Psicología en España
"La recuperación de la psicología científica en España ha sido un proceso largo y no fácil de llevar a término. Ha contado con la voluntad decidida de un grupo de hombres de gran vocación, reunidos inicialmente en torno al doctor José Germain, Mariano Yela, Miguel Siguán, Francisco Secadas, Manuel Ubeda, Jesusa Pertejo, entre otros, juntaron sus fuerzas al final de los años cuarenta para cambiar el rumbo de la psicología que se hacía en el país, y reconduciría a las líneas científicas por las que discurría en otros países. En este grupo ocupaba un singular lugar un joven vasco, de espíritu inquieto y hondas preocupaciones personales y sociales que se llama José Luis Pinillos, un hombre que ha venido a ser maestro indiscutible de muchos de los psicólogos y expertos en ciencias sociales con que hoy cuenta nuestro país" (Carpintero 1987b)
En el siglo XIX las cuestiones psicológicas en España estuvieron mezcladas: materialismo o espiritualismo, ortodoxia y heterodoxia religiosa, polémicas y debates en torno a Cubí y su frenología y sobre el Krausismo (Giner de los Ríos, Simarro).
En el siglo XX, fueron espíritus liberales los que apoyaron el desarrollo de las primeras aplicaciones psicológicas a la realidad social (Ortega, Lafora, Marañón, Emilio Mira, Domingo Barnés).
La guerra civil española supuso un corte muy profundo en el desarrollo de la psicología con la emigración de figuras de gran relieve - Emilio Mira, Angel Garma y algunos otros nombres menores que representaban líneas modernas, innovadoras de la naciente psicología española-, la destrucción de instituciones, la desaparición de publicaciones, y, sobre todo, la desnaturalización a que se sometió la propia psicología.“Tras haber estado a punto de despegar, la psicología en España… volvió a una suerte de catacumba” (Carpintero 1986, pág. 160)
Tras la guerra la psicología se sumergió en escolasticismos y tomismos, la psicología oficial que se enseñaba en los años cuarenta y cincuenta resaltaba únicamente el espiritualismo creacionista del alma humana.
Gracias a la labor de unos pocos la psicología empezó a recuperarse. José Germain promovió una revista, una sociedad, una escuela, un instituto, y gracias a sus discípulos y colaboradores, la psicología española se colocó al plano que le correspondía: en el de la ciencia, como una ciencia natural y positiva. En un lapso de treinta años se pasó de una docena de entusiastas colaboradores de Germain a unas decenas de miles de profesionales y de estudiantes de psicología: “un salto cualitativo en el que ha intervenido, de modo decisivo José Luis Pinillos.” (Carpintero 1986, pág. 161). Algunas de las primeras tareas fueron los tests, apenas aplicados a la población española, con alguna que otra excepción (como el test de inteligencia de Binet-Terman estudiado por Germain y Rodrigo); la orientación y selección de personal, resultado de la aplicación de tests y del análisis del puesto profesional; y el estudio de motivaciones, preferencias sociales, etc.
A finales del siglo XX, grupos progresistas y renovadores procuraron la incorporación de las ideas y las técnicas psicológicas a diversas áreas de problemas -la escuela, la selección profesional, la rehabilitación laboral de los accidentados, la higiene mental. Los nombres de Simarro y Giner de los Ríos, de Viqueira, de Lafora y algunos más jugaron en ese proceso un papel destacado: congresos, reuniones, institutos, oficinas-laboratorios, traducciones de libros, seminarios, todo cuanto se requiere para incorporar, de modo institucional, una ciencia moderna y sus aplicaciones fueron cobrando existencia en nuestro país en el primer tercio de este siglo.
“La psicología es, al cabo, no una ciencia más sino una técnica poderosa en el manejo de las conductas humanas. Se quiera o no, una psicología conlleva una imagen determinada del hombre, y, si se nos apura, hasta una visón del mundo más o menos esbozada, más o menos esquemática.” (Carpintero 1987b)