Biblioteca Complutense

La Historia del libro a través de las colecciones de la Universidad Complutense. Más información

Introducción

El objetivo de la muestra "La historia del libro a través de las colecciones de la Universidad Complutense: exposición permanente de la Biblioteca Histórica" es proporcionar al visitante una visión histórica sobre la producción y difusión del pensamiento impreso en Europa desde sus orígenes en el período incunable hasta el fin del Antiguo Régimen, con un apéndice sobre la Universidad Complutense que justifica la existencia de esta colección.
Se mezclan en su concepción tanto aspectos formales del libro (confección y presentación, principales talleres, países que sobresalieron, etc.) con ejemplos del desarrollo de la historia de las ideas (humanismo y renacimiento, monarquía y contrarreforma, ilustración y edición científica, etc.), junto a piezas cuya exposición se justifica por sí misma al ser representativas del arte del grabado en un determinado momento (Durero, Rubens, Piranesi, etc.)

 

 



El nacimiento del libro impreso 

El nacimiento del libro impreso nos lleva a mediados del siglo XV, época en la que se cruzan dos mundos culturales, la Edad Media y la Edad Moderna, y en la que el desarrollo tecnológico y social permite la aparición de un nuevo y revolucionario método de transmisión del pensamiento, la imprenta, nacida de la mano de Gutenberg en 1453 en Maguncia, Alemania. Desde sus inicios el libro impreso (que en el siglo XV se denomina incunable) emprende su propio camino como instrumento para la comunicación de ideas nuevas con características que lo individualizan formalmente.
Así, se inventa la portada, inexistente en los manuscritos, apareciendo por primera vez en el "Calendarium" del astrónomo Regiomontanus (Venecia, Erhard Ratdolt, 1476). Los libros se llenan de ilustraciones xilográficas (grabado en madera), como podemos contemplar en el "Liber Chronicarum" de Hartmann Schedel (Norimbergae, Antonius Koberger, 1493), una de las obras más ilustradas de la historia del libro, con más de dos mil grabados. Y desde Alemania, la imprenta se va extendiendo por toda Europa encontrando bellos ejemplos en Francia o España. 

La imprenta en el siglo XVI 

Durante el siglo XVI, el libro va adquiriendo la apariencia externa que perdurará hasta nuestros días: la portada se complica y va dando cada vez más información sobre el texto. Le siguen diferentes preliminares (tasa, erratas, licencias, censuras, laudatios, etc.) y se enriquece, ya no sólo con grabados xilográficos, sino calcográficos (en cobre), lo que da mayores posibilidades de expresar matices y calidades.
En España trabajan en este siglo unos cincuenta talleres que, aunque modestos en su mayoría, son capaces de producir algunas de las obras más importantes de la historia de la imprenta europea, como la "Biblia Políglota Complutense" (Alcalá de Henares, Brocar, 1514-1517), o las "Décadas de Tito Livio" (Zaragoza, Coci, 1520). Además, la imprenta española del siglo XVI se impregna de humanismo, sacando a la luz pública las obras de los más insignes pensadores renacentistas como el Cardenal Cisneros, el filólogo Nebrija, el cosmógrafo Pedro de Medina, el naturalista Cristobal Acosta, el maestro Ciruelo o el médico Juan Bravo.
En Europa, mientras, dos son los focos más importantes de la imprenta: los Países Bajos, donde se instala el francés Cristobal Plantino cuya "Biblia Políglota Regia" quiso superar a la propia Complutense, e Italia, la cabeza del mundo intelectual de la época y donde trabaja Aldo Manuzio, considerado como uno de los más notables impresores de todos los tiempos. Froben en Basilea, editor de las obras de Erasmo, Buchholtz en Colonia, impresor de la hermosa "Civitates orbis terrarum" o los Giunta y Giolito de Ferrari en Italia son algunos de los nombres que completan este brevísimo panorama.

La Imprenta en el siglo XVII 

El siglo XVII es un siglo de contrastes en el que el triunfo del Barroco no puede ocultar la imagen de una Europa asolada por la guerra. Además, una grave crisis se instala en el tejido económico de toda Europa que ve como su industria del libro sufre un empobrecimiento general.
En este contexto, en España el libro de lujo es puesto al servicio de la monarquía y de la iglesia, encontrando magníficos ejemplos en obras como la de Torre Farfán, "Fiestas de la iglesia metropolitana y patriarcal de Sevilla al nuevo culto del Rey San Fernando" (Sevilla, viuda de Nicolás Rodriguez, 1671) o la "Noticia del recibimiento de... María-Ana de Austria... en Madrid" (1650?), con espléndida portada dibujada por Rizzi. Mientras, las brillantes creaciones del pensamiento de la época, el gran Siglo de Oro de la literatura o los trabajos científicos son ofrecidas al público en pobres publicaciones editadas en mal papel, con malas tintas y tipos gastados, como podemos observar en las obras de Quevedo, Lope, Calderón o Gracián expuestas.
No obstante, sigue creciendo el número de impresores que montan talleres y, en especial en la corte de Madrid, se pueden encontrar ejemplares de calidad como los editados por la Imprenta del Reino fundada en este siglo. Un ejemplo representativo es la obra de Jerónimo de Quintana sobre la "Historia de la villa de Madrid" (1629).
En Europa, destacan los cartógrafos holandeses, como la familia Blaeu, o la recien nacida empresa Elsevier, con una numerosa producción de gran éxito comercial. La casa Plantino, ahora Plantino-Moretus siguen dando muestras de calidad, destacando las obras en las que colaboran con famosos artistas de la ilustración. Ejemplo significativo es la "Opera omnia" de Lipsius (Amberes, Plantino-Moretus, 1637) con portada diseñada por Rubens.
En el resto de Europa, languidece el negocio impresor aunque todavía mantienen un puesto privilegiado Francia, donde se crea la Imprimerie Royale o Italia, cuya rica tradición le permite editar obras de importancia como las del naturalista Aldrovandi.

La imprenta en el siglo XVIII 

El libro va a disfrutar en el siglo XVIII de una auténtica edad de oro, propiciada por los nuevos planteamientos estéticos, políticos y culturales que se difunden por toda Europa.
En España, el cambio dinástico y el advenimiento de los Borbones queda reflejado en la obra de Ubilla y Medina, "Sucesión del rey don Phelipe V en la Corona de España" (Madrid, Juan García Infanzón, 1704). Pronto comienzan los cambios: se crean instituciones al servicio del progreso y la cultura como las Reales Academias o la Biblioteca Real, luego Biblioteca Nacional. Se fundan las primeras publicaciones periódicas, producto de la curiosidad intelectual y política, y sobre todo, se apoya decididamente el libro que en el reinado de Carlos III va a alcanzar el más alto grado de perfección de la mano de impresores como Joaquín Ibarra, Antonio Sancha, Benifo Monfort o la propia Imprenta Real.
Se renueva la imagen física del libro apoyada en una estética clasicista y se hace presente el gusto por el equilibrio, la sobriedad y la delicada decoración, desarrollándose el arte del grabado en primorosas y lujosas ediciones. Por otro lado, el libro se pone al servicio de la ciencia moderna y la edición científica es una de las líneas más importantes de la imprenta de este siglo.