La vida y la obra de Giambattista Piranesi
Giambattista Piranesi nace en 1720 en Momigliano di Mestre, cerca de Venecia. Hijo de Angelo Piranesi, un cantero y maestro de obras veneciano y Laura Lucchesi, hermana de un notable arquitecto, recibe una esmerada y completa educación en el entorno familiar, en el que bien pronto empieza a demostrar unas innatas dotes artísticas y un fuerte carácter personal. Muy joven se inicia en el arte de la construcción con su padre aunque al poco tiempo es enviado junto con su tío materno, el arquitecto Matteo Lucchesi, que le adiestra, además de en el dibujo arquitectónico, en los conceptos básicos de la construcción y la ingeniería hidráulica. Su hermano mayor, Angelo, monje cartujo con una sólida formación, le enseña las letras latinas y le inculca el entusiasmo por la antigüedad mediante la lectura de obras clásicas. Después de enfrentarse con su tío, Giambattista Piranesi sigue su aprendizaje con Giovanni Antonio Sacalfarotto, un arquitecto veneciano un tanto antiacadémico, a la vez que completa su preparación con el grabador Carlo Zucchi, en cuyo estudio aprende la técnica del aguafuerte, mejora su conocimiento del dibujo en perspectiva aplicada a la escenografía -un complemento básico para la formación de cualquier arquitecto en un país donde el teatro y la ópera eran tan importantes- y conoce por vez primera el mundo de la edición. Esta triple formación como arquitecto, escenógrafo y aguafortista, unida a su innata habilidad técnica y artística y su gusto e interés por la teoría, la historia y la cultura clásica sentarán las bases de toda su carrera posterior y tendrán una fuerte impronta en toda su actividad artística e intelectual. No obstante, será la profesión de arquitecto la que definirá al artista, quien a lo largo de toda su vida gustará de firmar como "architetto veneziano".
Con esta sólida preparación, en 1740, a la edad de veinte años, Giambattista Piranesi se traslada a Roma con el séquito del embajador de Venecia ante el nuevo papa Benedicto XIV (1740-1759). Esta primera estancia dura tan sólo tres años pero resulta muy fructífera para el artista ya que le permite introducirse en los ambientes más eruditos y anticuarios de la ciudad y definir su vocación artística, que no va a ser otra que la de ilustrar el inmenso mundo de las antigüedades y las ruinas romanas, que visita, estudia y dibuja en aquellos años sin descanso. También aprovecha esta estancia para completar algunos aspectos de su formación: perfecciona su conocimiento de la escenografía con los hermanos Domenico y Giuseppe Valeriani, famosos pintores de ruinas y de decorados teatrales y trabaja brevemente con Giuseppe Vasi, el mejor grabador al aguafuerte y uno de los principales vedutistas de la ciudad, quien había obtenido un gran éxito con su taller de grabado e impresión. Giambattista Piranesi descubre con él las inmensas posibilidades que ofrece el mercado calcográfico romano. Sus primeros pasos en él serán precisamente la producción de algunas pequeñas vistas de la ciudad -que se conocen por el nombre de Varie vedute di Roma Antica e Moderna- realizadas por encargo de libreros y editores romanos y destinadas tanto a la venta directa a los viajeros como para la ilustración de las numerosas guías de la cuidad que produce el activo mercado editorial romano.
A la vez que su protector, el embajador veneciano, abandona la cuidad en 1743, Giambattista Piranesi concluye su primera estancia en Roma, pero justo antes de marcharse consigue publicar su primera gran obra: una colección de fantasías arquitectónicas sobre la base de modelos antiguos en los que combina el gigantismo de la arquitectura romana con el dinamismo teatral de las perspectivas de Ferdiando Bibiena. Sale a la luz con un título que parece sugerir una serie: Prima Parte di Architetture e Prospettive, [BH GRL 7(5)], aunque ninguna segunda parte verá la luz. Elaborada con apenas veintitrés años, desvela ya su maestría como grabador al aguafuerte y, sobre todo, su enorme capacidad de inventiva.
