Encuadernaciones de la Biblioteca Complutense. Más información
Secciones:
- Introducción
- De las primeras encuadernaciones al Mudéjar.
- El estilo Gótico.
- Un estilo genuinamente español: el Plateresco.
- El Renacimiento en Centroeuropa.
- Impulsores del Renacimiento: Aldo Manucio y Jean Grolier.
- El Siglo de Oro de la encuadernación española.
- El estilo barroco y sus variantes.
- Dos ejemplos singulares: El estilo de Abanicos y À la Duseuil.
- El Barroco francés: À la Fanfare y Le Gascon.
- El predominio de los estilos franceses en el Siglo XVIII.
- Del recargamiento a la sencillez de las formas clásicas.
- Los Siglos XIX y XX.
- Emblemas de las Armas Reales de Francia.
- Emblemas de las Armas Reales de España (I).
- Emblemas de las Armas Reales de España (II).
- Emblemas eclesiásticos.
- Emblemas nobiliarios (I).
- Emblemas nobiliarios (II).
- Emblemas nobiliarios (III): La familia Colbert.
- Emblemas de diversa procedencia.
Introducción
Las colecciones conservadas en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense son el reflejo de la propia historia de la Universidad. En sus estanterías se conservan los códices e incunables adquiridos por el Cardenal Cisneros para las bibliotecas de los Colegios de Alcalá, los libros donde aprendieron los estudiantes durante cientos de años, los ejemplares comprados por los Jesuitas para la biblioteca del Colegio Imperial de Madrid o aquellos con los que aprendieron los primeros doctores en el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos, entre otros. Estas colecciones constituyen, junto a las importantes bibliotecas privadas que ingresaron en la Universidad a finales del siglo XIX y principios del XX, un rico patrimonio bibliográfico no sólo en cuanto a su contenido cultural y a sus características bibliográficas, sino también por lo que se refiere a las encuadernaciones artísticas que los protegen.
A lo largo de la exposición se puede contemplar una auténtica historia del arte de la encuadernación desde el siglo XV hasta el siglo XX. Encuadernaciones góticas, mudéjares, clásicas, venecianas, "de abanico", destacando un nutrido grupo de encuadernaciones heráldicas... Todas ellas realizadas con el mimo y cuidado que sólo un artista de los hierros es capaz de imprimir. Por ello en este recorrido el visitante comprobará que la encuadernación es mucho más que el elemento protector de los libros, puesto que ha sido a lo largo de la historia y sigue siendo en la actualidad, objeto de creación artística.
De las primeras encuadernaciones al mudéjar
Las primeras encuadernaciones artísticas se desarrollaron en Egipto hasta el siglo VII y son las llamadas encuadernaciones coptas que en su estructura decorativa muestran, en el centro de la tapa, una cruz diagonal junto a hierros sueltos como figuras de animales, estrellas y círculos. Algunos de estos motivos decorativos fueron adoptados por las encuadernaciones árabes. Las encuadernaciones de orfebrería se empleaban generalmente para recubrir libros de culto, como evangelarios y misales, los cuales estaban bellamente decorados con materiales preciosos como oro, plata, marfil y piedras preciosas con las que se decoraban escenas religiosas como el Pantocrátor, la Virgen, la Crucifixión... sobre tapas de madera. Estas encuadernaciones proceden de la época bizantina, entre los siglos IX al XIV, considerándose que pertenecen al estilo bizantino, el primero que se establece en Europa. Entre los siglos XII y XIV se desarrolla el estilo románico influenciado en su decoración por la escultura, la arquitectura y las ilustraciones de los códices de la época como escenas de personajes religiosos, fauna fantástica, caballeros, reyes o motivos vegetales. En España son escasas las encuadernaciones de este estilo que se conservan.
