014 y Helio Carpintero. Marías Aguilera, Julián, Filósofo y ensayista