Giambattista Piranesi vuelve a su tierra en el verano de 1744, después de hacer un viaje a Nápoles para conocer las ruinas de Herculano. Poco más tarde retorna a Roma donde trabaja unos pocos meses con Carlo Nolli. Entre 1745 y 1747 regresa otra vez a Venecia en busca de apoyo económico. Allí estudia brevemente en el taller de Tiépolo donde se familiariza con la extraordinaria libertad pictórica de los Capricci, grabados que el pintor había comenzado un poco antes, en 1740. También conoce en aquellos años los primeros aguafuertes que publica Canaletto, los Vedute que ejercerán una influencia decisiva en su obra. Con estos maestros venecianos descubre las inmensas posibilidades expresivas y pictóricas que le ofrece el aguafuerte.
Pero Giambattista Piranesi está del todo resuelto a volver a Roma y dedicarse de lleno al estudio e ilustración de la Antigüedad. Por fin, en el otoño de 1747, consigue instalarse definitivamente y abrir su primer taller en la Via del Corso, frente a la Academia de Francia, en el corazón de la Ciudad Eterna. Ese año, e incluso antes, según la mayoría de los especialistas, comienza a trabajar en la serie de las Vedute di Roma [BH GRL 2]. Para ello se asocia con el editor Giovanni Bouchard y gracias a su apoyo financiero realiza las primeras planchas de esta serie de gran formato, cuya producción le ocupará toda su vida. Todo parece indicar que Giambattista Piranesi la inicia para acumular los recursos económicos necesarios para dedicarse de lleno al estudio de las antigüedades. Se imprimen enormes tiradas de las vistas que las hacen muy asequibles y, de hecho, con ellas obtendrá enormes beneficios ya que, dado su talento, su éxito entre los viajeros y coleccionistas está garantizado. Las estampas se venden sueltas, aunque ocasionalmente su editor Bouchard las reúne en colecciones parciales producidas de vez en cuando para aprovechar oportunidades comerciales concretas, como ocurrió con Le magnificenze di Roma. En 1748 da a conocer también una serie de vistas de tamaño menor, Alcune vedute di archi trionfali ed altri monumenti [GRL 7(9)] compuesta por unas exquisitas planchas que muestran una técnica más audaz y una originalidad estilística más madura, reflejo de la influencia de Tiépolo y Canaletto. En ellas el interés y rigor de la descripción arqueológica se mezcla armoniosamente con bellas composiciones paisajistas y pictóricas.
Entre 1749 y 1750, publica dos obras destacadas: unas fantasías extraordinarias sin tema aparente en las que se mezclan ruinas antiguas, sarcófagos y elementos vegetales, tituladas Grotteschi [BH GRL 7(7)] que según la mayoría de los autores derivan de los Caprici de Tiepolo, y las famosísimas e influyentes Carceri d'invenzione [BH GRL 7(8)] una brillante variación creativa en planchas de enorme tamaño sobre uno de los muchos tipos de escenografía académica. Ambas obras las edita Bouchard en 1750 junto con una reimpresión de la Prima Parte di Architetture e Prospettive en un único volumen titulado Opere varie di architettura, prospettive, grotteschi, antichità... [BH GRL 7(6)].