Entre los siglos XIII al XVI, se desarrolla en los reinos cristianos de la Península Ibérica, e iniciado por artesanos musulmanes y judíos el estilo mudéjar. Éste, recoge las novedades introducidas por los árabes, como la utilización de los hierros de cordelillo, que representan la adaptación a la técnica del cuero de aquellos elementos geométricos de trenzados, denominados arabescos, o cordones que llenan toda la tapa, el empleo de nuevas técnicas decorativas, como el estezado, el gofrado y el dorado, el uso de la piel de cabra o de macho cabrío finamente curtida, denominada cordobán, la sustitución de la madera por el cartón como elemento constitutivo de las tapas y la utilización de la forma o formato de cartera. Dentro de este estilo podemos observar diferentes variantes:
Encuadernaciones mudéjares de rectángulo de bandas: La decoración se compone de varias bandas o de orlas rectangulares, que encuadran un rectángulo o un rombo en el centro de la tapa. Las orlas están profusamente decoradas con repeticiones de hierros que forman un motivo decorativo, o con hierros sueltos. Esta estructura es la que después, en el siglo XVI, fue seguida por los estilos renacentista y plateresco, donde se generaliza el uso de la rueda.
Encuadernaciones mudéjares de círculo o estrella central: La estructura de la decoración está compuesta por un círculo central, donde aparece en ocasiones una estrella en el interior, así como cintas que salen del círculo. Es habitual la utilización de botones, tanto en el centro del círculo como en las esquinas, y pieles de gran calidad, como el cordobán.
Encuadernaciones mudéjares de rectángulo partido: La decoración consiste en varias orlas recubiertas de hierros. Éstos, se repiten siguiendo un esquema prefijado, empleando cintas onduladas, cartelas vegetales, lazos simples y rombos de lados cóncavos.
Encuadernaciones mudéjares de lacería: La decoración se compone de una o dos orlas o bandas que encuadran complicados dibujos geométricos, trazados con cintas que se van entrecruzando. Estas encuadernaciones son las más parecidas a las árabes.
El estilo gótico
Al mismo tiempo, desde el siglo XIII al XVI, se desarrolla el estilo gótico. Las características más importantes son el empleo de hierros de temas religiosos como la Virgen, ángeles, Espíritu Santo; hierros de temas profanos como guerreros, arqueros, caballeros, cazadores; hierros mitológicos como dragones, centauros; hierros de animales como águilas, ciervos, leones; hierros de motivos arquitectónicos como castillos; hierros de motivos vegetales como rosas, flores de lis, palmetas, roleos, hojas de vid, higuera, hiedra, roble, malva, etc. La estructura de las tapas se desarrolla mediante formas geométricas con bandas horizontales, verticales y oblicuas que dan lugar a formas romboidales y rectangulares. Las tapas son de madera de encina, haya, olmo, olivo y cedro. En cuanto al material de recubrimiento se emplea la piel de cerdo, becerro y cabra además del pergamino, siempre en su color natural. El título de la obra podía aparecer en el corte delantero con tinta y en un tejuelo pegado sobre la tapa anterior o sobre el lomo. Para la decoración predomina la técnica del gofrado o estampación en seco o sin oro, que consiste en el humedecimiento de la piel y presión del hierro marcado con éste en caliente. La decoración se completa con clavos, cantoneras y cierres de metal, bellamente trabajados, que contribuían a la protección de la obra.
En esta época podemos encontrar encuadernaciones decoradas mediante el estilo monástico siendo las características más importantes las de la estampación de los hierros utilizando la técnica del gofrado y la distribución de los hierros mediante rombos, hexágonos y cuadrados. Estas encuadernaciones eran realizadas en los escritorios de los monasterios.
