La escuela francesa
Francia ha sido una de las grandes cunas del saber anatómico en Europa, y su influencia se ha dejado sentir tanto en el desarrollo de la medicina moderna como en la enseñanza en otros países, incluida España. Desde el Renacimiento, la anatomía francesa se nutrió de figuras pioneras que combinaron la observación directa con una creciente sistematización del conocimiento del cuerpo humano.
En el siglo XVI, aunque no francés de nacimiento, Andreas Vésalius trabajó en París y marcó profundamente la anatomía de su tiempo con su enfoque empírico y meticuloso. Más adelante, en el siglo XVII, Jean Riolan el Joven se convirtió en una figura central en la anatomía parisina, debatiendo con William Harvey sobre la circulación de la sangre y defendiendo el galenismo en un momento de transición científica.
Durante el siglo XVIII, se produjeron importantes avances en la anatomía especializada. Joseph-Guichard Duverney, por ejemplo, se destacó por sus estudios del oído y por su labor como docente en el Jardín del Rey. En esa misma época, Jacques-Bénigne Winslow publicó su Exposition anatomique, una obra ampliamente difundida en Europa, en la que se describen con precisión estructuras que aún llevan su nombre, como el hiato de Winslow.
Ya en los albores del siglo XIX, Xavier Bichat revolucionó el enfoque anatómico al introducir el estudio sistemático de los tejidos, lo que lo consagró como padre de la anatomía y la histología modernas. Aunque murió joven, su obra fue enormemente influyente. Le siguió una generación de anatomistas y médicos-artistas que aportaron no solo contenido científico, sino también una rica tradición iconográfica.
Desde principios del siglo XIX, el ámbito de las publicaciones anatómicas recibió las importantes contribuciones de médicos y artistas franceses. Un ejemplo destacado es el Manuel d’anatomie descriptive du corps humain (1821), preparado para la Facultad de Medicina de París por Hyppolyte Cloquet (1787–1840). Su hermano, Jules Germain Cloquet (1790–1883), afamado cirujano y excelente dibujante, fue el autor de la mayoría de las ilustraciones de la célebre Anatomie de l’homme, de la que luego publicaría una versión corregida y reducida. La combinación entre ciencia y arte fue una de las características más notables de la anatomía francesa de esta época.
La gran influencia cultural que ejercía Francia sobre España hizo que muchas de estas obras fueran utilizadas por profesores de medicina en universidades como la de Madrid, tanto en sus ediciones originales como en traducciones al castellano. Esta influencia se mantuvo durante todo el siglo XIX, extendiéndose también al campo de la anatomía patológica.
En este ámbito destacó la figura de Jean Cruveilhier (1791–1874), autor del extraordinario Anatomie pathologique du corps humain, publicado entre 1829 y 1842. Su atlas ilustrado fue uno de los primeros en representar con gran realismo lesiones patológicas y sigue siendo admirado tanto por su valor científico como artístico.
Otro nombre imprescindible es el de Marie Philibert Constant Sappey (1810–1896), quien investigó en profundidad el sistema linfático, describiendo estructuras que hoy llevan su nombre. Finalmente, el siglo XIX cerró con el legado de Léon Testut y su colaborador André Latarjet, autores de uno de los tratados de anatomía más influyentes de todos los tiempos, el Tratado de Anatomía Humana, aún consultado en muchas facultades de medicina.