Biblioteca Complutense

Jardines de papel. Más información

Redescubrimiento de los clásicos

El inicio de la ciencia botánica se atribuye al discípulo de Aristóteles, Teofrasto. En sus dos tratados "Historia plantarum" y "De causis planatarum" analiza las partes constitutivas y reproductivas de las plantas y propone un sistema de clasificación en cuatro categorías que perdura sin variación durante más de un milenio.

Desgraciadamente su obra se perdió en los primeros siglos de nuestra era y no fue recuperada hasta el siglo XV  por lo que los tratados de otros autores griegos y latinos, con un enfoque más terapéutico que estrictamente botánico, ocuparon su lugar. Plinio en Viejo, en su obra "Naturalis historia", nos transcribe buena parte del saber de su tiempo , dedicando más de la mitad de sus libros al estudio de las plantas y los medicamentos de origen vegetal. El griego Dioscórides, contemporáneo de Plinio, enumera y describe en su obra "De materia medica" las substancias de origen vegetal usadas en su tiempo con fines médicos y sus propiedades terapéuticas.

Estos dos tratados se consideraron durante toda la Edad Media la máxima autoridad, no sólo en farmacología sino también en botánica, dando lugar a una total confusión entre las dos disciplinas.

Durante el Renacimiento, muchos textos científicos llegaron de Bizancio en su idioma original, traídos por intelectuales bizantinos emigrados a Occidente, especialmente a Italia. Uno de ellos fue Teodoro de Gaza, quien tradujo muchas obras griegas al latín, clásicas o bizantinas, y, entre otras, los tratados de Teofrasto, por lo que, gracias a él, fueron de nuevo conocidas en el mundo occidental. Los humanistas italiano pudieron así comparar las obras ya conocidas con las recientemente descubiertas en su versión original, constatando con sorpresa las muchas similitudes existentes entre unas y otras versiones.

En el campo de la botánica, esta fórmula hizo que la "Materia medica" de Dioscórides  se prefiriera a la "Naturalis historia" de Plinio, la principal obra de referencia en este campo durante la Edad Media. El primer estudioso que defendió esta tesisfue el médico Ferrara Nicolao Leoniceno en su opúsculo titulado "De Plinii et aliorum in medicina erroribus", contestado a su vez por el humanista Ermolao Barbaro en su obra "In C.Plinii Naturalis Historiae libros castigationes".

La influencia de la obra de Dioscórides se multiplicó cuando el impresor Cristian Egenolff incorporó al texto clásico ilustraciones xilográficas, al modo del herbario alemán. Impresores de diversos paises hicieron suya esa iniciativa e incluyeron también comentarios que enriquecían el texto , dando lugar a un proyecto final de gran éxito científico y comercial. Las principales versiones de Dioscórides, ilustradas y enriquecidas con comentaqrios que incorporaban los conocimientos terapéuticos del momento, fueron las de Pietro Andrea Mattioli, con numerosas versiones durante todo el silo XVI, o la del español Andrés Laguna, cuya influencia en el mundo farmacéutico pervivió al menos hasta el siglo XVIII.

 

Tratados de simples plantas que curan

En la Edad Media la ciencia botánica prácticamente desparece limitándose el estudio del mundo vegetal a la descripción de plantas con valor medicinal. Nace el herbario o tratado de simples, productos salidos de las plantas con valor sanitario.

Los herbarios del periodo manuscrito, como el Macer floridus, se basan en textos clásicos, preferentemente en Dioscórides y Plinio. A partir de los siglos XI y XII se hace más evidente la influencia de textos árabes y bizantinos, sobre todo por la labor difusora que hizo de ellos la Escuela de Salerno, cuya obra más significativa en este campo fue el Circa instans. Recogen también información sobre el mundo vegetal los compendios enciclopédicos, muy utilizados en su tiempo, como los redactados por Alberto Magno o Bartholomaeus Anglicus.

La invención de la imprenta introdujo en el herbario un elemento que resultó fundamental para su evolución: la ilustración xilográfica, que va a permitir incluir, junto al texto, una reproducción cada vez más fiel de las plantas descritas. En un primer momento, se imprimen los mismos textos del periodo manuscrito a los que se incorporan xilografías copiadas del mismo original. Pero pronto, en 1484, el impresor alemán Peter Schoeffer inicia la publicación de una serie de herbarios en los que, por primera vez, se incluyen descripciones de plantas del área centroeuropea acompañadas de bellas ilustraciones incunables. Son los conocidos como Herbarius laatinus, Gart der Gesundheit y el Hortus sanitatis.

