Durante el siglo XIX y buena parte del XX, las universidades fueron, además de centros de educación superior e investigación, parte de la administración educativa general. El Rector era la máxima autoridad académica en una zona que se denominaba “Distrito Universitario”, en el que se encargaba de la inspección y la gestión de todo el sistema educativo, desde la provisión de maestros de “primera enseñanza” a la revisión de los planes de estudio de los seminarios conciliares. El distrito de Madrid incluía esta provincia y las de Toledo, Ciudad Real, Guadalajara, Cuenca, Segovia y, durante algún tiempo, Ávila.