Biblioteca Complutense

El inframundo y sus dioses en Egipto

El pensamiento egipcio concibió con todo detalle la geografía del más allá de acuerdo con la perdurabilidad de la esencia espiritual del ser humano y con una extremada idealización de la vida en el Valle del Nilo. La experiencia postmortem incluía la recepción de ofrendas y la celebración de banquetes familiares, pero los difuntos también se representaban trabajando los campos o cazando en las marismas. El objetivo de los ritos funerarios era garantizar la eterna continuidad del gozo de vivir. La ceremonia de la Apertura de boca buscaba revitalizar los sentidos, la capacidad de hablar y disfrutar la comida, del tacto, del oído o de la vista: Aquí comienzan las fórmulas […] para ser allí poderoso y glorioso y trabajar, segar, comer, beber y hacer el amor: (en suma), para hacer todo cuanto tenía el hábito de hacer sobre la tierra” (Libro de la Salida al Día, cap. 110).


Escena de ofrendas. Tumba de Userhat (TT56).
Tebas, necrópolis de Sheij Abd el-Qurna.
Dinastía XVIII.
Ca. 1428-1397 a.C.

Osiris. Tumba de Sennedjem (TT1).
Tebas, Deir el-Medina. XIX
Dinastía.
Ca. 1289-1212 a.C.


Fueron muchos los dioses que poblaron el inframundo egipcio, acompañados además de genios o guardianes que vigilaban el acceso a cada región del más allá; no obstante, la presencia del dios Osiris fue constante tanto en las representaciones iconográficas como en los textos funerarios. Osiris fue, en origen, un dios de la regeneración de la naturaleza. Se manifestaba por tanto en los ciclos estelares y agrícolas —a los que debe el habitual tono verdoso de su piel— tanto como en la propia crecida. En los Textos de las Pirámides, el soberano muerto identificado con Osiris afirmaba: “he salido hoy de las aguas de la inundación […] He llegado a mis canales que están en la orilla […] al lugar de satisfacción, verde por los campos, que está en el horizonte. Vuelvo verde la hierba que está en las orillas del horizonte”. (TP 317, §507-509).

Juicio osiriaco. Libro de la Salida al Día de Taysnakht, hija de Taymes. Turín, Museo Egipcio (Cat. 1833). Época helenística. 332-30 a.C.

A partir del Reino Nuevo, el acceso al inframundo implicaba la comparecencia en un juicio de altísima exigencia moral presidido por Osiris. A su lado, era imprescindible la presencia de otros dioses: Thoth, que tomaba nota de la sentencia y solía ser representado con cabeza de ibis y portando una paleta de escriba; Anubis y Horus, que podían actuar como guías y velaban además por el justo empleo de la balanza en la que se pesaba el corazón del difunto; y, por último, Maat, diosa de la Justicia y la Verdad, que encarnaba la imparcialidad y ejercía como contrapeso de la declaración del finado. ¡Oh corazón […]! ¡No levantéis falsos testimonios contra mí en el juicio, no os opongáis a mí ante el tribunal, no demostréis hostilidad contra mí en presencia del guardián de la balanza (del juicio)! (Libro de la Salida al Día, cap. 30b).