Biblioteca Complutense

De Alonso Quijano a don Quijote de la Mancha

En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llenosele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas sonadas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. (Don Quijote, I, cap. 1)
   

 El País, 9 de diciembre de 2005

 

 

  El País, 13 de diciembre de 2001

 

 

 El País, 18 de septiembre de 2007

Amadís de Grecia. Lisboa, 1596

Primaleon. Venecia, 1534

 

El País, 9 de octubre de 2005  

Don Quichotte de la Manche. París, 1836-1837