A lo largo de la década de los años cincuenta, Giambattista Piranesi consigue afianzar su carrera profesional -a pesar de las dificultades económicas y la falta de un mecenas protector- y también personalya que contrae matrimonio con Angela Pasquini en 1752, con la que tendrá tres hijos: Francesco, Laura y Pietro. Estos primeros años publica Racolta di Varie vedute di Roma (Bouchard, 1752) y Trofei di Ottaviano Augusto (Bouchard, 1753) [BH GRL 7(10)]. Ya asentado y con un negocio más o menos establecido gracias al éxito inicial de las Vedute di Roma, Giambattista Piranesi se centra intensamente en el estudio y representación de las antigüedades romanas. Explora las ruinas largo tiempo enterradas y ocultas por los edificios, realiza excavaciones y levanta los planos y alzados necesarios, con un enfoque similar al del método científico. Toda esta actividad, junto con algunos estudios y confirmaciones documentales, da lugar a su obra arqueológica más ambiciosa e importante: Le Antichità Romane (1756) [BH GRL 4(2); BH GRL 4(3); BH GRL 4(4); BH GRL 5(4)] una cerrada defensa de la superioridad de los arquitectos romanos, cuya primacía había sido puesta en entredicho por algunos teóricos europeos como Laugier. Le Antichità Romane es un auténtico tratado sobre arqueología romana en el que los grabados constituyen solamente una parte de la exposición e ilustran los eruditos y documentados textos escritos por el mismo Piranesi. En esta obra el autor se propone ofrecer un verdadero compendio de la arquitectura romana analizando los diferentes tipos constructivos con un enfoque casi enciclopédico. Convencido como estaba de la supremacía de la antigüedad romana sobre cualquier otra, en los cuatro volúmenes estudia acueductos, termas, foros, tumbas y enterramientos, puentes, teatros y pórticos. Para la financiación de la impresión de esta magna obra Piranesi cuenta con el apoyo inicial de Lord Charlemont al que dedica los cuatro volúmenes de la Le Antichità Romane en 1756. Sin embargo el noble irlandés retira el apoyo financiero y Giambattista Piranesi reacciona quitando el nombre del benefactor del frontispicio grabado, dejando los restos de la dedicatoria borrada a imitación de las antiguas damnatio memoriae imperiales. Para justificarlo escribe las Lettere di giustificazione scritte a Milord Charlemont (1757) cuyos grabados fueron incorporados más tarde a las Opere varie [BH GRL 7(6)].
La década de los años sesenta, frente a las dificultades y limitaciones de años anteriores, se muestra extraordinariamente positiva y fecunda para Giambattista Piranesi. Afianza su posición económica y social ya que consigue el apoyo y la protección del nuevo papa, su compatriota Clemente XIII, el cardenal Rezzonico, cuyo pontificado transcurre entre 1758 y 1769. Desde 1761 Giambattista Piranesi traslada su tienda y taller al Palazzo Tomati en la Strada Felice, cerca de la Trinità de'Monti que se convertirá en la dirección de referencia para las ediciones siguientes, realizadas todas ya por su cuenta y riesgo. Su nombre es famoso en Roma, popularizado sobre todo por las Vedute di Roma, su obra más exitosa y en la que continúa trabajando: en estos años empieza a incluir monumentos suburbanos de la campiña de Roma como los de Tívolí o la Via Apia. Retoma las famosas Carcerí cuya serie amplía y modifica sustancialmente.
Pero las ruinas siguen fascinando a Giambattista Piranesi que se entrega a su estudio sin descanso y continúan siendo en estos años el tema principal de sus publicaciones. Ahora, con el apoyo del Papa y de sus sobrinos por fin puede terminar algunos proyectos arqueológicos y emprender otros nuevos, sin las dependencias económicas que antes habían lastrado la elaboración y edición de sus primeros trabajos. Como derivación de su obra fundamental Le Antichità Romane publica toda una serie de trabajos que tratan nuevos temas o que revelan nuevos yacimientos arqueológicos que, como en aquella obra, aúnan texto, ilustraciones descriptivas y bellísimas vedute: Le Rovine del Castello dell'Acqua Giulia (1761)[BH GRL 5(2)], Lapides Capitolini (1762) [BH GRL 5(1)], Il Campo Marzio dell'Antica Roma (1762) [BH GRL 1(1)], Descrizione e Disegno dell'Emissario del Lago Albano (1762) [BH GRL 7(3)], Di due Spelonche ornate dagli antichi (1762) [BH GRL 7(4)], Antichità d'Albano e di Castel Gandolfo (1762) [BH GRL 7(2)] y Antichità di Cora (1764) [BH GRL 5(3)] Algunos de estos trabajos están dedicados a Clemente XIII que gusta de regalar sus obras a los visitantes de alcurnia que llegan a Roma.
