El valor de la familia y la amistad
La ciencia, a diferencia del arte es una obra colectiva, es una obra de todos, en el que el trabajo personal de cada uno pronto desaparece, mientras que en el arte sucede al revés, el trabajo de todo el arte del artista lo reúne en su obra y lo presenta…
Luis Simarro. Misión de la ciencia en la civilización, 1903
Simarro ejerció una gran influencia desde su cátedra y también desde la biblioteca y el laboratorio de su casa, que fue lugar de reunión para muchos científicos, intelectuales, artistas y políticos de la época. Fue en la biblioteca de su casa de General Oráa donde animó, entre a otros muchos, a un jovencísimo “Pepe Ortega” [y Gasset] a leer a Husserl facilitándole sus obras. En ese hotelito, contiguo al del Dr. Madinaveitia y al palacio de Lázaro Galdiano, vivieron con él durante algún tiempo Nicolás Achúcarro y Juan Ramón Jiménez. “Don Luis Simarro –decía el poeta de Palos de Moguer- me trataba como a un hijo. Me llevaba a ver personas agradables y venerables, Giner, Sala, Sorolla, Cossío; me llevaba libros, me leía a Voltaire, a Nietzsche, a Kant, a Wundt, a Spinoza, a Carducci... Más tarde, muerta su mujer, la bella y buena Mercedes Roca, me invitó a pasar un año en su casa.
Juan Ramón pasó alguna temporada en el sanatorio de cirugía en el que Simarro le había conseguido que le dieran un dormitorio y una sala porque no toleraba los ruidos del centro de Madrid. El poeta recuerda que a última hora veía llegar desde su ventana, tras el jardín tristón, la berlina de Simarro que le trataba como a un hijo y le “llevaba libros, me leía a Voltaire, a David Hume, a Nietzsche, a Kant, a Wundt, a Spinoza, a Carducci”. En otra anotación podemos leer: el Dr. Simarro me leía, con su entusiasmo afanoso fragmentos de la Ética (aquellas noches ricas, junto al fuego que rojeaba tantos libros de todas clases y el retrato de Spinoza que Simarro le había pedido a Sorolla que le pintara)".
"Era el Dr. Simarro uno de los escasísimos órganos de relación que nos mantenían en contacto con el resto del mundo. Poseía una de las más ricas bibliotecas; leía de continuo…" (R. Pérez de Ayala, El Liberal, 21-6-1921).
Al final de su vida, se casó con su ama de llaves, Amparo Nieto Araque. En su testamento dejó sus bienes en usufructo a su esposa, disponiendo que una buena parte de sus bienes, laboratorio y biblioteca (más de 600.000 pesetas de la época) se dedicaran a la creación de una Fundación. De esta tarea se ocuparon sus albaceas testamentarios el Dr. Madinaveitia, Cipriano Rodrigo Lavín y Domingo Barnés y la Fundación Simarro se crea en 1927 pero pierde su autonomía tras la Guerra Civil, aunque se reorganiza en 1948 mediante un reglamento redactado de acuerdo con las disposiciones testamentarias y a la O.M. de 12-5-1945 y se integra en la Universidad Complutense y en el Instituto Luis Vives del CSIC. El tercio de libre disposición lo disfrutó su ahijada Marina Romero Serrano. Jugaba con los hijos de Sorolla, Elena y Joaquinito echando barcos de papel al estanque de lo que hoy es la casa museo del pintor. Marina Romero, poeta de la generación del 27, fue amiga de Federico García Lorca, Pedro Salinas. En 1934 obtuvo una beca para estudiar en el Smith College de Northampton (Massachusetts) y no regresó a España hasta 1947 siendo ya profesora en la Universidad de Rutgers. Desde entonces volvió durante los veranos a España, hasta que regresó definitivamente tras su jubilación.
"A su casa iban, yo creo que todas las tardes a tomar el té o el café y a charlar con él, yo creo que más bien a oírle hablar, porque era amenísimo, los hombres más relevantes del momento, Achúcarro, Lafora (que era discípulo suyo), Ramiro de Maeztu, don Francisco Giner de los Ríos, Cossío, Juan Ramón Jiménez al que trató y albergó en su casa en alguna ocasión, Antonio Machado, etc. La gran cultura de Simarro les atraía a todos." Marina Romero.
Orla con el profesorado de la Facultad de Filosofía y Letras, Sección de Filosofía, de la Universidad Central. Año 1914