Un estilo genuinamente español: el Plateresco
En la segunda mitad del siglo XV el aspecto de las encuadernaciones cambia respecto a los estilos desarrollados con anterioridad. Un nuevo estilo surgió en varias ciudades italianas en torno a 1460, donde la expansión del humanismo renacentista y de la industria tipográfica provocaron importantes cambios. La resurrección del ideal clásico grecolatino, que tanto influyó en otras artes del libro, llegó también a la decoración de las cubiertas. Al mismo tiempo, la expansión de la imprenta provocó un incremento espectacular en el número de libros y de lectores, lo que obligó a los encuadernadores a buscar unas técnicas y unos materiales más sencillos con los que afrontar la gran demanda que soportaba su oficio. El empleo de la técnica del dorado se hizo de este modo compatible con la sustitución de la madera por el cartón como soporte de las tapas y con la invención de la rueda. Este utensilio, formado por un hierro circular, permitía repetir el motivo que llevaba grabado sin interrupción sobre el cuero. Todo esto ayudó a abaratar las encuadernaciones y facilitó la búsqueda continúa de propuestas estéticas.
En España, tras un tímido intento por adoptar el estilo de planchas, visible en encuadernaciones para las reinas Isabel y Juana la Loca, el mudejarismo volvió a ocupar este espacio hasta las Comunidades (1520-21). Entonces se produjo una serie de cambios que afectaron al mercado del libro en Castilla. Sin duda, la influencia de la corte carolina ayudó a difundir el gusto por las encuadernaciones renacentistas entre la nobleza y los eclesiásticos, mas no fue menos importante el control que compañías de comerciantes italianos ejercieron sobre la venta de libros en la Península, pues desde esta posición no sólo introdujeron sus productos, sino también el estilo renacentista. Y con los libros, llegaron de nuevo impresores, tipógrafos y encuadernadores extranjeros.
En consecuencia, el estilo mudéjar fue abandonándose de manera paulatina por el renacentista, generándose una compleja diversidad artística. Durante la primera mitad del siglo XVI siguieron realizándose encuadernaciones mudéjares, pero surgieron otros estilos, algunos de transición, como el que combinaba hierros renacentistas y mudéjares, hierros góticos y mudéjares y otros como el de cartelas que imitaba modelos franceses en la Corona de Aragón. Los tres serían desplazados de manera definitiva por el llamado estilo plateresco (en la época se denominaba "al romano"). Éste puede definirse como el primer estilo español plenamente renacentista. Imitaba modelos italianos y flamencos, adaptándolos al gusto castellano por medio del uso de ruedas, que podían ser vegetales, zoomórficas, o de medallones, grutescos y trofeos, motivos que se acompañaban con floroncillos, estrellas y filetes rectos o curvos. Estos elementos, dorados o gofrados, solían combinarse de una manera concéntrica sobre las tapas, empleándose como materiales habituales el cordobán, el becerro y la madera, con preferencia sobre el pergamino o el cartón, además los libros se cerraban con broches metálicos, y no con cintas de tela.
El Renacimiento en Centroeuropa
La evolución de las encuadernaciones platerescas y renacentistas españolas a lo largo del siglo XVI no puede entenderse sin acudir a la comparación con otros estilos ligatorios de la época. No sólo porque los artesanos nacionales buscaran en Europa modelos para imitar, sino también porque la hegemonía de la Monarquía Hispánica favoreció la presencia de artesanos extranjeros trabajando en Madrid, Salamanca u otras ciudades. Un reflejo de estas influencias se encuentra en las importantes colecciones de cubiertas alemanas, italianas, francesas y neerlandesas que se conservan en las bibliotecas de nuestro país. La Universidad de Alcalá de Henares no fue una excepción.
Alemania fue la cuna de la tipografía en el siglo XV, por lo que no ha de sorprender que los adelantos de esta técnica se trasladaran con prontitud al arte de la encuadernación. Es posible que elementos tan característicos como las ruedas y las planchas fueran ideados por los fundidores de las primeras imprentas. Ambos elementos decorativos serían utilizados profusamente por los encuadernadores germanos a lo largo del siglo XVI. Las ruedas solían tener como motivos cartelas vegetales, medallones de personajes históricos o religiosos de la época, escudos heráldicos y figuras de santos o de héroes bíblicos. Estas ruedas solían enmarcar planchas rectangulares, estampadas con retratos de personajes. Son característicos los retratos de medio cuerpo de Carlos V, Lutero y otros personajes de la Reforma. Fue muy habitual el uso de la piel de cerdo, si bien también se empleó el cordobán o el becerro. Este estilo se desarrolló de un modo bastante autónomo con respecto a influencias italianas o francesas, pues sus autores lo consideraban como un modo de expresión del pensamiento religioso luterano y de la propia identidad alemana, frente a lo "romano" o renacentista.