En estos años Giambattista Piranesi no elude la polémica. Entrará de lleno en la animada disputa que sobre los méritos de la arquitectura griega y la romana que se produce en aquel tiempo. Si bien su cerrada defensa de la originalidad y primacía del arte romano sobre el griego ira socavando su autoridad, esto no impedirá la publicación de algunas importantes obras de contenido polémico, tales como Della magnificenza ed architettura de'romani (Roma 1761) [ BH GRL 5(5)] en la que refuta algunas afirmaciones a favor de la arquitectura bárbara y de la primacía del arte griego, o las Osservazioni di Gio. Battista Piranesi sopra la lettre de M. Mariette... (Roma 1765) [BH GRL 5(6)] en las que replica al autor francés y defiende el derecho del artista a utilizar con libertad los estilos de la Antigüedad.
En estos años el patrocinio del papa Clemente XIII y sus sobrinos le procuró sus primeros -y únicos- trabajos arquitectónicos. Hacia 1763 recibe el encargo para rediseñar el ábside y la tribuna de la Basílica de San Juan de Letrán, obra que nunca llegó a realizarse pero para la que realizó unos bellísimos dibujos conservados actualmente en la Universidad de Columbia en Nueva York. En cambio, sí que consiguió llevar a buen término la reconstrucción de Santa María del Priorato entre 1764 y 1767, por encargo del sobrino del papa, el cardenal Giovanni Battista.
A partir de 1767 comienza a estudiar y dibujar las ruinas de la Villa Adriana en Tívoli, cuyas estampas enriquecerán la cada vez más numerosa serie de las Vedute di Roma. En esos años también son objeto de su atención los objetos decorativos, como chimeneas, muebles y otros ornamentos, que darán lugar a una serie de gran influencia posterior: Diverse Maniere d'adornare i Cammini (1769) [BH GRL 1(12)]. Estas excéntricas y recargadas creaciones en las que descubre por vez primera el arte egipcio no serán muy bien acogidas en su momento -dada la sobriedad ornamental que caracteriza al naciente gusto neoclásico- si bien tendrán posteriormente gran influjo, anticipando el interés por este arte que caracterizó a las artes decorativas de finales del siglo XVIII, sobre todo en Francia e Inglaterra.
Los últimos años de su vida, los pertenecientes a la década de los años setenta, representan el triunfo definitivo de su carrera como artista. Su negocio calcográfico, que ha crecido sustancialmente y se ha consolidado, ocupa ahora a un buen número de asistentes y operarios. Giambattista Piranesi involucra a sus hijos en el negocio familiar y, al menos desde mediados de la década de los años setenta, la colaboración de su hijo Francesco comienza a ser patente. El nuevo papa Clemente XIV ocupa el trono de la Iglesia hasta 1774 y mantiene su situación de privilegio.
Giambattista Piranesi sigue trabajando, con más empeño si cabe, en la serie de las Vedute di Roma, que se convierte así en su obra de mayor aliento y de la que obtiene buena parte de sus ingresos económicos. No obstante, con su habitual entrega, se embarca en nuevas y diferentes empresas. En los últimos años se emplea en el complejo mercado de antigüedades romano, convirtiéndose en un exitoso restaurador distribuidor de antigüedades. Crea una sala de exposición en su taller muy visitado por ricos turistas que tanto gustaban de comprar sus vedute. De estos afanes anticuarios provienen algunas series de estampas con notables antigüedades que había vendido o estaban en colecciones romanas. Las recogió su hijo en dos volúmenes Vasi, Candelabri, Cippi, Sarcofagi... (1778)[BH GRL 13].
