Biblioteca Complutense

La Biblia Políglota Complutense: un monumento cultural y tipográfico

1.- Vetus testamentum multiplici lingua: nunc primo impressum et imprimis Pentateuchus Hebraico Greco atque Chaldaico idiomate. Adiuncta vnicuisque sua latina interpretatione.

Alcalá de Henares: Arnao Guillén de Brocar, 1517. Fol. [300] h. Libro. Papel. [300] h. Encuadernado en pasta con hierros dorados y el superlibro del Cardenal. Es el volumen I. En los preliminares se incluyen: el Prólogo del cardenal Cisneros al papa Leóx X; un Prólogo “ad lectorem”; un “De Arte inueniendi radicem”, sobre las dicciones griegas, hebraicas; un Dictionarium hebreo y arameo; un Modi intelligendi sacram scripturam, dos textos de san Jerónimo, su carta al presbítero Paulino y su Prefacio al Pentateuco; y, por último, la licencia de impresión para la obra, del papa León X, dirigida a fray Francisco Ruiz, obispo de Ávila, y Francisco de Mendoza y Bobadilla, arcediano de Pedroche (Roma, 22 marzo de 1520).

Biblioteca Histórica de la UCM. BH FOA 194

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2.- Secunda pars Veteris testamenti Hebraico Grecoque idiomate nunc primum impressa: adiuncta utrique sua latina interpretatione.

Alcalá de Henares: Arnao Guillén de Brocar, 1517. Fol. 260 h Libro. Papel. [260] h. Encuadernado en pasta con hierros dorados y el superlibro del Cardenal. Es el volumen II. Con un nuevo prólogo al lector: “De his que ad lectionem Veteris testamenti diuersis linguis nunc primum impressi: sunt praenotanda”, f. [ ]2 r y v.

Biblioteca Histórica de la UCM. BH FOA 102

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 3.- Tertia pars Veteris testamenti Hebraico Grecoque idiomate nunc primum impressa: adiuncta utrique sua latina interpretatione.

Alcalá de Henares: Arnao Guillén de Brocar, 1517. Fol. [204] h. Libro. Papel. [204] h. Encuadernado en pasta con hierros dorados y el superlibro del Cardenal. Es el tercer volumen.

Biblioteca Histórica de la UCM. BH FOA 103

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4.-  Quarta pars Veteris testamenti Hebraico Grecoque idiomate nunc primum impressa: adiuncta utriuque sua latino interpretatione.

Alcalá de Henares: Arnao Guillén de Brocar, 1517. Fol. [268] h. Libro. Papel. [268] h. Encuadernado en pasta con hierros dorados y el superlibro del Cardenal. Es el cuarto volumen.

Biblioteca Histórica de la UCM. BH FOA 104

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5.- Nouum Testamentum grece & latine in academia complutensi noviter impressum.

Alcalá de Henares: Arnao Guillén de Brocar, 1514. Fol. Libro. Papel. [272] h. Encuadernado en pasta con hierros dorados y el superlibro del Cardenal. Es el quinto volumen. Continene al final de la obra tres composiciones Latinas en loa de la obra, por Juan de Vergara, Hernán Núñez de Guzmán y Bartolomé de Castro (f. MM8 r y v).

Biblioteca Histórica de la UCM. BH FOA 105

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6.- Vocabularium hebraicum atque chaldaicum totius veteris testamenti cum alijs tractatibus prout infra in prefatio continentur in academi complutensi nouiter impressum.

Alcalá de Henares: Arnao Guillén de Brocar, 1515. Fol. [2], clxxij, [34], xv, [1] h. Libro. Papel. Encuadernado en pasta con hierros dorados y el superlibro del Cardenal.