La renovación de la ciencia botánica se inicia con los trabajos de dos escuelas diferentes, primero en Alemania, con las publicaciones de los botánicos Otto Brunfels, Hieronymus Bock y Leonard fuchs. El avance en la crítica textual de los textos clásicos, llevada a cabo en Italia, permite a estos autores, fundamentándose en ellos, avanzar en el campo de la descripción de la flora centroeuropea. Se incorporan a sus tratados bellísimas ilustraciones que reflejan con fidelidad los especimenes descritos.

En los Países Bajos la investigación botánica se inicia algo más tarde, en 1554, con la publicación de la obra de Rembert Dodoens a la que siguen las de Charles de l’Écluse y Mathias de l’Obel. Sus publicaciones fueron editadas, e incluso promovidas, por dos impresores flamencos: Jan van der Löe y Cristóbal Plantino que además se encargan de adquirir o mandar realizar ex novo una colección impresionante de grabados, un elemento fundamental en sus obras.

A partir de este momento, a principios del siglo XVII, la botánica inicia nuevos caminos que la llevarán a independizarse definitivamente de la medicina y que, en el caso que estudiamos, conducirán a la botánica médica, uno de cuyos tratados más bellos de todos los tiempos es el de Joseph Jacob Plenck, de finales del siglo XVIII.

 

La conquista del mundo. Medicamentos de las colonias

Los grandes descubrimientos geográficos llevados a cabo durante los siglos XV y XVI hicieron posible el conocimiento y la introducción en Europa de nuevas especies botánicas hasta entonces desconocidas. Se describen por primera vez las plantas de las que se extraían especias y simples llegados a Europa desde hacía siglos a través de rutas terrestres desde la India y China incorporándose también a los nuevos herbarios plantas originarias de América. Esta labor pionera la realizaron fundamentalmente médicos portugueses y españoles que redactaron obras de gran difusión en Europa.

La historia natural de las Indias Orientales fue descrita por primera vez por el portugués García da Orta que, huyendo de la Inquisición, se instaló en Goa en 1534. Su obra fue conocida y aprovechada por el también portugués Cristóbal de Acosta, quien viajó extensamente por Asia oriental y, a su regreso a Europa, redactó un tratado cuidadosamente ilustrado. La traducción al latín de estas obras por Charles de l’Écluse extendió por toda Europa el conocimiento de las plantas recientemente descubiertas.

El primer relato científico publicado sobre las plantas americanas se lo debemos al médico sevillano Nicolás Monardes. Nunca viajó a América pero en su obra recoge excelentes descripciones de las plantas recibidas a través de marineros, misioneros o viajeros que luego cultivaba en su jardín privado.

Estrictamente contemporáneo a Monardes fue Francisco Hernández, a quien Felipe II encomendó la tarea de estudiar la materia médica de la Nueva España. Fue sin duda la expedición científica más ambiciosa hasta el momento llevada a cabo con fondos gubernamentales. Realizó una monumental investigación en esta región, culminándola siete años después con la obra Historia Natural de Nueva España, en 17 volúmenes, que recoge más de tres mil plantas mejicanas con los nombres indígenas, algunas características de las plantas, sus usos y lugares donde crecían. Desgraciadamente hubo que esperar más de cincuenta años para ser sólo parcialmente conocida.

Los viajes de exploración botánica promovidos por los gobiernos europeos continuaron durante los siglos XVII y XVIII, si bién ahora España y Portugal perdieron su protagonismo y las especies recién descubiertas van a enriquecer los jardines de las cortes de París, Austria o Londres. Las nuevas rutas abiertas por comerciantes ingleses u holandeses hacia el este favorecieron, además, la realización de viajes científicos a Extremo Oriente y, durante el siglo XVIII, obras como las redactadas por Burman, Thunberg o Loureiro introdujeron en Europa el conocimiento de multitud de plantas hasta entonces desconocidas.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII el pensamiento ilustrado llevó al gobierno español a organizar nuevos viajes de exploración en la misma linea que los realizados dos siglo atrás. La expedición llevada a cabo, en colaboración con Francia, a Perú y Chile en 1777, dio lugar a la publicación de una de las obras científicas más bellas de la historia de la imprenta española.