Estos nuevos negocios no impiden que Giambattista Piranesi continúe viajando y dibujando célebres conjuntos de ruinas clásicas fuera de Roma, lo que hace prácticamente hasta su muerte. En 1770, realiza su primera visita a Pompeya y Herculano. En 1774 publica su Pianta di Roma e del Campo Marzo [BH GRL 2(2-3)]. En 1778 va a Nápoles con su hijo Francesco para estudiar las ruinas de los tres templos de Paestum. Al poco tiempo de regresar de este viaje, en noviembre de 1778, fallece. Será enterrado en la única iglesia que construyó: Santa María del Priorato.
Giambattista Piranesi tiene en su hijo Francesco su principal discípulo. Aunque sin el genio de su padre, será el verdadero continuador de su obra y su mayor divulgador. Algunas de los últimos trabajos firmados por su padre como Trofeo o sia magnifica colonna coclide (1774-9) [BH GRL 12(1)] evidencian colaboración, al igual que la serie de vistas de los templos de Paestum, Diferentes Vues... de Pesto (1778)[BH GRL 2(141-161)] en las que la participación de su hijo es, sin duda, grande.
Tras la muerte de su padre, Francesco Piranesi hereda, junto con sus hermanos, el negocio calcográfico y, una vez a su cargo, culmina algunas de las obras inacabadas o proyectadas por su padre, como las la Pianta delle fabbriche esistenti nella Villa Adriana (1781) [BH GRL 6(14)] además de alguna de atribución dudosa, como la Dimostrazioni dell'emissario del Lago Fucino, [BH GRL 6(13)] probablemente basada en dibujos del padre pero grabada por Francesco Piranesi. Así mismo añadió numerosas estampas propias a varias de las obras de su padreque reeditó tras su muerte, como las Vedute di Roma, Trofeo o sia magnifica colonna coclide, o Vasi, Candelabri, Cippi, Sarcofagi. También lanzó al mercado una edición ampliada de Le Antichità romane en 1784 dedicada a su protector el rey Gustavo III de Suecia. Otros trabajos suyos como Antiquités de la Grande Grèce [BH GRL 6(1); BH GRL 6(2)] también parecen copiar los dibujos realizados por su padre en Pompeya. En 1792 da a conocer un catálogo con la obra completa de su padre, catálogo al que se irán incorporando más tarde los sucesivos trabajos del hijo.
Francesco Piranesi y su hermano Pietro, muy involucrados en la política revolucionaria dejan Roma y se instalan en Paris hacia 1800 donde consiguen cierta protección oficial. Allí, con todas las planchas del taller paterno en su poder, los dos hijos establecen una imprenta, la Calcographie des Frères Piranesi, que reedita entre 1800 y 1807, en veinticinco volúmenes, toda la obra del padre junto con la de Francesco Piranesi y la obra gráfica de otros artistas italianos editada y comercializada por ellos. Estas reimpresiones de las planchas, que dieron una difusión europea a la obra del artista veneciano, se conocen como la primera edición de París.
A pesar de las crecientes dificultades financieras, a lo largo de estos años la Calcographie des Frères Piranesi continua reimprimiendo la obra completa de Giambattista Piranesi, pero las deudas son tan cuantiosas que los bienes de la empresa son incautados. Años después de la muerte de Francesco, en 1810, las planchas se venden al editor Fermin Didot quien las vuelve a reimprimir entre los años 1835 y 1839. Ese último año la colección completa es adquirida por el Papa Gregorio XVI para la Calcografia Camerale donde se vuelven a tirar las planchas, según demanda, a lo largo de casi cien años, hasta la década de los años cuarenta del pasado siglo. Actualmente se conservan, ya muy desgastadas, en el Istituto Nazionale per la Grafica de Roma.
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