La lectura del Quijote: el sueño pocas veces hecho realidad
Los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran; y, finalmente, es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes, que, apenas han visto algún rocín flaco, cuando dicen: «Allí va Rocinante». Y los que más se han dado a su letura son los pajes: no hay antecámara de señor donde no se halle un Don Quijote: unos le toman si otros le dejan; estos le embisten y aquellos le piden (Don Quijote, II, cap. 3)
Don Quixote de la Mancha. Barcelona, 1859
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El País
El País, 22 de enero de 2005
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