El conocimiento de nuestro entorno. Flores nacionales y locales

Durante la Edad Media las descripciones botánicas existentes en los tratados médicos y de historia natural provenían exclusivamente de la tradición clásica. Las obras de Dioscórides y de Plinio fueron los referentes casi únicos para el estudioso que se introducía en el mundo de las plantas. Pero, a partir de la invención de la imprenta, la edición de nuevos herbarios en países centroeuropeos y su pronta difusión, puso de manifiesto que la flora descrita en los tratados grecorromanos no se correspondía siempre con la hallada en el hábitat cercano a muchos lectores. La realidad se hizo pronto patente: no existían las mismas especies vegetales en todos los lugares, como hasta entonces se había creído, y, además, la llegada de nuevas plantas de las Indias recién descubiertas, totalmente desconocidas, lo ratificaba.

Ya en los herbarios de la época incunable, sobre todo a partir del Gart der Gesundheit, se describen por primera vez especies existentes exclusivamente en la región centroeuropea, tendencia seguida por los verdaderos creadores de la botánica renacentista. Otto Brunfels, Hieronymus Bock y Leonart Fuchs. Sus tratados, profusamente ilustrados, contribuyeron decisivamente a que multitud de herborizadores en toda Europa fueran ampliando paulatinamente el listado de plantas conocidas.

Un nuevo periodo se abre con la labor descriptora de los médicos botánicos flamencos Rembert Dodoens, Mathias de l’Obel y Charles de l’Écluse, apoyados decididamente en su esfuerzo en investigación botánica por el impresor Cristóbal Plantino.

Charles de l’Éscluse, el más destacado de los tres desde un punto de vista botánico, viajó en su juventud por toda Europa, describiendo por primera vez la flora de la Península Ibérica, de Austria y de Hungría; fue además botánico del emperador Maximiliano II de Austria, y en sus últimos años, dirigió el jardín de la Universidad de Leyden. Mantuvo correspondencia con botánicos de toda Europa, lo que enriqueció aún más los datos reunidos en sus viajes.

A partir del siglo XVII, la botánica se separa definitivamente de la medicina. La descripción se hace cada vez más precisa favorecida por la aparición de nuevas clasificaciones botánicas. Hay una constante incorporación de nuevas especies vegetales llegadas de paises lejanos, pero también se incorporan a los tratados plantas locales que hasta entonces no se habían descrito. Una labor acumulativa en la que, con frecuencia, trabajan botánicos anónimos y cuya labor, en ocasiones restringida a una localidad, permite a su vez la inclusión de la información acumulada en publicaciones cada vez más exhaustivas a nivel nacional.

Como ejemplo claro de este carácter acumulativo de las floras nacionales, se puede citar, en el caso español, los tratados publicados por Charles de l’Écluse (1576), Jacques Barrelier (1714), José Quer (1762-1784) o Antonio Cavanilles (1791-1801).

 

Jardines y florilegios

El jardín botánico nace de la necesidad del hombre de domesticar las plantas para comprender su naturaleza, aprovechar sus valores alimenticios y profundizar en la técnica de la selección, aclimatación, hibridación y clasificación.

Hay constancia de la existencia de jardines para el cultivo de plantas medicinales en la Antigüedad clásica y también de terrenos adscritos a los monasterios medievales dedicados a este mismo fin.

Pero el origen del jardín botánico como hoy lo concebimos, se encuentra en el Renacimiento, cuando las facultades de medicina incorporan a su enseñanza las cátedras de simples o de materia médica. La enseñanza teórica se complementaba con herborizaciones en zonas cercanas o con el reconocimiento de plantas secas, y pronto surge la idea de adscribir al edificio de la facultad un espacio destinado al cultivo de las plantas medicinales para la docencia.

Los primeros jardines botánicos se establecieron en universidades italianas, Pisa (1543), Papua y Florencia (1545), Bolonia (1547), a los que siguieron los de Zurich (1560), Leyden (1577), Montpellier (1592) y Leipzig (1597). En España se instaló un hort de simples en la universidad de Valencia a partir de 1563, como complemento de la enseñanza de la Cátedra de hierbas y otros medicamentos simples, existiendo también en esta época huertos medicinales en las residencias reales de Felipe II, especialmente en Aranjuez.