Los Países Bajos constituyeron un espacio en el que durante largo tiempo convivieron varias influencias artísticas, procedentes de Alemania y de Francia. Hacia la década de 1520 se aprecia ya la aparición de un estilo propio definido, en el que las ruedas y el uso de planchas con motivos mitológicos o históricos muestran una adaptación a los modelos del Renacimiento italiano. Tres décadas más tarde, sin embargo, este estilo flamenco desaparecerá ante la adopción de patrones ligatorios franceses.
Precisamente Francia será uno de los países europeos que experimente una mayor diversidad y desarrollo en el arte de la encuadernación. Desde las iniciales cubiertas góticas del siglo XV, a principios del siglo XVI se introducirá en el país el estilo renacentista italiano, gracias a las intervenciones en Milán y en Nápoles de los reyes Carlos VIII, Luis XII y Francisco I. Las famosas encuadernaciones de entrelazos, denominadas estilo Grolier o Maioli por dos renombrados bibliófilos de la época, fueron realizadas por artesanos italianos y constituyeron un modelo de lujo en Francia. Estas encuadernaciones convivieron con otros modelos más populares, como el caracterizado por el uso de ruedas de cartelas vegetales (muy extendido en toda la cuenca del Rhin), y otras cubiertas comerciales, en papelón y con una sencilla decoración dorada de filetes y flores, sin cintas o broches, que siguiendo ejemplos venecianos, saldrán de las imprentas de Lyon y de París.
Impulsores del Renacimiento: Aldo Manucio y Jean Grolier
En torno a 1550 surge en Italia, Francia y los Países Bajos un nuevo estilo renacentista de encuadernaciones. Casi de manera simultánea se comprueba como en Roma, París y Amberes varios artesanos elaboran cubiertas en las que los motivos de entrelazos (tan característicos de la biblioteca de Grolier en las décadas anteriores) no sólo se doran, sino que todo el conjunto es ampliamente esmaltado con diversos colores. Se trataba de un estilo de lujo, cromático, en el que destacó el joven Cristóbal Plantino, un joven librero de origen francés asentado en Amberes por entonces.
Quizá en este momento sea necesario volver la mirada a Italia, origen de los estilos más imitados en Europa durante la primera mitad del siglo XVI y de las principales novedades técnicas. A fines del siglo XV el impresor italiano Aldo Manucio crea un género de ornamentación renacentista denominado estilo aldino. Las formas de sus hierros son equilibradas y ligeras, y combinan rectas, curvas y motivos vegetales. Sus hierros se pueden dividir en tres grupos: los de dibujo macizo, los que sólo marcan el contorno del dibujo dejando el interior hueco y el último lo componen los denominados azurados, y los que no están rellenos, sino que el interior de su contorno está rayado.
Es también en Venecia, a principios del Quinientos, donde Aldo Manucio idea el concepto de encuadernación comercial para sus impresiones. Es decir, sencillas cubiertas de cuero y papelón doradas con sencillos motivos de lazos. La sustitución de la madera por el cartón como soporte de las tapas tenía antecedentes árabes, pero constituyó una revolución en Europa. No sólo permitió abaratar el precio de las encuadernaciones, sino que permitió la aparición de los primeros libros de bolsillo (impresos) y de verdaderas ediciones comerciales, pues se hizo factible la posibilidad de ofrecer en las ferias librarias de Frankfurt y de Lyon impresiones ya encuadernadas, y a un precio competitivo.