Biblioteca Histórica de la UCM. BH FOA 106

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Bibliografía: Virginia BONMATÍ SÁNCHEZ. “La Filología Bíblica del humanista Elio Antonio de Nebrija (1444-1522)”, Studia Philologica Valentina, vol. 10, nº 7 (2007), pp. 47-63; Ignacio CARBAJOSA y Andrés GARCÍA SERRANO (eds.). Una Biblia a varias voces. Estudio textual de la Biblia Políglota Complutense, Madrid: Ediciones Universidad de San Dámaso, 2014. Colección Studia Biblica Matritensia, 2; Arantxa DOMINGO MALVADI. “El Pinciano y su contribución a la edición de la Biblia Políglota de Alcalá”, Pecia Complutense, año 10, nº 19 (julio, 2013); Natalio FERNÁNDEZ MARCOS y Emilia FERNÁNDEZ TEJERO. Biblia y humanismo. Textos, talantes y controversias del siglo XVI español, Madrid: Fundación Universitaria Española, 1997; Natalio FERNÁNDEZ MARCOS, “Políglotas y versiones: luces y sombras del biblismo español del siglo XVI”, en Filología bíblica y humanismo, Madrid: CSIC, 2012; Natalio  FERNÁNDEZ MARCOS. Filología bíblica y humanismo, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Filología, 2012; Rafael JIMÉNEZ ZAMUDIO, “La Biblia Políglota Complutense”, en Antonio ALVAR EZQUERRA (ccord.). Historia de la Universidad de Alcalá, Alcalá de Henares: Servicio de Puublicaciones de la Universidad de Alcalá, 2010, pp. 185-212: Julián MARTÍN ABAD.La imprenta en Alcalá de Henares (1502-1600), Madrid: Arco Libros, 1991, 3 vols; Julián MARTÍN ABAD. Los primeros tiempos de la imprenta en España (ca.1471-1520), Madrid: Ediciones del Laberinto, 2003; Julián MARTÍN ABAD, Post-incunables ibéricos, Madrid: Ollero y Ramos, 2001; Julián MARTÍN ABAD. “Cisneros y Brocar. Una lectura tipobibliográfica de la Políglota Complutense”, Estudios Bíblicos, 72, 1 (2014),  pp. 63-64; Anna MUNTADA. “Del Misal Rico de Cisneros y de la Biblia Políglota Complutense o bien del manuscrito al impreso”, Locvs Amonevs, 5 (2000-2001), pp. 77- 99; Mariano REVILLA RICO. La Políglota de Alcalá. Estudio histórico-crítico. Madrid: Imprenta Helénica, 1917; Elisa RUIZ GARCÍA, (coord.).Preparando la Biblia Políglota Complutense: los libros del saber, Madrid: Universidad Complutense de Madrid, Área de Humanidades, 2013; V Centenario de la Biblia Políglota Complutense, número monográfico de la revista Estudios Bíblicos, Madrid, Universidad de San Dámaso, 2014; Vicente BÉCARES BOTAS, “Nebrija y los orígenes de la tipografía griega en España”, en Carmen CODOÑER MERINO y Juan Antonio GONZÁLEZ IGLESIAS (eds.). Antonio de Nebrija: Edad Media y Renacimiento, Salamanca: Universidad de Salamanca, 1994, pp. 537-547.


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Volumen 1

Volumen 2

Volumen 3

Volumen 4

Volumen 5

Volumen 6


Aunque el orden de impresión fuera cronológicamente inverso al contenido, en la edición cisneriana la Biblia se ofrece en su orden histórico y tradicional cristiano. Los cuatro primeros volúmenes recogen los libros del Antiguo Testamento. El texto está dispuesto en tres columnas en cada una de las planas, distribuyéndose de manera especular. En una se recoge el texto hebreo masorético y en otra el texto griego de la Septuginta, con su traducción interlineal latina, quedando en medio de ambas, en una estrecha columna con relación a las anteriores, el texto de la Vulgata latina. Al pie de la plana se situó el texto del Targum arameo de Onqelos, en una columna, y al lado su traducción latina. Siguiendo esta distribución, el lector podía leer en primer lugar la versión hebrea del Antiguo Testamento, la más antigua conocida. Su edición fue emprendida por los dos hebraístas del equipo cisneriano, Pablo Coronel, Alfonso de Alcalá y Alfonso de Zamora, quienes seleccionaron una versión que no coincide plenamente con el textus receptus masorético. No sólo contiene variantes con respecto al texto de Ben Aller, sino que todo su sistema de vocalización y acentuación es muy peculiar. Basándose principalmente en este hecho, Paul E. Kahle mantuvo la tesis de que el texto hebreo de la edición complutense se basó en manuscritos babilónicos (The Hebrew Text of the Complutensian Polyglot). Aunque ello parece lógico, pues la tradición de los judíos españoles era más babilónica que palestinense, no parecen existir suficientes pruebas de tal afirmación. Al contrario, los manuscritos manejados por Alfonso de Zamora (muchos expuestos en esta muestra), y, que parece casi seguro que se utilizaron en la fijación del texto impreso por Brocar, son manuscritos hebreos españoles de fecha bastante tardía ya dentro de la tradición textual tiberiense, con ciertas variantes.

Al otro lado de la plana se sitúa  el texto griego del Antiguo Testamento, conocido por la Septuaginta o versión de los LXX,  constituye en la impresión complutense la edición príncipe. Fueron utilizados para su edición algunos manuscritos de la Biblioteca Vaticana (n° 330 y 346), de la Biblioteca de San Marcos de Venecia, y otros no identificados. El texto septuagintal de la Políglota cisneriana está considerado como la fuente más importante de que se dispone para conocer el de los LXX en su recensión de Luciano, y según la clasificación de las recensiones griegas establecida por Margolis (en su The Book of Joshua in Greek), el texto complutense refleja la recensión denominada como palestinense, es decir, el texto de Orígenes hecho, según San Jerónimo, por Eusebio.