A la necesidad utilitaria pronto se añadirá un deseo por describir y clasificar la naturaleza vegetal. El descubrimiento de las Indias y de su exuberante naturaleza, las relaciones comerciales trasatlánticas y las grandes expediciones científicas llevaron a los botánicos al conocimiento de un número de plantas siempre en aumento que trataban de aclimatar y estudiar en sus jardines privados.

Durante los siglos XVII y XVIII son las familias reales europeas, París, Viena y Madrid, las principales promotoras de la creación de jardines con un valor a la vez decorativo y científico, promoviendo la aclimatación de especies exóticas y la profundización en el estudio de la ciencia botánica. En este contexto hay que situar la fundación del Real Jardín Botánico de Madrid en 1755, donde uno de sus primeros directores, Casimiro Gómez Ortega, impartió enseñanza.

La belleza de muchas de las especies aclimatadas en Europa llevó a los grabadores de la época a la confección de florilegios, que, en el contexto botánico, se refieren se refieren a las obras que se dedican total o parcialmente a la representación de flores. Se inicia la publicación de este tipo de libros a finales del siglo XVI y tiene un gran auge durante los siglo XVII y XVIII. En algún caso, como es la obra de Crispyn van de Pas, las representaciones florales se organizan según la estación del año, buscando una mayor utilidad para los trabajos de jardinería.

 

Descripción sistemática botánica

Los primeros planteamientos científicos sobre el mundo vegetal se remontan a la Grecia clásica y se considera a Teofasto, discípulo de Aristóteles, el fundador de la botánica como disciplina científica. En su obra De historia plantarum clasificó los vegetales en árboles, arbustos, subarbustos y hierbas, diferenciándolos también en tres grupos: perennes, bianuales, anuales. Aunque su obra permaneció perdida hasta el siglo XV, su sistema clasificatorio fue aceptado por sus sucesores permaneciendo sin cambios hasta el Renacimiento.

Los trabajos de herborización y la multitud de nuevas plantas llegadas a Europa gracias a los viajes de exploración, hicieron necesaria la creación de nuevas fórmulas para la descripción y clasificación botánica que se adaptaron a la multitud de nuevas especies descubiertas.

La contribución más importante al la clasificación botánica del Renacimento se debe al italiano Andrea Cisalpino. Abandona la agrupación tradicional de plantas por características farmacológicas o alfabética, propia de la Edad Media, y se fija en la existencia o no de semilla y en su sistema de reproducción. Su obra apenas fue reconocida por sus contemporáneos pero si por botánicos posteriores, como Tournefort, Ray o Liné.

Los hermanos Johann y Kasper Bauhin dieron a conocer en sus obras más de seis mil plantas. Sigue el sistema Cisalpino, perfeccionándolo al incluir los nuevos conocimientos aportados durante los últimos cien años. Es el primer sistema que se puede considerar básicamente como natural, fijándose en unos caracteres de las plantas que él considera fundamentales, frente a otros accidentales.

El botánico francés Joseph Pitton de Tournefort, estableció un sistema de clasificación vegetal basado en los caracteres de la corola y que resultó ser uno de los de mayor éxito y difusión, antes del de Linné, por la caracterización precisa de los géneros.

Fue en el siglo XVIII cuando se establecieron definitivamente las normas de nomenclatura y taxonomía botánica y se empezó a utilizar el moderno sistema de clasificación establecido por el botánico sueco Carl von Linné quien, en su obra Species plantarum, presenta un sistema basado en una nomenclatura binomial. La base de su sistema clasificatorio se encuentra en las características sexuales de las flores y su éxito se basó, sobre todo, en que permite clasificar, identificar y nombrar las plantas con gran facilidad.

En España el botánico que más colaboró en la incorporación del sistema sexual de Linné fue Casimiro Gómez Ortega quien tradujo al español alguna de sus obras más importantes.

Aunque a partir de Linné hubo otros botánicos que crearon nuevos sistemas clasificatorios, Jussieu, Lamarck, etc., la sencillez de Linné hizo que perdurara hasta nuestros días.