En la primera mitad del Quinientos se desarrolla el estilo Grolier, creado para los libros de Jean Grolier. La característica principal de este estilo es la utilización de figuras geométricas construidas por rectas y curvas que se entrecruzan formando entrelazos. La decoración se ejecuta en dorado. En muchas de las encuadernaciones aparece la leyenda "Io Grolierii et Amicorum". Italia es la cuna de otros estilos artísticos muy renombrados, como el Maioli, creado para la biblioteca del bibliófilo Thomas Mahieu. Este estilo se caracteriza por la utilización de elementos comunes al estilo Grolier, como el empleo de entrelazos, con doble fileteado y líneas curvas, junto a los cuales pueden aparecer hierros aldinos macizos o azurados por toda la superficie. Reserva el centro de la tapa para motivos heráldicos, superlibris o cartelas. La estampación se realiza mediante la técnica del dorado.
En la misma época se crea el estilo Canevari, denominado así por el bibliófilo italiano Demetrio Canevari, si bien hoy está demostrado que su promotor fue un noble llamado Grimaldi. Este estilo se caracteriza por la aplicación de lacerías sin complicaciones junto a hierros aldinos. En el centro de la tapa aparece un óvalo. Se logró así aligerar la ornamentación de las tapas de los libros, ganando en sencillez y elegancia.
El Siglo de Oro de la encuadernación española
El XVI puede considerarse como el Siglo de Oro de la encuadernación en España, tanto por la gran variedad de estilos empleados, como por la diversidad de técnicas y materiales empleados para darles forma. A partir del inicio del reinado de Felipe II puede considerarse que concluyó el estilo plateresco, siendo sustituido por varios modelos renacentistas, si bien es posible encontrar todavía en impresos de 1560 el uso de ruedas mudéjares sobre sus cubiertas.
Existe cierta confusión entre plateresco y renacentista en España. El primer estilo se desarrolló durante la primera mitad del siglo XV, pero a partir de la década de los cincuenta, el plateresco se mezcla con numerosas influencias italianas y franco-flamencas, de modo que se hace preferible hablar de un nuevo estilo. Es cierto que se conserva el gusto por las ruedas de medallones y zoomórficas, mas éstas se "manierizan", curvándose, y se acompañan de nuevos hierros. Se introduce el entrelazo al estilo Grolier, e incluso se imitan cubiertas esmaltadas, al modo plantiniano. Además se producen algunos cambios técnicos notables, como la adopción casi masiva del "papelón" o cartón como soporte para las tablas de los libros, abandonándose de manera progresiva el uso de la madera. A partir de los años ochenta se observa además la irrupción de cubiertas en pergamino, doradas, denominadas "a la italiana", y que ciertamente imitaban modelos utilizados ya en Francia y en Italia en las décadas anteriores. Se trataba todavía de encuadernaciones con pretensión de cubrir con cierto lujo los libros (la vitela o pergamino blanco era el material utilizado entonces). En pocas décadas se extenderá el empleo de un pergamino más basto, iniciándose un período de decadencia en este arte.
En 1615 Cristóbal Suárez de Figueroa en su Plaza universal de todas ciencias y artes (Madrid, Luis Sánchez, fol. 365), nos proporciona una detallada relación de los tipos y denominaciones que existían entonces para referirse a las encuadernaciones, comprobándose no sólo la gran variedad de modelos, sino lo inadecuado, en muchas ocasiones, de las etiquetas artísticas que nosotros empleamos:
"De sus librerias salen diferentes enquadernaciones, como la llana, de pergamino, á la italiana verdadera, dorada de breviario, llana de bezerro, de Breviario ó Missal, vayo, negro y otros colores. Breviario de quatro cortes, dorado, embutido las tablas, matizado de colores, bordadas y matizadas las hojas. Enquadernacion de cartones, llana ó dorada, libro de coro de Iglesia, de caxa, y otros"
Evidentemente, en el siglo XVI no tenían sentido denominaciones como renacentista o barroco.