En medio de ambas columnas (hebrea y griega) se situó el texto latino de la Vulgata. A pesar de que Nebrija (a quien Cisneros encomendó inicialmente la supervisión de esta parte) se apartó del proyecto al no aceptar el prelado su propuesta de modificar la versión latina, lo cierto es que la edición latina complutense supone la primera edición crítica impresa de la Vulgata. Se considera que el revisor de la misma fue el profesor de la universidad, Bartolomé  Castro, quien continuaría después su trayectoria docente en Italia. Para su labor se sirvió de los tres códices “góticos”, dos adquiridos por Cisneros y el otro donado por Hernán Núñez de Guzmán. Hubieron de ser manejados más manuscritos, pero aquéllos constituyeron, sin duda, la base de la edición complutense. En ésta, generalmente fueron aceptadas las variantes que estaba más de acuerdo con el texto hebreo. Se trata de un criterio en la crítica textual de toda la Políglota que se mantuvo a lo largo de toda la edición: aproximar las versiones todo lo más posible a los textos originales, pero apoyándose para ello en variantes atestiguadas por manuscritos, no corrigiéndolas según criterios críticos relativamente subjetivos, como quería Nebrija.  

Por último, al pie de las páginas, pero no en todos los volúmenes del Antiguo Testamento, se insertó el denominado Targum de Ongelos , es decir, la versión parafrástica antigua del Pentateuco en arameo, con traducción interlineal latina. Como se explica en el Prólogo al lector del tomo II de la Políglota, «la [versión] aramea en los demás libros (los que no pertenecen al Pentateuco) está corrompida en algunos pasajes y sembrada de fábulas y de meras simplezas de talmudistas, por lo que no es digna en absoluto de ser incluida entre los Libros Sagrados». Pese a lo anterior, a continuación, el Cardenal Cisneros afirmaría lo siguiente: «Con todo, ya que en algunos pasajes, donde la versión es literal y no está corrompida, se favorece admirablemente a la religión cristiana, atendiendo a esto, hicimos traducir del arameo al latín todos los restantes libros del Antiguo Testamento, y, cuidadosamente, copiados con su traducción latina, hicimos que fuesen guardados en la Biblioteca Pública de nuestra Universidad Complutense». Estas copias complutenses del Targum  con su traducción latina, se conservan en la actualidad. Se trata del ms. BH 4, fechado el 27 de julio de 1517, y el ms. BH 5, fechado el 8 de abril de 1517. Se considera que la edición del texto arameo (o caldeo en la expresión de la época) fue obra de Coronel y Zamora, sin que pueda precisarse con seguridad la labor que a cada uno le correspondió.

Con respecto al volumen V, el que recoge la edición greco latina del Nuevo Testamento,  sabemos que la misma fue encomendada por Cisneros a Hernán Núñez de Guzmán, Demetrio Ducas y Diego López de Zúñiga, los tres helenistas de su “academia”, a los que además había contratado como profesores en la universidad de Alcalá. Es probable, no obstante, que también participaran, para el texto latino, Bartolomé de Castro, otro docente alcalaíno, y en cierta manera Antonio de Nebrija, quien, entre dimes y diretes, había estado vinculado al gran proyecto cisneriano desde 1502. Sus opiniones, en todo, caso, eran siempre tenidas en cuenta. No vamos a extendernos sobre las fuentes que este grupo de helenistas manejó ni sobre su  labor de crítica textual  (ya analizada en un texto anterior por Juan Signés Codoñer y Arantxa Domingo Malvadi), solo diremos que de los manuscritos usados pocas cosas seguras pueden afirmarse. Como ya sabemos hay referencias a préstamos de manuscritos de la Vaticana y de la Marciana, pero se cree que el códice principal,  después misteriosamente empleado por Benito Arias Montano para la edición de la Biblia Regia de Amberes, pereció en el incendio de la Biblioteca de El Escorial en 1671, por lo que no ha podido confirmarse que fuera una copia perteneciente a la denominada como familia siriaca. Solo trabajaron con  versiones griega y latina, no tuvieron en cuenta la siriaca o la arábiga.

No parece, en todo caso, que disponer de versiones manuscritas en griego del Nuevo Testamento fuera la principal preocupación de los biblistas complutenses (es muy probable que todos ellos, y especialmente Núñez de Guzmán, dispusieran de códices en sus propias bibliotecas); era mucho más preocupante disponer de una buena letrería griega. El uso de la tipografía griega no tenía una gran tradición en España, pero al menos Brocar tenía una letrería, que comenzó a usar en su taller de Logroño, inicialmente para imprimir varias obras de Nebrija -Aenigmata iuris ciuilis (c. 1506); De litteris graecis (ca. 1507), y diversas ediciones de las Introductiones latinae (1508, 1510, 1513 y 1514), prosiguiendo en Alcalá la impresión de libros en griego, en lo que constituye un caso único en España de continuidad en el empleo y diseño de tipos griegos. Sin embargo, hacia 1511 en el taller de Brocar el manejo de estas letrerías todavía se realizaba con cierta dificultad, debido tanto a la escasa preparación de sus componedores, como al uso de matrices y punzones de distintas procedencias. Así se observa, por ejemplo, en la edición de la Rhetorica de Fernando Alonso de Herrera (Alcalá de Henares, 1511).

