Sueño creador
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Si los sueños no fuesen un despertar, un cierto modo de despertar, habrían pasado inadvertidos siempre, como quizá pasen inadvertidos todavía algunos aspectos de la vida humana en el mundo del sueño, bajo los sueños o, en la vigilia, del otro lado de las fronteras de la conciencia
Soñar es ya despertar
(Zambrano, 1986, p. 43)
Todos los sueños son atemporales mientras que la vigilia es temporal. El sueño creador es el sueño que está en el más alto nivel de la escala de los sueños y exige un despertar trascendente. El sueño creador contiene una imagen real, caracteres de realidad, que es aquello que nosotros somos, que se hace presente a través de la atemporalidad, lo que le da trascendencia, signo de lo humano. Esta “especie de sueños” es la primera forma de conciencia: “El primer desprendimiento del ser que envuelve al hombre y de su propio ser, en medio de la realidad que inexorablemente se le presenta”. El trascender de estos sueños encuentra “el camino de la creación por la palabra”, y la palabra puede proporcionar “legitimidad poética del soñar”, son sueños del despertar.
Descifrar una imagen onírica, una historia soñada, no puede ser por tanto analizarla. Analizarla es someterla a la conciencia despierta que se defiende de ella; enfrentar dos mundos separados de antemano. Descifrarla, por el contrario, el conducirla a la claridad de la conciencia y de la razón, acompañándola desde el sombrío lugar, desde el infierno atemporal donde yace. Lo que sólo puede suceder si la claridad proviene de una razón que la acepta porque tiene lugar para albergarla: la razón amplia y total, razón poética, que es, al par, metafísica y religiosa
(Op. cit., p 77)