Encuentros
Índice - Correspondencia en el exilio - Razón Poética - Relaciones personales - Encuentros - Sueño creador
Emilio Prados
"En la noche, alumbrados por la luz parpadeante de alguna vela, venían Serrano Plaja cuando no estaba en el frente, Vicente Salas Viu y más de continuo José María Quiroga, y a diario Emilio Prados. Debíamos escuchar más intensamente el silencio que nuestras palabras. Y el silencio confería a las palabras calidad de lámpara que se enciende en lo oscuro al modo de luces votivas, de leve llama que se extingue en lo más recóndito de lo oscuro“ [María Zambrano, Hora de España, XXIII noviembre 1938]
«Sólo quiero escribir sobre tu poema del sueño, del hombre, de Dios, del Dios escondido y ausente y presente, del Dios viviente. Hijo, Emilio ¡qué decirte, sino que te quiero como siempre y que sería hermoso que pudiéramos sentarnos el uno junto al otro en un atardecer o en una mañana clara, mirando el Sol y la yerba, callados, sin más. Pero sé que esto no será más que en España: que allí nos encontraremos de nuevo. ¿Cuándo? No lo sé. Dime Emilio, ¿tú sabes si vas a volver? No te pregunto si estás decidido. Pues tú como yo no eres de “decisiones”, ni de “elegir”. Tú y yo no hemos elegido nunca. Somos de la Paloma que encuentra la libertad obedeciendo. Por eso te pregunto “si lo sabes”» [Carta de María Zambrano a Emilio Prados (Roma, 20 de octubre de 1958)]
Federico García Lorca
«… que hasta entonces era un nombre, casi un mito que ha persistido largo tiempo. Se había creído que era un bardo que andaba por los caminos. Yo quería que lo conocieran de verdad pues quienes se decían conocedores de él iban gritando por la radio y los altavoces “La casada infiel”, como si no hubiera escrito otra cosa» [Federico García Lorca. Antología. , ed. facsímil, (Panorama, Chile, 1937), Fundación María Zambrano, Vélez Málaga, 1989), p. 12]
«El poeta de la sangre, de “la fuerza de la sangre” que era García Lorca tenía que ser sentido a la fuerza como enemigo, por todos los que han querido ahogar este maravilloso Renacimiento de la cultura y del pueblo español»
Jorge Guillén
“María ya estaba sola con su hermana. Con ella se entendía muy bien, aunque eran muy diferentes, Vivía muy cerca de Piazza del Pópolo. Allí la acompañaban no sé cuantos gatos.
Todo es significativo en esta mujer intensamente original y su amplia comprensión de la vida no se limitaba a la del hombre... Nos reuníamos a veces en el Café Rosati, Piazza del Popolo, y antes de terminar la cena, María se marchaba advirtiéndonos: “Volveré”. Iba a llevar comida a gatos que la esperaban en alguna esquina, costumbre de algunos romanos compasivos.
…el interlocutor se sentía inmerso en una profundidad espiritual arrastrado asimismo por esa incesante pregunta, que ya nos iluminaba…Es única y siempre original nuestra admirable María Zambrano" (Guillén, p. 103-04)
Luis Cernuda
"Y en aquellos días, que para nosotros fueron felices en La Habana, me hablaste de la cadencia que se había perdido en España y me citaste a Bécquer: "cadencias que el aire dilata en las sombras" y nos hablaste de la prosa de Bécquer, de las cartas desde Veruela. Había cadencia también [...] Te quise convencer de que eras amado, entendido, pero tú no querías serlo. Querías, como Lucrecio, que te dejaran beber la amarga medicina, sabiendo que era amarga, apurando la copa de la amargura” ABC, 30 de abril de 1988 (dirigiéndose a él póstumamente)
"...y para mí la poesía de Cernuda es la más alta y pura de la poesía española actual [...] La poesía siempre ha de ser la forma de lo informe y la palabra del silencio [...] Y éste es el parentesco que le noto con Luis Cernuda, cuya poesía me parece la más silenciosa de las actuales nuestras". Carta a Virgilio Piñera, 5 de noviembre, desde Puerto Rico (María Zambrano,1904-1991, 2004)
Miguel Hernández
“Salíamos a pasear por aquellos lugares de la entrada de Madrid, cuesta abajo calle de Segovia para sentarnos algún rato en el puente o sobre alguna piedra a la entrada de la Casa de Campo, solos y como si estuviéramos abandonados. Por mi parte pasaba un momento extremadamente difícil y creo fuera ello lo que nos unió tan diáfanamente. Más no sólo contaba lo que de difícil tuvieran nuestras singulares situaciones, sino más todavía la amargura que brotaba de aquellos racimos de viña tan floreciente porque el dolor se nos adelantaba ya(…) veneno y sierpe se nos daban a beber y a sentir. Y cierta estoy de que no éramos los únicos en sentirlo, digo únicamente que Miguel Hernández se acompañaba y me acompañaba más que nadie en ese sufrimiento. A pocos seres he visto sufrir así “cuando todo le iba bien.” [«Presencia de Miguel Hernández», El País (Madrid), año III, núm. 677, julio 1978]
«Mi buen amigo… Recibí ayer su conmovedora carta. Qué interminable agonizar, qué martirio. Si Lorca es el símbolo del poeta asesinado. Miguel lo es del hombre que no podía ser sino poeta, y su agonizar que no acaba recoja en vaso diáfano el agonizar de todos, de todos ustedes y de nosotros de otra manera [Carta de María Zambrano a Ramón Pérez Álvarez Fernay- Voltaire, 11 de enero de 1979]»
José Bergamín
« (...) No temas por mí. Yo sé –aún más y peor que tú (tú lo sabes) lo que es –lo que ha sido- ser utilizado. Y casi siempre torpemente... ¡tan torpemente! ¿No recuerdas mi exclamación dolorida en España? (“¡Ay Dios! ¡Qué buen clavo...‘si oviese’ buen martillo!”). Y es que, tal vez me equivoqué de martillo. El clavo (sintiéndose arder) es uno mismo utilizado” [Carta de José Bergamín a María Zambrano. Lunes, 25 de noviembre de 1957. París (Casa de México)]