La presencia de Demetrio Ducas ayudó a solucionar en gran parte este problema. Éste no había sido llamado por Cisneros a Alcalá sólo por ser un griego y un humanista, sino porque también había trabajado como tipógrafo en la imprenta veneciana de Aldo Manuzio, el centro por entonces de la producción de libros impresos en griego. No es cierto que diseñara nuevas matrices, o que trajera consigo las de Jenson para servir de modelo, pero sí puso orden entre los componedores de Brocar sobre el manejo de la letrería de la Políiglota. Ésta había sido cortada de nuevo, pero las matrices seguían el modelo original utilizado en Logroño años atrás. En la elección de este diseño arcaizante, en el que se usaban solo minúsculas y se habían suprimido los espíritus y acentos presentes en el griego manuscrito, los editores actuaron movidos por un claro condicionamiento religioso: puesto que la mayor parte del Nuevo Testamento había sido dictado por el Espíritu Santo y escrito originalmente en griego, en la Políglota Complutese se empleó una tipografía concebida «ad imaginem antiquarum scripturarum», para que así la Fe reflejada en el texto quedara salvada, en apariencia al menos, de toda sospecha de intentos reformistas, ligados a formas más novedosas de escritura.

Se conseguía así, a principios de 1514, publicar  la primera edición del Nuevo Testamento en griego que salía a la luz, adelantándose en dos años a la publicada por Erasmo de Rotterdam en Basilea (1516). Sin embargo, como la edición  cisneriana no salió  a la venta hasta 1522, la primera en ser conocida por los lectores de la época fue la erasmiana, edición que además sería reeditada muchas veces a lo largo de la primera mitad del siglo XVI. En consecuencia, la segunda alcanzaría una difusión y una fama mayores que la primera. Cuando Cisneros supo que un humanista holandés se había adelantado a su empresa (por carta del abad García de Bobadilla), no mostró contrariedad alguna. Al contrario, rápidamente invitó a Erasmo a España para  que participara en su proyecto bíblico. Al año siguiente se imprió el volumen sexto, concebido como una miscelánea de diccionario y manuales gramaticales que ayudaran al manejo de la edición bíblica (de la que en realidad todavía faltaban cuatro volúmenes por entintar). Los autores de este material fueron Alonso de Zamora, Hernán Núñez de Guzmán y Juan de Vergara.

Aunque los volúmenes de la Biblia Políglota Complutense, terminados de entintar en 1517, no se pudieron poner a la venta hasta 1522, su impacto en la época fue muy notable. El texto hebreo complutense, por ejemplo, fue utilizado en mayor o menor escala, según los casos, para establecer el texto hebreo del Antiguo  Testamento en las ediciones de la Políglota de Amberes (1576), en la de Vatablo (Heidelberg, 1586) y en las posteriores de París, Londres, Hutter, etc, como analiza Marta Torres Santo Domingo en los estudios iniciales de este Catálogo. También sirvió de base para la traducción inglesa de Tyndale., para la edición de Buxtorff (Basilea, 1611) y para la Biblia Rabínica de Basilea (1618), ediciones en las que se siguió el texto hebreo complutense entrecruzado con el de J. Ben Kiayyim (Venecia 1524-25). Asimismo, el texto griego septuagintal complutense influyó poderosamente en las ediciones del mismo durante los siglos XVI y XVII, dejando huellas más o menos profundas en las Políglotas de Amberes, Heidelberg, Hamburgo, Nuremberg, París y en las ediciones del Salterio de Plantino (Amberes, 1584) y del libro de Rut (Amsterdam 1632). No menor interés revistió para los estudios de la época la traducción latina de la Septuaginta, llevada a cabo por los eruditos cisnerianos, y que fue reimpresa o reproducida con ciertas modificaciones en ediciones de Basilea (1526, 1550 y 1582), en la Políglota Regia o de Amberes, o en la Biblia de Claudio Baduell (1556). Por último, el texto complutense de la Vulgata se reimprimió de nuevo en las Políglotas de Amberes, París, Heidelberg; y el texto arameo de Onqelos  fue muy utilizado en la versión complutense para la edición de las Políglotas de Amberes, Nuremberg y París, y su versión latina por las ediciones ya citadas de Amberes, París, Londres y Venecia.

JLGS-M

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