Biblioteca Complutense

La vida universitaria en la primera mitad del siglo XVI. La dimensión estudiantil: procesos de fe

1. Proceso de fe de Alonso de Rueda, natural y vecino de Toledo, estudiante en Alcalá de Henares, por blasfemias.

(1535). Documento. Papel. Cuadernillo de 12 folios. Sello de placa en folio 11v. 340 x 225 mm.

Archivo: Archivo Histórico Nacional, Inquisición, 46, Exp. 201.

 

2. Proceso de fe de Pedro Ruiz, natural de Tarazona (Zaragoza), estudiante de Alcalá de Henares, por blasfemias.

(1536). Papel. Cuadernillo de 3 folios. Documento. 320 x 250 mm.

Archivo: Archivo Histórico Nacional, Inquisición, 46, Exp. 29.

 

No eran inhabitual que el Santo Oficio se ocupara de las blasfemias, al contrario, a veces ocupaba demasiado tiempo en investigar denuncias sobre frases supuestamente sospechosas en su ortodoxia, pero irrelevantes. En sí, por tanto,  estos dos procesos a estudiantes de Alcalá no parecen ser trascendentes. Sin embargo, su instruccción por la Inquisición debe enmarcarse en un contexto más amplio. Como es sabido, entre 1520 y 1540  la Universidad fue uno de los espacios culturales y religiosos más interesantes y complejos en la España de la época. En sus aulas, no sólo el humanismo erasmizante, sino el espiritualismo más moderno y rupturista, encontraron acomodo durante varias décadas, primero bajo la protección de Cisneros, y después del cardenal Fonseca. Las sopechas sobre la ortodoxia de muchos profesores y estudiantes complutense fue en aumento, pero cuando en 1529 se publicó en Alcalá el Diálogo de la doctrina cristiana, obra de un entonces joven estudiante, llamado Juan de Valdés, el Santo Oficio llegó al convencimiento de qie se estaba ante una gran amenaza para la fe y emprendió una sistemática campaña para limpiar de herejías aquella “ciudad del saber”. Entre 1529 y 1537 procesaría a releventes figuras vinculadas a aquella, como Bernardino Tovar, Juan de Vergara, Miguel Eguía, Mateo Pascual, el bachiller Antonio Daval, Miguel de Torres, Pedro de Lerma o Juan del Castillo. Los “complutenses” eran sospechosos, y, en consecuencia cuando dos de sus estudiantes, Alonso de Rueda y Pedro Ruiz, fueron denunciados por blasfemias, los inquisidores del tribunal de Toledo, a cuya jurisdicción pertenecía Alcalá, no dudaron en investigar el asunto, con la esperanza de que podían descubrir algo más.

El delito de Rueda, un estudiante natural de Toledo que ya había alcanzado el grado de bachiller en Artes, se produjo en una conversación vanal en la casa del chantre de Alcalá, pero tuvo la desgracia de que entre sus contertulios estuviera cierto Diego de Arroyo, quien escuchó de Rueda ciertas blasfemias, y le denunció al Santo Oficio. Su carta, fechada en Alcalá el 8 de febrero de 1535, constituye un testimonio precioso sobre las controversias religiosas en Alcalá por entonces:

«Muy reuerendos y nobles señores.

Vn dia desta semana passada estando yo Diego de Arroyo en casa del señor chantre desta villa de Alcalá, hablando en cosas extraordinarias de poco probecho, el bachiller Rueda, vecino de Toldo, dixo delante de mi y de otras personas, estas palabras: “Boto a Dios, o pese a Dios, que muchas vezes Dios no mira lo que haçe”. Esto es lo que oi dezir a aquel mançebo y por descargo de mi conciençia lo hago saber a sus merçedes, cuya vida nuestro Señor aumente por largos tiempos…».

Arroyo había planteado previamente esta cuestión al maestro Jerónimo Ruiz, quien le contestó «que no tenía comision para tomar informaçion» sobre aquel asunto, y le recomendó que lo pusiera en conocimiento de la Inquisición de Toledo. Así lo hizo Arroyo, quies es probable que sea el mismo Diego de Arroyo, mozo de Capilla en la corte de la emperatriz Isabel, reputado iluminador y pintor de la época. Entre los meses de enero y marzo de 1535 la soberana se encontraba en Madrid, lo que explicaría la presencia de su criado en la cercana Alcalá. Solo dos días después de que la denuncia de Arroyo fuera recibida, el tribunal de Toledo escribía al citado Jerónimo Ruiz para que se informara sobre el asunto. Sus pesquisas no hallaron en el joven Rueda indicios graves de delito contra la fe. Un año después era de nuevo otro estudiante, el aragonés Pedro Ruiz, quien era denunciado también por blasfemias. Su pobreza le ayudó a obtener una pena leve: el inquisidor Vaguer se limitó a imponerle como penitencia «que rrezase todos los viernes desta quaresma los siete salmos penitenciales, e mas que ayune tres viernes en esta pascua». Sus procesos, como se ve, no llegaron a tener la repercusión y consecuencias de los de Vergara o Castillo, pero son un reflejo tanto de la constante vigilancia del Santo Oficio sobre la difusión de ideas heterodoxas en Alcalá. Ni Rueda, ni Ruiz llegaron a abrazar el protestantismo, como su compañero Juan de Valdés, pero no debe olvidarse que el Diálogo de éste último, considerado como el primer ejemplo de la Reforma en España, constituye en este contexto intelectual y religioso un buen ejemplo sobre cómo la importancia dada en la universidad de Alcalá al estudio de la Biblia, (una herencia evidente del impacto de la Políglota) modelaba en gran manera la visión teológica de sus estudiantes, quienes recibían de algunos de sus maestros cierta tendencia al estudio crítico de las Sagradas Escrituras. En 1517 esa actitud no se interpretaba como un problema religioso, pero en 1535 la expansión del luteranismo había cambiado la situación de manera completa. Cualquier blasfemia, fuera o no la de un borracho, podía ser un indicio de una herejía oculta.

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Bibliografía: Marcel BATAILLON. Erasmo y España. Estudios osbre la historia espiritual del siglo XVI, Madrid-México: Fondo de Cultura Económica, 1979, pp. 339 y ss; Juan BLÁZQUEZ MIGUEL. La Inquisición en Castilla-La Mancha, Madrid, Córdoba: Servicio de Publicaciones Universidad, 1986; José Luis GONZALO SÁNCHEZ-MOLERO. La Librería rica de Felipe II. Estudio histórico y catalogación. San Lorenzo de El Escorial: R. C.U. "Escorial-Mª Cristina". Servicio de Publicaciones, 1998, pp. 87-91.